Pita en el Dakar

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La increíble experiencia de Patricia Pita en el Dakar: hipotermia, pan y queso y la resistencia a los pañales

Patricia Pita, la primera mujer uruguaya en correr un Dakar y también en completar su recorrido, atravesó increíbles vivencias desde conseguir el presupuesto en Uruguay hasta adentrarse en el desierto Rub al-Jali, dormir en carpa y enterrarse en dunas
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29 de enero de 2023 a las 05:00

"El Dakar es la vida en 15 días, pasás por todos tipos de emociones, de sentimientos: te ponés feliz, triste, sentís miedo, impotencia, rabias, te emocionás y te vas superando", cuenta Patricia Pita, La hija del Loco Pita, su ídolo. La mujer uruguaya que hace historia en el mundo del automovilismo, que se animó a crecer en el rally argentino, que se rebeló dos veces ante el desánimo del retiro y que soñó con llegar a un Dakar hasta juntar billete por billete el presupuesto necesario y después completó su recorrido en las inhóspitas geografías de Arabia Saudita. 

Pita tiene 34 años. Creció entre los fierros con los pósters de Gustavo Trelles en su dormitorio. "Ahí viene el Loco Pita", gritaban los hinchas de su padre en el rally uruguayo. Y a la niña se le llenaba el pecho de orgullo. "Es mi ídolo desde toda la vida, un demente, todos entraban normal y él entraba de costado, contra el alambrado. Cuando le veía la cara al bajar del auto... Quería saber qué sentía mi padre", recuerda. 

Cuando llegó al Dakar y los españoles vieron el Ancap ploteado en su auto se alegraron por ver a la marca de nuevo en carrera y le empezaron a contar historias de Trelles. 

Pero ahora la que escribe sus historias es Patricia. En febrero del año pasado decidió salir del retiro para correr el Dakar. "Le había dicho a mi psicólogo que me retiraba, que correr no me estaba llenando. Me dijo que le parecía bien, pero que si me decidía a volver tenía que ir por algo más grande". Ya se había retirado en 2018 cuando corría en Argentina y le rebajaron el presupuesto y tras un accidentado retorno a Uruguay en 2021, también decidió colgar el casco. 

Con Ruben García, su copiloto

Para pegar la vuelta fue a golpear la puerta de las empresas para buscar la financiación de su sueño. "¡Qué bueno! ¿Y cuánto se precisa?", fue lo primero que le preguntaron. Ya tenía los números en la cabeza. Nada más y nada menos que US$ 100 mil. "¿Y cuánto tenés?" "Nada". 

En una de las puertas golpeadas fue recibida por el presidente Luis Lacalle Pou, por la vicepresidenta Beatriz Argimón y por autoridades de la Secretaría Nacional del Deporte. Así terminó consiguiendo el apoyo de Ancap. "Para mí fue un orgullo, más allá de lo político-partidario, por el valor que tienen las instituciones", afirma. 

"Llegué con mucho estrés, con complicaciones económicas, con mucho peso de piedras sobre la espalda", rememora. Juntar un presupuesto tan grande de a pequeñas sumas fue todo un Dakar a la uruguaya. "Llegaron momentos en que tenía que pagar costos de US$ 30 mil o US$ 50 mil y todavía no tenía el dinero y tenía que salir a pedir prestado. Me llegué a quedar afónica de tanto hablar y explicar mi proyecto". 

Pero llegó. A la uruguaya. Con un equipo chico. Ruben García de copiloto, un mecánico español con su esposa y un ayudante, especializados en rally, pero no en Dakar. Sin ingenieros, sin camión de asistencia mecánica, sin motor home para dormir con comodidad. Sin cocineros, sin mecánicos especializados. 

"Dormíamos en carpas porque el motor home era caro. Dormir en carpa quita muchas horas de sueño porque hay que llegar al vivac, armar la carpa, inflar los colchones, llevar las cosas a los baños para bañarse. Dormir en el desierto fue una sensación muy imponente; en la etapa maratón dormimos sin la gente del equipo y estábamos solos y todavía había 40 autos compitiendo entre las dunas, fue muy satisfactorio". 

Pita en el Solís, con indumentaria deportiva

El sorprendente frío que la expuso a la hipotermia

Tuvo que atravesar 8.400 kilómetros en un clima que la sorprendió porque la temperatura no llegó a superar los 26-28 grados. "No sabés el frío que pasamos", revela. 

"En la zona norte salíamos a la mañana muertos de frío, en el tramo entrábamos en calor, pero pasábamos por ríos y nos mojábamos. Además, el auto es abierto, totalmente expuesto al viento y cuando hacíamos enlaces de 250 kilómetros para volver al vicac nos volvíamos a morir de frío, al borde de la hipotermia. Hubo días de tormenta y hasta de granizo, llovió lo nunca visto en el desierto".

En sus palabras se desprender términos típicos del Dakar. Los enlaces son los tramos que unen los puntos de llegada de cada día de carrera con el vivac, o base de campamento de la carrera, desde donde se sale al día siguiente. "De los 8.400 k, la mitad eran de carrera y la otra de enlaces", cuenta Pita. 

El rechazo al curry y la salvación de los mostacholes

"Mi dieta se basa en proteínas con carbohidratos, pero lo sufrí mucho. La comida allá era muy picante, todo tenía curry. Llegó un momento en que necesitaba carne y no había, todo tenía salsa picante. Me gustaba el curry, pero ahora no lo puedo ni oler. A partir del 1º de enero siempre había una estación de pasta, mostacholes con salsa crema o salsa de tomate. Me pasé comiendo eso siempre. Y además me armaba refuerzos de queso". 

En la mochila que llevaba a cada carrera cargaba con barras de cereales, maní, algún enlatado y galletas provistas por la organización. 

"Cuando cargaba nafta tenía siete u ocho minutos y ahí se comía lo que se podía". 

El día que llegó a manejar más tiempo estuvo 12 horas arriba de su Side by side, autos que en Latinoamérica son conocidos como UTV. "Tienen un recorrido de suspensión muy grande, como de cuatro metros, y pasan por arriba de todo. Hay dos subcategorías, la T3 que admite prototipos o experimentos o chasis de autos que se desarrollan de manera privada que fue en la que corrimos nosotros, y los T4 que son de producción de masas". La velocidad máxima que tienen está topeada en 130 kilómetros por hora, pero esa marca la alcanzaron en contadas ocasiones por las topografías a las que debieron enfrentarse. 

Su Side by Side en acción

El drama de poder ir al baño

Tanto el piloto como el copiloto llevan detrás de sus butacas un camel back o una mochila con agua que lleva un caño hacia los tripulantes para hidratarse sin tener que hacerlo desde una botella de modo tal de estar enfocados en la conducción. 

Pero orinar es todo un procedimiento, sobre todo para las mujeres, sobre todo si se tiene en cuenta que un Dakar es una carrera contra el tiempo donde gana el más rápido y donde manejar en horas de la noche amplifica los riesgos de la aventura. 

"Para poder orinar me tenía que bajar el mameluco que tiene además una ropa interior, vas transpirada por la carrera, te cuesta sacarlo y también volverlo a poner. Probé tres veces ponerme pañales que es lo que hacen las corredoras, pero no pude. Es algo que tengo que rever para el año que viene. Me daba tremenda rabia tener que frenar, hasta que llegaba un momento que era imposible, frenaba y me tiraba abajo del auto para poder hacer", revela la pilota.  

Enterrarse en las dunas y palear como en la playa Malvín

"Corrimos por dunas, por arena, tierra, talco, piedra, caminos muy rotos, trial de subir con piedras, caminos viejos comidos por las dunas, ríos secos, que los llaman wadis, los chots que están entre los paquetes de dunas que son valles de ríos secos agrietados, una superficie muy densa que no es dura porque la pisás y tiene unos centímetros esponjosos y la tracción del auto ahí es muy pesada. También por fesh fesh que es una especie de tierra-talco en la que abajo se forman pozos y es muy incómodo por todo lo que vuela, y muy complejo si tenés un auto adelante porque ese talco se te mete por las antiparras, las narinas, por todas partes. Hubo dos etapas 100% arena", cuenta Pita. 

"Corrimos en el Empty Quarter donde estaban los chots, un desierto donde el Dakar llegó a donde no entra nadie", comentó sobre el desierto cuyo nombre original es Rub al-Jali donde ni los beduinos locales se adentran. 

"En muchos momentos tuve miedo. Este rally te enseña a enfrentarte con tus propios miedos y es una de las satisfacciones más grandes superar tus propios límites. No hay piloto que en algún momento no haya tenido miedo. En la noche tenés dunas gigantes que no ves dónde terminan. En el día las ves, podés ver los trazados, las marcas de un camión, pero de noche no ves el tamaño ni dónde terminan, es muy estresante manejar de noche, me generaba terror antes pero cuando empezás a transitar te das cuenta que lo podés hacer. Terminás una etapa y te queda la sensación de lo difícil que fue y que la superaste, porque lo que vas superando son tus propios límites". 

"Lo que más me gustaron fueron las dunas, porque requiere mucha concentración, pero le agarré la mano. Cuando estás en la cresta, si frenás antes de tiempo, la panza del auto queda en la cresta, pero si pasás demasiado rápido, el auto tumba. Nunca tumbamos, pero nos enterramos como seis veces en las dunas y es una sensación rara. Pasa cuando la arena viene muy espesa y cuesta la tracción y llegás con muy poca potencia o porque venís con mucha potencia y no sabés que hay del otro lado y te da miedo y frenás, ahí se hunde y hay que sacar la pala".

Las palas son livianas y si bien cumplen la misma función no son las que se conocen en mundo de la construcción. "Cuando te enterrás hay que bajar a sacar arena, con la pala o tirándote boca abajo para sacarla con los dos brazos. Practiqué mucho antes de ir en la playa Malvín. Iba al mediodía con una pala y me moría de calor, nada que ver con lo que fue el clima de Arabia". 

El Dakar 2024, una obsesión que ya se instaló en su cabeza

Al Dakar viajó como representante de Peñarol

"Desde febrero de 2022 no hubo un día que no me despertara con el Dakar en la cabeza. Cuando llegamos al final del recorrido, pensé que iba a pensar en un momento en que iba a decir: 'ya está, lo logré'. Pero no pasó porque me paso pensando cómo volver mejor, más fuerte, con mejores recursos, esa paz no me llegó, estoy pensando en volver en 2024 y para eso pensando en cómo llegar mejor, corriendo el cross country de Chile y también una fecha del Mundial de cross country en Argentina". 

"Le debo todo a mi psicólogo Diego Martínez, hicimos un trabajo excepcional en tiempo récord. La cabeza limpia para poder correr la tuve recién en las últimas semanas. Me ayudó a bajar a realidad, enfrentar situaciones de como sobrellevar problemas mecánicos, cómo reaccionar, a qué herramientas recurrir, eso fue vital para poder sobrellevarlo, fue lo que me mantuvo en carrera", explica. Hubo dos etapas que Pita no pudo largar por fallas mecánicas. El equipo desarmó el motor intentando llegar al problema, pero la falla estaba en la bomba de agua. Eso le impidió traerse la medalla que solo consiguen aquellos pilotos que llegan al final del recorrido sin ser penalizados. Por eso también piensa en volver el año próximo. 

 

 

 

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