Diego Battiste

La falta de empleo es un problema que supera al drama viral

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07 de mayo de 2020 a las 15:54

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Los que antes me preguntaban si “sabía” a cuánto iba a estar el dólar a fin de año, cambiaron la inquietud por otra que es tan imposible de “pronosticar” como la primera: quieren saber cómo estará el mercado laboral, para cuando la crisis del covid-19 haya dejado de ser tal.

Mucha gente se piensa que los periodistas sabemos más de lo que contamos, y que tenemos respuestas imposibles de obtener. En tiempos de elecciones, la pregunta es: ¿quién va a ganar?, como si el resultado estuviera guardado en una caja fuerte a la que algunos privilegiados y otros hiper curiosos pudieran acceder.
 
Podremos consultar a los mejores especialistas en manejar modelos que proyecten una tendencia, pero nadie puede tener “el” dato del futuro. Aclarado lo obvio, reconozcamos que hay algunas certezas que parten de una realidad determinada por el pasado reciente, por el presente que vivimos y por una mirada hacia el futuro, debido a las condiciones de transformación productiva y tecnológica. 

Desempleo juvenil, el mayor golpe

El empleo asoma como un problema complicado para mucha gente que no tiene habilidades o capacidades desarrolladas para ser útil al que contrata personal.
 
No puede haber certeza sobre una tasa de empleo o de desocupación del futuro, pero sí hay certeza sobre dificultades que sufrirán muchos uruguayos.
 
Hay datos que son contundentes, que no se dan ahora en medio de esta tormenta, sino que se han instalado hace años: el desempleo juvenil en Montevideo estaba en algo menos de 32% cuando el Frente Amplio llegó al gobierno y cuando ya había comenzado lo que sería una década de crecimiento fuerte inusual.
 
En la primavera de 2011 llegó al punto más bajo, 15,7%, pero luego comenzó a repuntar para terminar el “período progresista” en 32,5%, o sea más alto que al inicio de esa era de 15 años, pese a que en cada año hubo incremento del Producto Interno Bruto (PIB).
 
Ese “desempleo juvenil” urbano más alto que cuando se salió de la triple crisis financiera de inicios de siglo, fue previo al estallido de la crisis de esta maldita enfermedad. Y eso habla de una dificultad que hay en el Uruguay, previa al virus.

El desempleo está subiendo, y eso se reflejará en próximos reportes del INE pero ya está crudamente planteado en los análisis de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), que recomiendan una inyección grosera de recursos públicos para que dentro de un tiempo posterior a la salida de la crisis del covid-19, se pueda volver a los niveles pre-pandemia.
 
Eso implica que Uruguay deberá hacer un esfuerzo para que en empleo juvenil se pueda recuperar los datos malos de final del anterior gobierno, lo que igual estará lejos de los buenos datos de casi una década atrás.
 
¿Habrá lugar para todos en el nuevo mercado laboral post-coronavirus?
 
Las batallas tienen ganadores y perdedores, pero aún dentro de los ganadores siempre hay bajas. Una crisis económica suele dejar muertos (empresas cerradas), heridos (compañías que deben reestructurarse), lesionados (firmas que quedan peor que antes y deben hacer ajustes), así como otros salen airosos (los que no sufrieron el impacto y siguen fuertes).
 
Pero dentro de los “airosos” hay miembros que también sufren, lo que puede ser un gerente desplazado o trabajadores que no vuelven a su lugar después que el temporal pase.
 
El ácido debate sobre “continuar con un crecimiento salarial” o de al menos “mantener el poder adquisitivo sin rebaja”, y la sacralización de los Consejos de Salarios tripartitos, pierde relevancia ante la necesidad de priorizar el nivel de ocupación.
 
El debate seguirá, los sindicatos no cederán en la lucha por derechos conseguidos, pero habrá mucha presión por el puesto de trabajo, por mantenerlo, por recuperarlo, por no arriesgarlo.
 
El nivel de empleo no depende de la buena voluntad, ni la creación de puestos de trabajo se decreta o se acuerda en una sala de pactos.
 
En el sector público, la restricción está dada por un resultado fiscal de alto déficit, en camino a deterioro importante y con dificultades para corregirlo, mientras el PIB se achica, la deuda aumenta, y la relación de endeudamiento-producto obviamente empeora.

En el sector privado, la restricción es la de una rentabilidad poco tentadora para los que tienen que poner capital en riesgo. La inversión privada viene en baja desde 2013 y salvo lo de UPM2, no aparecen inversiones de gran porte para generar muchos puesto de trabajo, salvo lo que está asociado a la construcción. Al menos en el corto plazo.

El nivel general de empleo viene bajando cada año desde 2015. 

Siempre recurro a “Dany Quinn” para conversar sobre miradas de largo plazo; me divierte provocarlo con ese apodo que le puse hace años, para compararlo con el “quijote austeriano” de una novela neoyorquina, y lo hago con preguntas y repreguntas que lo obliguen a explicar el por qué de las cosas de la City y los negocios. Es un veterano del mundo empresarial y financiero, que podría jubilarse pero no soportaría esa calidad, y se mantiene activo.

“¡Realista! Ni pesimista, ni optimista. Te digo lo que es, aunque te guste o no. Si no, ¿para qué me llamás?”, dice “Dany” luego que le cuestionara su respuesta áspera sobre el mercado laboral.

Responde con un montón de ejemplos concretos, del hijo de Lucía que era empaquetador de supermercado, del esposo de Carmen que era portero de edificio, de Julia que trabajaba en una inmobiliaria esteña, de Viviana que es agente de turismo en suspenso, de Adalberto que era boxeador amateur y obrero de una curtiembre que cerró...

Le digo que las calificadoras de riesgo ratifican el “grado inversor” al Uruguay, que los organismos internacionales elogian lo actuado por el gobierno y la “fortaleza institucional”, que empresarios argentinos transmiten “envidia” por lo que pasa de este lado, pero “Dany” es implacable: “mucho elogio pero no ponen un dólar en inversión de riesgo; dicen que se quieren venir a vivir, pero no ponen guita pura y dura en abrir en una empresa”.

Luego matiza sus comentarios y habla de reuniones con inversores de argentinos, chilenos y colombianos. Reconoce que no está todo quieto y que hay mucho negocio en la vuelta, pero advierte que no es para ilusionarse. “Sin rentabilidad, no hay inversión”, repite. Y sin inversión, no hay empleo.

Lo cierto es que Uruguay venía con un desempleo en alza y ya alto, que las perspectivas no eran de mejora para este año, que las contrataciones se limitaban a la construcción y poco más, y que la tecnología desplaza mano de obra no calificada, que no encuentra fácil reacomodo.

La crisis sanitaria achica extraordinariamente la plantilla laboral general, que podrá mejorar luego pero sin volver necesariamente al nivel previo a la caída, y si no hay condiciones de “flexibilidad” en el costo laboral, la prudencia se hará más fuerte en las decisiones empresariales de contratación de empleados.

El equipo económico trabaja en cambios en el régimen de promoción de inversiones para apuntalar el empleo, y saben que eso no es fácil.

“No es pesimismo, es lo que hay”, repite DQ mientras se desconecta del zoom.

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Soy Nelson Fernández, periodista y analista económico, columnista de El ObservadorHasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

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