Ecclestone y su exesposa Slavica Radic

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La increíble historia de Bernie Ecclestone, el dueño de la Fórmula 1

Pagó 100 millones para evitar ser enjuiciado por corrupción; por ahora podrá seguir siendo el dueño de la Fórmula 1, pero puede ser el principio del fin para una historia de ambición y control total
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07 de agosto de 2014 a las 19:38

Le dicen el patrón, y no están muy errados. En cualquier deporte de primer nivel mundial sería casi imposible encontrar un hombre que acumule tanto poder. Pero además, Bernie Ecclestone es una caricatura de personaje: multimillonario, excéntrico, siempre rodeado de mujeres hermosas, mucho más jóvenes -y más altas- que él con su 1.60 de estatura.

Más allá de la caricatura es el hombre que le cambió la cara al automovilismo, que un día se lo adueñó, y que cuando se vio amenazado de perderlo buscó cualquier maniobra para impedirlo. Y si bien acaba de zafar de la cárcel gracias a una jugada con su sello, esa lucha desesperada por mantener el negocio puede costarle el fin de su reinado.

Ecclestone escapó el martes a un juicio de corrupción donde se enfrentaba a 10 años de cárcel. Fue acusado de sobornar a un banquero con US$ 35 millones para mantenerse con el control de la empresa que tiene los derechos comerciales de la Fórmula 1. No zafó con pruebas de inocencia, sino pagando US$ 100 millones para cerrar el caso, la mayor cifra que haya recibido la Justicia alemana por un acuerdo extrajudicial. Eso impedirá saber si Ecclestone fue culpable o no. Mientras tanto, el banquero está preso por haber aceptado esa plata, en una jugada magistral de Bernie.

Su historia
Como lo marca el manual de los hombres de su estilo, Ecclestone se hizo a sí mismo. Hijo de pescadores humildes, vendió autos cuando tenía 20 años, y llegó a la Fórmula 1 para ser manager del piloto Johan Rindt, que murió en pocos años después.

Los siguientes pasos fueron decididos. Compró la escudería Brahbam, con lo que ganó un lugar en la mesa de decisión de la Fórmula 1. Tuvo la visión para darse cuenta que la categoría podía ganar mucho más dinero. Por eso convenció a las escuderías que tenían que cambiar la forma de vender sus derechos: en lugar de por carrera, Ecclestone propuso venderlas como un paquete.

Dueño por 100 años.
Ya con poder, fundó la empresa Formula One Promotions and Administration (luego cambió de nombre varias veces), que en 1979 adquirió los derechos comerciales de la Fórmula 1. Lo hizo mientras era gerente de la FOCA, la organización que reúne a todas las escuderías. Sí, leyó bien, firmó el contrato ocupando ambos lados del mostrador. Y en 2005 logró uno de los acuerdos más vidriosos de la historia: compró en US$ 360 millones y ¡por 100 años! los derechos comerciales de la Fórmula 1, aunque comparte sus ganancias en un 49% con los equipos. O sea que, mientras les asegure que la plata ingresa, nadie protestará demasiado. De hecho, en 2011 la Fórmula Uno ganó US$ 1.500 millones en derechos comerciales negociados por Ecclestone.

Lo arrinconaron y salió.

El oleaje más peligroso para Bernie no vino desde los circuitos sino desde los mercados. A principios del 2000 enfrentó varias demandas de monopolio de parte de empresas que querían entrar al negocio. Tuvo que dividir capitales, que quedaron bajo el paraguas de Formula One Group, y salió a cotizar en bolsa a través del fondo de inversión SLEC. Varios fondos como Bayerische Landesbank , J.P. Morgan Chase y Lehman Brothers se interesaron, compraron y luego avanzaron para hacerse con el control de las acciones y terminar con su dominio.

Ecclestone siguió luchando: a través de otro fondo (CVC Capital Partners), y logró que uno de esos bancos (Bayerische) le vendiera su parte para conseguir otra vez el control de la empresa. Pero allí pisó el palito: la Justicia empezó a investigar un soborno a Gerhard Gribkowsky, banquero de Bayerische, por US$ 34 millones para aceptar la venta de acciones. Gribkowsky inculpó a Ecclestone, que quedó entre la espada y la pared. En enero tuvo que renunciar temporalmente a la conducción de la gerencia de Formula One Management, para encargarse de su defensa hasta que terminara el juicio, en el que reconoció haber pagado, pero dijo que había sido chantajeado y que para evitar más problemas aceptó pagar los US$ 34 millones.

El juicio acaba de terminar sin consecuencias. Pero en el medio, este hombre de 84 años ha sufrido uno de los mayores sacudones de su historia. Y por fin, puede dejar de ser el dueño.

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