Eduardo Espina

Eduardo Espina

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La fe es redonda

Escuché el partido en la voz de un relator en árabe y me emocioné, aunque la única palabra que entendía era "Alá".
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11 de octubre de 2017 a las 06:00
En la escuela y liceo tuve un compañero al que llamábamos "momia". Tenía un talento excelente para correr lo menos posible cada vez que jugábamos el fútbol. Era un experto en lentitud. De ahí el apodo. Lo suyo era la casi inmovilidad de manera profesional.

Años atrás, como más de una década, me escribió para decirme que leía esta columna y de paso hacer una aclaración respecto al sobrenombre con el cual lo habíamos bautizado. Me dijo que en los negocios, a diferencia de su pasado en la cancha, era rápido. Recordé a "momia" el domingo a mediodía, luego de ver completo por internet el partido entre Egipto y Congo que terminó con triunfo de los primeros por 2-1.

Qué partido. Hacía tiempo que no veía uno tan emocionante, que tuviera de principio a fin tanta carga emocional. Tiempo atrás, después de leer un libro sobre la historia del fútbol en África, llegué a la conclusión de que a los egipcios les apasiona el principal de los deportes desde los tiempos ancestrales en que los muertos principales eran momificados, en espera tal vez del día en que entrarían al reino no como carne convertida en polvo, sino como cuerpo entero que pudo sobrevivir completo incluso después de la muerte.

Los egipcios sobrevivieron el domingo un partido de infarto, con definición y júbilo al final del partido, luego de que la momentánea adversidad se hiciera presente. Les empataron cuando acababa el match, y antes de que terminara por completo lograron romper el equilibrio.

Tras 28 años de sequía mundialista –algo nuevo incluso para un país desértico- volverán a participar en el principal de los torneos deportivos. Es algo así como una momia convertida en Lázaro a la que le dicen, levántate y anda, y lo hace, anda.

Cuando vamos a la ópera, a escuchar a Verdi, por ejemplo, disfrutamos del espectáculo aunque no sepamos ni una palabra de italiano. El domingo escuché el partido en la voz de un relator en árabe y me emocioné, aunque la única palabra que entendía era "Alá".

Aunque no tengo planeado cambiar de religión (ya no estoy para esos trotes), digo esta semana, como uniéndome al coro de agradecidos: "Gracias Alá, por la vida, por el fútbol, que, tal cual sabemos, son lo mismo".

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