Desde principios de octubre, el nivel promedio del río Amazonas llegó a bajar 25 centímetros por día.

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La selva amazónica enfrenta una grave sequía que podría afectar a medio millón de personas

Lagos y arroyos se secaron, eliminando los accesos a los principales ríos y, por lo tanto, a las ciudades que funcionan como ejes comerciales para el abastecimiento de la población rural
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02 de octubre de 2023 a las 05:03

Más de un centenar de delfines rosados y millares de peces muertos en el casi seco Lago do Aleixo en la cuenca del río Amazonas, a escasos kilómetros de la ciudad de Manaos, la puerta de acceso a la principal selva tropical del mundo, son apenas un signo de la grave sequía que afecta a la región norte de la Amazonía brasileña.

No lejos del turístico lugar donde se encuentran las aguas negras del Río Negro y las marrones del Solimoes, dos de los principales afluentes del Amazonas, el lago ha casi desapareció dejando una gran extensión de suelo agrietado. Allí, donde antes abundaba el agua, hoy apenas queda unos pequeños arroyos.

Sobre un estrecho hilo de agua, un hombre sin camisa empuja trabajosamente una canoa en la que transporta un refrigerador. El agua apenas le llega a las rodillas. A su lado, cargada con una pesada bolsa de plástico, María Auxiliadora da Silva, una jubilada de 62 años, intenta mantener el equilibrio sobre el tronco de un árbol tirado en el suelo para evitar hundirse en el fango camino a casa.

"No tenemos adónde ir, así que nos quedaremos hasta que vuelva el agua", dice mientras mira con tristeza su casa flotante de madera atrapada en el barro. "Antes aguantaba bien flotando en el lago, ahora está toda dañada", dice la mujer de pelo rizado y canoso recogido en un moño. A su alrededor, decenas de embarcaciones quedaron varadas en el fangal.

No muy lejos, un barco de dos pisos destinado al transporte de decenas de pasajeros por las vías fluviales de la zona está escorado. Como si se trata de una burla cruel del cambio climático, la inclinación pone de relieve el nombre de la embarcación: “Victoria de Jesús”, se puede leer en una de sus bandas.  Graciete Abreu, una agricultora de 47 años, mira con angustia el paisaje.

La mujer vende sus verduras en un mercado del distrito de Colonia Santo Aleixo, cerca del lago desaparecido, a unos veinte kilómetros al este del centro de Manaos. Para transportar sus mercancías desde su finca a orillas del Río Negro, normalmente sólo necesitaba navegar a bordo de una pequeña embarcación.

La ausencia de lluvias significativas que provoca el déficit hídrico lo cambió todo. "Llevamos la canoa hasta el lugar donde todavía hay agua, la arrastramos un poco por el barro y la abandonamos para terminar el recorrido a pie", explica la mujer,  que viste una gorra azul con trozos de tela que le protegen el cuello del inclemente sol.

Según dice, más allá de los daños materiales, la sequía también tiene "efectos psicológicos". La desoladora escena se repite en Marina do Davi, uno de los principales puertos fluviales de Manaos, donde decenas de barcos están varados. "Trabajo en el transporte fluvial y la mayoría de mis barcos están inutilizables", suspira Raimundo Bernardo, un empresario de 43 años.

El viernes, el gobernador Wilson Lima declaró el estado de emergencia en 55 municipios de Amazonas, incluido Manaos.  Las autoridades locales adoptaron una serie de medidas para ayudar a las poblaciones afectadas, como la distribución diaria de 50.000 almuerzos. La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, anunció que el gobierno federal también enviará ayuda.

Según los funcionarios, la "emergencia hídrica" pone en "riesgo el suministro de alimentos, la provisión de agua potable y el transporte no sólo de alimentos, sino también de productos de primera necesidad, como artículos para higiene y medicamentos" en una región habitada por unos 4 millones de habitantes, entre ellos un gran número de indígenas y pequeños campesinos que dependen de la selva y sus recursos.

Los especialistas señalan que la región sufre actualmente el fenómeno de El Niño, el evento climático que reduce la formación de nubes y, por lo tanto, las precipitaciones. Sus efectos son cada vez más intensos en una región particularmente vulnerable al cambio climático”, alertó Silva al anunciar el envío de ayuda.

La funcionaria estimó que de agravarse, unas 500.000 personas hacia finales de este año podrían ver limitando el acceso a alimentos, agua potable y otros suministros. Además, las pronunciadas bajantes que registran los sinuosos ríos han dejado millares de peces muertos en estado de descomposición con el consecuente peligro sanitario al contaminar el agua en algunas zonas.

En Manacapuru, un pueblo a dos horas en auto de Manaos, los peces se lanzaron desde las abrasadoras y poco profundas aguas en un intento desesperado por sobrevivir. El olor a podredumbre llena el aire.

“La situación es cada vez más difícil. Necesitamos agua para beber y bañarnos. Antes la extraíamos del río, pero ahora tenemos que traerla en bidones desde la ciudad”, explica Caroline Silva dos Santos, una comerciante de 19 años.

Según el Instituto Nacional de Meteorología (INMET), en Manaos los termómetros llegaron a marcar 38,7 grados centígrados durante esta semana, con lo que la ciudad vivió el día más caliente del año. En Manacapuru, la temperatura trepó a 39,1 grados centígrados, la más alta desde 2015. A su vez, la humedad relativa del aire cayó al 39 %, un fenómeno nunca visto en la región. Los especialistas del INMET prevén que la sequía se intensifique.

El cambio climático, que exacerba las sequías al hacerlas más frecuentes, prolongadas y graves, aumenta la evaporación, reduce el agua superficial y seca los suelos. El impacto en los ecosistemas afecta a muchas especies. Es el caso del delfín rosado, también conocido como “delfín del Amazonas”, una especie en peligro de extinción.

El Instituto Mamirauá, un ente regional financiado por el Ministerio de Ciencia de Brasil, ha lanzado una alerta. Científicos y activistas están tratando de poner a salvo a algunos ejemplares, transfiriéndolos desde lagunas y estanques a los cuerpos principales de los ríos, donde el agua tiene una menor temperatura. La operación, no obstante, no es fácil debido a la lejanía de la zona. Tampoco es una estrategia que asegure la sobrevida de los delfines.

En Tefé, donde viven unas 60.000 personas, los barcos ya no pueden llegar al puerto, ubicado en el centro de la ciudad. Muchos lagos y arroyos se han secado, eliminando el acceso al río Amazonas y, por lo tanto, a las ciudades más grandes que funcionan como ejes comerciales. En Manaos, en tanto, en tanto, el nivel del agua llegó a 16,6 metros, la cota más baja desde la sequía de 2010, cuando alcanzó los 13,6 metros.

Desde principios de octubre, el nivel promedio del Amazonas llegó a bajar 25 centímetros por día. Ahora, la tendencia se ha ralentizado a seis centímetros diarios, pero nada señala que las precipitaciones pueden revertir el panorama en el corto plazo. De momento, se espera que la disminución continúe al menos hasta principios de noviembre, cuando se estima que llegue a la región la temporada de lluvias.

Los expertos del INMET explican que problema no es nuevo. Desde 2004, la disminución en los niveles pluviales ha ocasionado que el nivel Amazona bajara cerca de dos metros. Para peor, la sequía llegó tan solo unos meses después que fuertes inundaciones arruinaran cosechas y devastaran a comunidades enteras.

(Con información de agencias)

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