Leonardo Carreño

La aprobación presidencial al son del coronavirus

Tiempo de lectura: -'

14 de agosto de 2020 a las 21:27

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Los sondeos de opinión pública muestran que el presidente Luis Lacalle Pou sigue logrando sostener niveles de aprobación altos. Según datos divulgados esta semana por Equipos-Mori, 59% de los entrevistados aprueba la gestión presidencial. De todos modos, la encuesta registra un retroceso de 4 puntos respecto a la medición de junio. Para analizar estos números vale la pena ponerlos en contexto. El blog de Diálogo Político ofrece información sobre 17 países de América Latina, América del Norte y Europa que ayuda a observar con otra perspectiva los datos sobre Uruguay.

Cuando un país recibe un shock externo adverso, y los principales actores hacen una pausa en la competencia política, se genera lo que el politólogo John Mueller caracterizara hace medio siglo como rally around the flag2. La información de opinión pública presentada en el blog sugiere que este efecto ocurrió en todos lados. Al ponerse al frente del combate a la pandemia de coronavirus, los jefes de gobierno obtuvieron incrementos significativos en sus niveles de apoyo. Esta tendencia fue muy visible en América Latina. Como puede verse en el Gráfico 1, la popularidad promedio de los presidentes pasó de 42% en febrero a 52% en marzo, y 54% en abril. 

El incremento en los niveles de aprobación a los gobernantes es relativamente independiente de dos factores que han estado en el centro de la discusión pública durante estos meses: los apoyos económicos otorgados a la población y la estrategia para asegurar el distanciamiento físico sostenido. Los gobernantes de Europa y América Latina contaban con recursos diferentes para enfrentar la pandemia. Los europeos disponían de estructuras estatales más potentes y de mayores recursos económicos que los gobernantes de nuestra región. En buena medida este factor estructural condicionó la respuesta a la crisis. En América Latina se apeló más al confinamiento de la población que a brindar apoyos económicos (Gráfico 2). Pero en todos lados el apoyo a los mandatarios creció.

A diferencia de la mayoría de los países de la región, y desafiando reclamos domésticos poderosos, el gobierno uruguayo optó por no implantar una cuarentena obligatoria. Esta estrategia, que dio muy buenos resultados gracias a la cooperación de la población, le permitió obtener un gran crédito internacional y fortaleció la imagen de nuestro país. Sin embargo, es discutible que la apuesta a la “libertad responsable” sea la principal causa de los altos niveles de aprobación presidencial de Lacalle Pou. En verdad, la evidencia sugiere que los presidentes que menos mejoraron su imagen o que, incluso en este contexto tan especial, la desdibujaron, fueron los que no tomaron medidas drásticas para minimizar el contagio. Los casos de Brasil, Estados Unidos y México muestran que los presidentes más reacios a tomar en serio el desafío sanitario perdieron una excelente oportunidad de capitalizarse políticamente. La comparación de Uruguay con Argentina aporta pistas interpretativas adicionales muy interesantes. Como puede verse en el Gráfico 3, Alberto Fernández, que optó por la cuarentena obligatoria (más allá de diferencias territoriales, y de avances y retrocesos temporales), tuvo durante mayo y junio niveles mayores de aprobación de su gestión que Lacalle Pou.

¿Por qué el presidente argentino logró mayores niveles de aprobación que el uruguayo? No me atrevo a ofrecer una explicación definitiva a esta pregunta. La hipótesis más sencilla es que cuanto más profunda la pausa en la competencia política, más intenso el efecto “rally around the flag”, y mayor el incremento suplementario de apoyo al presidente. Traducido al criollo. Especialmente durante el primer mes de la pandemia, gobierno y oposición se mostraron sensiblemente más unidos en Argentina que en Uruguay. En Uruguay, por un lado, la oposición pasó de desconfiar de las medidas adoptadas por el gobierno a tener que reconocer que estaban dando buenos resultados, y a apoyarlas. El gobierno, por el otro, no aceptó la propuesta de diálogo nacional realizada a fines de marzo por el Frente Amplio. El trámite de la ley de urgente consideración volvió a separar gobierno y oposición. La discusión del presupuesto quinquenal echará más leña al fuego. La competencia política en Uruguay no da tregua. No hay desempeño presidencial que la resista. 

EFE

Pasemos del pasado al futuro, del balance al prospecto. Los autores del estudio al que he estado haciendo referencia, tomando en cuenta el panorama global, lanzan una advertencia muy importante: “El efecto ‘rally around the flag’ parece haberse consumido. En términos de popularidad, lo que la pandemia dio, la pandemia lo quitó”.

En Uruguay algo de esto puede estar empezando a pasar. Si la pandemia sigue bajo control, a medida que la competencia política se siga incrementando, los niveles de aprobación del presidente tenderán a descender. Atender las demandas centrales que llevaron a la coalición multicolor a desplazar al FA se convertirá en el principal desafío. La creación de empleo y el combate a la inseguridad estarán en el centro de la escena. 

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.