JIM WATSON / AFP

Joe Biden y la restauración de la república estadounidense

El discurso inaugural fue un llamado a regresar a las normas y los valores estadounidenses

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21 de enero de 2021 a las 15:12

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Por FT View

Desde al menos la época de Abraham Lincoln, los discursos de inauguración presidencial de EEUU han incluido llamados a la unidad. Rara vez desde entonces la unidad ha sido un tema tan central o tan repetido como lo fue en el discurso de Joe Biden el miércoles; pero también rara vez la democracia estadounidense se ha sentido tan frágil como en este momento.

Hablando en la presencia de seguridad masiva para proteger al Capitolio de la violencia, pero en ausencia de multitudes masivas y de su propio predecesor, Biden pidió un nuevo comienzo. Sin embargo, fue un llamado a un retorno: a la verdad, a la decencia y al respeto por la libertad, las instituciones y el estado de derecho que durante mucho tiempo han sido la fuente del extraordinario dinamismo de EEUU y su posición en el mundo.

Las tareas del 46º presidente difieren de las de tantos precursores en su magnitud. Contener una pandemia mal gestionada que ha costado 400 mil vidas y ha traído problemas económicos a millones sería bastante difícil para la mayoría de las presidencias. Como reconoció Biden, la carga de responsabilidad que enfrenta es aún más pesada: aliviar las enormes divisiones sociales, reparar la república estadounidense y restaurar su reputación moral. Esas labores durarán mucho más que su presidencia. No obstante, su desempeño en el cargo determinará en gran parte si finalmente pueden tener éxito.

Para comenzar a reconstruir la confianza en los políticos y las instituciones, Biden debe comenzar cerca de casa, con un esfuerzo para restaurar una apariencia de bipartidismo en la política de Washington. Su historial como legislador dispuesto a cruzar el pasillo lo equipa mejor que muchos otros políticos. Su campaña, y cómo se ha comportado en las 10 tumultuosas semanas desde entonces, han demostrado su decencia y carácter fundamentales, reflejados en su promesa del miércoles de “ser un presidente para todos los estadounidenses”.

El bipartidismo, sin embargo, requerirá la cooperación de sus adversarios políticos. Aunque los demócratas controlan ahora el Congreso, el comportamiento de los republicanos en la oposición será un determinante vital del éxito de Biden. La admisión de Mitch McConnell, el republicano del Senado de rango más alto, de que los alborotadores que irrumpieron en el santuario de la democracia estadounidense, el Capitolio, hace dos semanas habían sido "alimentados con mentiras" y "provocados por el presidente y otras personas poderosas", parecía un reconocimiento tardío del peligro inminente. Sin embargo, el historial de su partido ofrece pocos motivos de consuelo. Todavía le queda un largo camino por recorrer para repudiar a Donald Trump y el trumpismo, y volver a reunir su una vez amplia coalición electoral.

Aunque Biden evitó el tema, restaurar el respeto por el Estado de derecho también debe significar responsabilizar a Trump y a la mafia del Capitolio, así como facilitar un juicio en el Senado para el juicio político. El papel del expresidente también es un asunto para los tribunales penales. Aferrarse a la unidad y la sanación mientras permite que la justicia contra su predecesor siga su curso será una línea peligrosa y fina, pero Biden no puede evitarla.

EEUU ha dado un paso crítico para regresar a una cultura de la verdad. La administración entrante también tendrá que recuperar la confianza en los medios tradicionales y encontrar formas de frenar el discurso de odio y la información errónea en las plataformas de redes sociales. Solo si los estadounidenses sienten que todos están viviendo en la misma realidad, el país realmente podrá avanzar.

Así como el discurso inaugural de Trump en el que se invocó la "matanza estadounidense" marcó el tono de su presidencia, es de esperar que el llamamiento de Biden para poner fin a la "guerra incivil" definirá el suyo. Las presiones sobre él y las expectativas son inmensas. Debemos desearle suerte y esperar que tenga éxito. EEUU, y el mundo, no pueden darse el lujo de verlo fracasar.

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