Zuasnábar durante la entrevista con El Observador

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Ignacio Zuasnábar: la campaña será “muy agresiva” pero “atípica” porque gane quien gane el país irá “más o menos hacia la misma dirección”

El director de Equipos asegura que el escenario para 2024 es más favorable para el Frente Amplio pero que no hay un humor de "cambio inapelable"
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26 de noviembre de 2023 a las 05:00

Por Diego Cayota y Santiago Soravilla

Uruguay suele ser una excepción en la región. Por su estabilidad, su trayectoria económica y también por la situación política. Y eso volverá a quedar evidenciado, según el director de la consultora Equipos, Ignacio Zuasnábar, en la próxima elección. En los últimos años, a lo largo y ancho del mundo muchas elecciones han sido entre opciones totalmente opuestas y por eso, entiende el investigador en opinión pública, el caso de Uruguay es "atípico" porque gane el Frente Amplio o la coalición, la mayoría de la gente entiende que "el país va a estar más o menos yendo hacia la misma dirección". 

Zuasnábar asegura que el escenario actual es "más favorable" para la coalición de izquierda porque se parece más a la previa de aquellas elecciones que ganó pero –matiza– no hay un humor de "cambio inapelable".

A su vez, el sociólogo ve una "veta" de posicionamiento para Cabildo Abierto en los temas de seguridad y señala la "incertidumbre" que genera que la gran mayoría de los candidatos para las internas no tenga campañas presidenciales en sus espaldas.

A continuación un resumen de la entrevista que director de Equipos mantuvo con El Observador.

¿Cuál es la foto de la opinión pública a menos de un año de las elecciones? 

Si las elecciones fueran hoy, el escenario es más favorable al Frente Amplio. Sin embargo, falta mucho todavía para la elección y hay un conjunto de elementos del sentir de la opinión pública, que nos muestran que no estamos frente a un contexto de cambio inapelable, sino que hay muchos elementos que pueden sustentar la idea de continuidad. Si uno analiza estos elementos del conjunto del estado de opinión pública, debería concluir que tanto la narrativa y la oferta de continuidad como la oferta de cambio deberían ser competitivas hacia la elección de 2024. Creo que la campaña puede resultar decisiva sobre el resultado final. 

En marzo en un desayuno del CED dijiste que el escenario se parece más a cuando el FA ganó que a cuando perdió. ¿Se mantiene?

Hay muchos indicadores para intentar entender un contexto de opinión pública y uno de ellos es lo que llamamos ‘simpatía política’ o lo que la gente declara ante esa pregunta básica de ‘si las elecciones fueran hoy’. En ese sentido, el FA está en una posición en encuestas más parecida a la que estaba en la misma altura de 2003, 2008 y 2013, es decir por encima del 40%, que lo que estaba en intención de voto en las elecciones que perdió (1999 y 2019) donde marcaba en un poquito por arriba del 30%. 

Sin embargo, un contexto de cambio decidido implicaría que la gente estuviera profundamente insatisfecha con la economía, con el desempeño del gobierno, que hubiera un conjunto de indicadores que hacen a la construcción del clima de una sensación de cambio, que era lo que teníamos instalado en 2018 y en 2003. Hay algunos indicadores que más bien llevan la idea de continuidad y hay otros que llevan la idea de cambio.

¿Uno de esos que no va en línea con la idea de cambio es la aprobación del presidente? 

Es uno de los que incide. No es el más importante porque no hay reelección presidencial inmediata pero tenemos muy pocos antecedentes de presidentes con los niveles de aprobación como los que tiene Lacalle Pou, al menos hasta antes de la crisis por el caso Marset.

¿Álvaro Delgado, por ser el precandidato más oficialista, puede llegar a capitalizar la aprobación del presidente? 

Creo que sí. Esas traslaciones nunca funcionan de manera lineal, pero está claro que es un punto a favor que tiene.

Zuasnábar durante la entrevista con El Observador

¿Qué impacto tuvo la crisis por las revelaciones de Carolina Ache? 

Todavía no tenemos mediciones post crisis, estamos haciendo una medición ahora que va a captar plenamente el efecto. La incertidumbre sobre cómo afectará esta crisis está en el aire. Cuando analizamos en perspectiva la evolución de la evaluación de gestión del presidente, tenemos dos grandes fases. La gran luna de miel del manejo de la pandemia con niveles superiores al 55%, un episodio de caída a un nuevo escalón que el presidente ha mantenido (alrededor del 45%) y un episodio puntual, que fue el de Astesiano hace un año, y se transformó en el único momento en el cual el presidente tuvo una caída pronunciada en la evaluación que lo llevó a terminar el año 2022 con 39% de aprobación y 38% de desaprobación.

¿Las dimensiones de este caso y el de Astesiano se pueden llegar a comparar?

Hay algunos puntos que se pueden comparar. Son episodios que involucran a entornos cercanos del presidente y tienen algunas similitudes terminológicas. En su momento vimos que había una gran confusión de la opinión pública porque hay pasaportes, chats, cosas que durante el año pasado notamos que había una parte del público que ni siquiera diferenciaba demasiado el caso Astesiano del caso Marset, porque tienen estos puntos que son como ciertas casuísticas en común. ¿Ahora el público entenderá que es algo diferente? Todavía ese tema no está claro.

Sobre la participación del presidente, ¿hay similitudes entre los dos casos?

Es que no sabemos al final cuál es la conclusión del público. En el caso Astesiano, a fines del año pasado hubo una duda del público respecto a cuál era el grado de involucramiento del presidente en alguna de las circunstancias de aquel episodio. Creo que esas dudas se disiparon a lo largo del tiempo. Ahora ese proceso está en marcha, es un episodio abierto, hay instancias judiciales que están más bien cerca de terminar y otras cerca de iniciar.

Estamos hablando de la imagen del presidente, pero es evidente que los efectos del caso también van sobre el gobierno. ¿Cómo puede incidir eso en las diferentes candidaturas?

Creo que el punto central tiene que ver con esta idea de continuidad o cambio. Si la evaluación del presidente cae de manera significativa, ya sea por este hecho o por otros, porque todavía falta mucho para la elección, eso disminuye las probabilidades de continuidad. Y si el presidente llegara a crecer como en general han crecido otros presidentes al final de su período, probablemente eso sea un aliciente.

Uno de los comentarios que hizo Guido Manini Ríos en la crisis fue que Cabildo Abierto no tenía "ni al portero" en los ministerios involucrados. ¿Puede permitirle perfilarse aún más como ese socio díscolo?

Creo que hay una veta de posicionamiento en seguridad pública en la que Cabildo puede decir yo no participé activamente de las dos gestiones y construir a partir de ahí un posicionamiento distinto.

¿Los precandidatos parten todos del mismo lugar o hay algunos como Álvaro Delgado, Yamandú Orsi y Carolina Cosse que tienen un escenario más adelantado?

Pienso que todos parten de lugares distintos y eso es evidentemente interesante. Salvo Manini Ríos y Mieres, que ya fueron candidatos en las en las elecciones pasadas, en algún sentido para todos va a ser un escenario nuevo.  A mí lo que me parece más relevante del escenario es en términos de incertidumbre: no tenemos un Tabaré Vázquez que tenía tres o cuatro campañas electorales encima, no tenemos un José Mujica que tenía su bagaje político fuerte, no tenemos un Luis Lacalle Pou o un Jorge Larrañaga.

Los blancos llegan por primera vez a una interna en la que son gobierno. ¿Necesitan que sea competitiva o tienen que pasarla en calma?

Esas cosas no son contradictorias, te diría que hay algunos trabajos académicos que muestran que los escenarios ideales para las internas son los que son competitivos y en calma. Es decir, el problema es cuando son competitivos y sangrientos. 

¿Cómo observan los votantes del FA el posicionamiento de cada uno de los de los precandidatos? ¿Carolina Cosse está más a la izquierda que Yamandú Orsi y Mario Bergara más al centro? 

Efectivamente, el público los ve en ese orden. Después si uno ve las estructuras de apoyo, bueno Yamandú es visto más al centro que el MPP y Carolina es vista un poquito más al centro que el Partido Comunista. Entonces, está claro que Mario Bergara probablemente es el que está más cercano en la identificación.

Ese posicionamiento ideológico de Cosse un poco más a la izquierda, ¿es un punto a favor de cara a unas elecciones no obligatorias como las internas?

Al final del día depende de quienes votan. Si en las elecciones no obligatorias el electorado más movilizado está más a la izquierda es evidentemente un punto que puede jugar a favor de Carolina, si se moviliza más un electorado de centro el más favorecido bajo esta misma premisa podría ser Bergara y en segundo lugar Yamandú. Pero también es cierto que en el mundo en que vivimos –y todo llega a Uruguay–, no necesariamente los elementos ideológicos son los centrales a la hora de que estos electores terminen eligiendo candidatos. También empiezan a jugar factores de credibilidad y confianza personal.

No nos olvidemos además, hablando en fútbol, que elegir un candidato adentro de un partido es una decisión mucho menos relevante que elegir un partido. Entonces yo no voy a cambiar el equipo de fútbol del que soy hincha pero si hablamos de quién quiero que juegue de 9 el domingo y bueno capaz que hoy quiero que juegue de 9 uno y el domingo quiero que juegue otro. Eso puede variar muchas veces a lo largo de la campaña, entonces lo importante para un partido es tener varios 9 que estén en condiciones de jugar.

¿Cómo pueden repercutir en el FA las distintas posturas sobre el plebiscito del PIT-CNT sobre seguridad social? 

Eso no se puede anticipar porque creo que va a depender mucho de la posición de los actores. Primero en la interna sindical. Hubo voces discordantes o diferencias de opinión en el proceso que desembocó en la convocatoria. Finalmente hay un compromiso de todo el PIT-CNT de apoyar este proceso. Seguramente algunos sindicatos lo pueden hacer con más ganas y otro con menos. En segundo lugar, más importante aún, faltan definiciones en la propia interna del Frente Amplio. ¿Con qué nivel de entusiasmo los distintos candidatos se pararán frente al proceso de recolección de firmas y eventualmente después hacia un eventual plebiscito?

¿Pero puede haber un impacto en el hecho de que el FA quede dividido en un tema que va a tener cierta relevancia en la campaña?

Hay que ver cuán dividido. Hay diferencias de opinión que son legítimas y se pueden transitar sin mayores heridas y hay otras que no. Por el momento eso no está cerrado. 

¿Ahí es clave el pronunciamiento de Cosse?  

No solo el pronunciamiento sino la acción. Hemos tenido otros casos. En el ‘96 estuvo la diferencia entre Vázquez y Seregni que terminó siendo un conflicto fuerte dentro del FA pero que tampoco puede decirse que le generó daños. A veces hasta puede ser positivo. 

¿Es un efecto no deseado, para los promotores del plebiscito, que Lacalle Pou participe de la campaña?

Creo que tiene dos lecturas. Una es que si el presidente se involucra va a elevar el tema en la opinión pública y eso puede eventualmente hasta terminar ayudando a los impulsores del referéndum porque le da visibilidad. Porque una cosa es estar gritando solo en la selva y otra cosa es tener contra quién rugir. Pero por otro lado está claro que hay un presidente con una aprobación alta que está defendiendo una ley, por lo pronto debería tener capacidad de alinear una parte importante de su propio electorado.

El Partido Colorado es el que se ha mostrado más alineado al gobierno y dice que es el socio leal. ¿Cómo le puede repercutir electoralmente? 

Cuando uno hace el balance, la coalición ha tenido muchísimos más momentos de unidad y consenso que de diferencia y ruptura. En los momentos de disenso Cabildo ha mostrado una posición con más diferencias que la del Partido Colorado. Yo no creo que estas diferencias sean impostadas. El problema del Partido Colorado no es tanto su posicionamiento más cercano al Partido Nacional, sino la interrogante que hay sobre el proceso de desarrollo de candidaturas. 

Zuasnábar durante la entrevista con El Observador

Esa oferta amplia con seis candidatos confirmados, ¿le juega a favor o en contra?

Sin duda que le juega a favor. El hecho de ejercer el gobierno también te da la posibilidad de tener cuadros políticos en lugares visibles y creo que desde el inicio de este gobierno, hubo muchos dirigentes colorados que, cuando ponían su cabeza en la almohada, estaban soñando eventualmente con poder ser candidatos a presidente.

El Partido Colorado, al igual que Cabildo, está en una situación muy ambivalente porque si uno mira las encuestas de intención de voto, están claramente por debajo del Partido Nacional. Sin embargo, durante este periodo se ha producido una consolidación en el electorado uruguayo, un cambio muy relevante que se acelera porque ya se viene dando desde hace décadas, que es la construcción de un espíritu de coalición que se define en buena medida por el anti-frenteamplismo. Puede empezar a haber mayor volatilidad interna dentro de la coalición de lo que hubo históricamente. Entonces, si el Partido Colorado encuentra un candidato que tuviera un buen desempeño en campaña eventualmente tiene un nicho desde el cual crecer potencialmente. A Cabildo Abierto le pasa lo mismo.

¿Hay lugar para un tercer modelo como plantea CA?

Sí, hay espacio porque el argumento de Cabildo se complementa con la idea de decir que hay dos bloques, pero tres modelos. Es decir, Cabildo dice yo estoy de este lado del bloque, pero tengo otro modelo.

¿CA todavía tiene margen para presentarse como novedad dentro del sistema político o eso ya lo agotó todo en 2019?

Tanta novedad no, pero creo que tiene espacio, por dos razones. Primero porque hay incentivos para que el Partido Nacional y el Partido Colorado, en la recta final de la campaña, se orienten a buscar el electorado de centro. Y eso puede dejar huérfano al electorado de derecha que ve a Cabildo con mejores ojos que a propuestas de los partidos tradicionales que vayan hacia al centro. Y lo que decía de la oportunidad para diferenciarse en temas de seguridad pública. 

¿Y el plebiscito de la deuda cómo puede incidir? 

Ese tema por el momento es muy confuso en la opinión pública. Hay muy poca información, es un tema que no está todavía suficientemente discutido y no son visibles los alineamientos de los distintos líderes políticos.

La victoria de Javier Milei en Argentina significó una nueva victoria de la oposición. Trabajos académicos muestran que desde 2019 esto se repite en América Latina y que los oficialismos están teniendo problemas graves para retener el gobierno. ¿A qué se debe? 

Depende de muchos factores pero básicamente podemos simplificar esto en dos componentes: la economía y la política. La primera década del siglo XXI tuvo liderazgos políticos muy fuertes, teníamos los mega-presidentes con niveles de aprobación de 60%, 65%, 70% y economías muy florecientes gracias al ciclo de los commodities. En la última década, hemos visto unos niveles de alternancia mucho mayores y mucho más frecuentes. Y en el medio tuvimos la pandemia, que generó en la mayor parte de los países frustraciones económicas fuertes y frustraciones fuertes con sus gobiernos.

En Uruguay tuvimos como una situación intermedia, con opinión positiva sobre la forma en que el gobierno la condujo y un nivel de optimismo económico relativamente alto en términos comparados. En el mundo los electorados parecen crecientemente acelerados para llegar a conclusiones definitivas sobre balances positivos o negativos de los gobiernos, también tiene que ver con cambios en las formas de comunicación y un debilitamiento en general de la calidad del liderazgo político a nivel global.

¿Es por la necesidad de respuestas más rápidas?

Sí, sin dudas. Son cambios de valores de fondo, hay una cultura de exigencia de resultados más inmediatos. Son rarísimos los casos de continuidad, son las excepciones.

¿Te sorprendió la distancia entre Massa y Milei?

Sí y no. Creo que cualquier resultado que hubiera ocurrido en Argentina era una elección inexplicable, y también es cierto con el diario del lunes que todas las elecciones son explicables. Está claro que en coyunturas tan volátiles y con opciones que eran tan antagónicas, seguramente hubo mucha volatilidad y muchos electores argentinos estuvieron dudando en las horas previas si votar a uno o a otro o votar en blanco o nulo. Al final parece bastante claro que me parece interesante como un factor de análisis lo bajo que fue el voto blanco o nulo. 

Al final del día las campañas electorales son procesos que se inscriben dentro de un contexto. Está determinado por las sensaciones viscerales de la gente. Algunos estudios como Latinobarómetro muestran que hay alrededor de un 30% de la sociedad argentina que pedía un cambio radical. Un ‘queremos quemar todo’ digamos. Y ese es el contexto en el cual emerge Milei. No es un fenómeno de oferta, sino de demanda. 

Se ve en el humor, entonces.

Claro, en el humor de la sociedad. Por lo general cuando sienten que las cosas van bien, son más proclives a la continuidad, y si están muy enojados, se van generando estos contextos de cambio.

¿Y acá en Uruguay el humor es más o menos neutro o de alguna manera lo podemos definir como un humor positivo?

Es que depende del indicador. Si vos miras el humor hacia el gobierno es más positivo que negativo, el humor en la economía es más ambivalente, el humor hacia la inseguridad es más negativo que positivo. El humor de la intención de voto, que es el indicador que de alguna manera resume, hoy es algo más favorable al Frente Amplio que a la coalición. Y después está el humor hacia los candidatos que lo veremos. 

Otra cosa que puede ser interesante, volviendo al electorado del medio, es que yo tengo la sensación de que en Uruguay estamos viendo una elección bastante atípica. Porque en el mundo hoy estamos viendo elecciones donde una parte de ese público que está en el medio siente que si elige A o elige B va a llevar a su país a lugares muy distintos, entonces son alternativas angustiantes. Yo creo que una parte importante de ese público intermedio en Uruguay hoy no tiene esa sensación y que más bien tiene la sensación de que si hay una continuidad del oficialismo o si hay un cambio el país va a estar más o menos yendo hacia la misma dirección.

Entonces es una elección atípica porque por más que vamos a ver una campaña polarizada, y ahí tenemos un factor desagradable a mi juicio y del cual no vamos a escapar que es la hiperpolarización política, una campaña muy agresiva entre los bloques y que eso pueda darnos esta sensación de inconformidad, hoy el humor de una parte importante de esta población intermedia, respecto a la forma en que el oficialismo gobernó y respecto su evaluación sobre cómo el Frente Amplio gobernó el país tiene en realidad pulgar para arriba en ambos casos.

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