Elecciones en Chile

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La izquierda del presidente Boric y la extrema derecha liderada por Kast medirán fuerzas en la elección de constituyentes

El próximo 7 de mayo, Chile volverá a elegir convencionales constituyentes. La extrema derecha que le ganó la primera vuelta a la izquierda, pero perdió el balotaje de las presidenciales aspira a hacer una buena elección, aunque la derecha dialoguista liderada por Macaya también junta voluntades en ese espacio
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12 de marzo de 2023 a las 09:38

La primera convención constitucional de Chile, tras las grandes movilizaciones populares, fue publicada en la Nochebuena de 2019. En efecto, la ley que reglamentó la redacción de una carta magna que reemplazara la del dictador Augusto Pinochet –que tuvo muchas reformas en democracia– fue un regalo de Navidad para muchísimos chilenos. Nunca, desde el fin de la dictadura, las protestas habían logrado que la dirigencia política se pusiera de acuerdo en que el país no podía regirse por una norma fundamental hecha por Pinochet.

Sin embargo, ese impulso de los movimientos sociales, estudiantiles, de pueblos originarios, de mujeres y diversidades sexuales, no logró concretar el deseo de una Constitución acorde a la combatividad de las luchas de 2019. Fueron 154 convencionales que sesionaron entre el 4 de julio de 2021 y el 4 de julio de 2022. Los miembros de ese cuerpo redactaron un texto que no contaba con los acuerdos suficientes. Pero debía ser sometida a una votación popular con sólo dos opciones: acepto o rechazo. Y el 4 de setiembre de 2022, con Gabriel Boric en la Casa de la Moneda, sufrió el golpe del “rechazo”. Los chilenos y chilenas, paradójicamente, se quedaban con un presidente de izquierda radical y una Carta Magna surgida de las entrañas de la peor noche de la vida social chilena y con el sello personal de Pinochet.

La institucionalidad del país andino no se paralizó y llamó a una nueva constituyente. Esta vez, la Convención Constituyente tendrá apenas 50 integrantes. Hubo muchas idas y vueltas para establecer un cronograma, hasta que finalmente se logró fijar el próximo 7 de mayo como el día para que se vote a los convencionales. El pasado miércoles, en coincidencia con el Día de la Mujer, comenzó la etapa de proselitismo de las distintas coaliciones de cara a los comicios de mayo.

Gabriel Boric asumió el 11 de marzo de 2022 con 36 años, siendo el presidente más joven y expresión de la izquierda más anticapitalista que conoce el país. En un año de mandato no sólo logró buenos vínculos con los socialistas liderados por la ex mandataria Michelle Bachelet, sino que aceptó el juego parlamentario de mandar proyectos que generalmente fueron modificados o no lograron pasar el consenso suficiente. Respetar las reglas parlamentarias fue, para alguien que quiere cambiar el sistema, un valor incuestionable. 

Durante este primer año, Boric debió lidiar con varias y potentes expresiones de derecha. La más fuerte fue la del excandidato presidencial y líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, quien asegura no haber encontrado “nada positivo en el gobierno”, en una entrevista de La Tercera, de Santiago de Chile en diciembre pasado. 

Pero también hay derecha tradicional, dialoguista, expresada por el expresidente Sebastián Piñera, que fue quien llamó a la convención constituyente de 2021. Un representante clave hoy es el senador y presidente del Partido Unión Demócrata Independiente (UDI), Javier Macaya. Ambos sectores se vieron fortalecidos en este año. Es difícil saber si a costa de Boric o del viejo sistema de alternancia entre centro izquierda y derecha que expresaron Bachelet y Piñera. 

Ante el escenario de la Convención Constituyente, la oposición de derecha junta fuerzas, pero no para reemplazar al presidente sino para evitar que la nueva Constitución tenga artículos que resulten corrosivos para el sector privado más concentrado, para que haya impuestos progresivos o muchas de las medidas que se debaten hoy en el Congreso pero que la izquierda de Boric aspira a convertir en parte de la Carta Magna.

Esas expresiones de derecha tienen diferencias significativas y, sobre todo, aspiran a ocupar el lugar central del ala. “Hoy las diferenciaciones entre estas derechas están relativamente claras”, dice Cristóbal Rovira, politólogo de la Universidad Diego Portales (UDP), a El País de España. 

Macaya es dialoguista, Kast no quiere conciliar nada. Aspira a ser la fuerza hegemónica porque prevé un escenario de pérdida de peso de Boric. Sin embargo, una oposición cerrada deja muchos espacios para asuntos que no son puramente ideológicos, sino que están en la agenda de todos los sectores. Uno es el litio, que Chile tiene en abundancia. Otro las energías renovables, a las que Boric le está dando un gran impulso. 

A diferencia de Kast, Macaya tiende puentes. Entre otras cosas porque expresa una coalición donde conviven varios espacios. El nombre del partido de Kast fue tomado de la versión de Donald Trump de esa fuerza. Un liderazgo personalista, fundamentalista.

Boric mostró la cintura que muchos líderes radicales de izquierda no pueden exhibir. Ante el rechazo de la nueva constitución en setiembre pasado, apenas tres meses después lograba consensos para convocar a una nueva convención. 

El espacio de Macaya rechazó el texto. Sin embargo, ahora fue uno de quienes articuló con Boric para que haya un nuevo intento. Kast, por su parte, prefiere dejar las cosas como están. No es un pinochetista cerril porque acepta las reformas hechas en democracia. Pero en Chile hay un pinochetismo social y Kast lo interpreta. Además, lo pone en sintonía con otras ultraderechas americanas y europeas.

Las derechas van separadas de cara a las elecciones del 7 de mayo, pero no están peleadas. Para Boric, el desafío es si puede articular con sectores del socialismo y de la vieja democracia cristiana, lo que sería una versión remozada de la Concertación de Partidos por la Democracia, que nucleó a fuerzas de izquierda y del centro, gobernando el país por cuatro períodos entre 1990 y 2010.

El gran problema para las expresiones de centro y de centro izquierda fue su escasa o nula capacidad de interpretar las luchas de 2019 que pusieron a la luz un país con una supuesta prosperidad económica y, al mismo tiempo, un Chile con inmensos bolsones de pobreza y desigualdades extremas. Fueron las luchas de ese año las que impulsaron a esta hora que vive Chile. El 7 de mayo, unas urnas destinadas a la reforma constitucional, permitirán ver mejor el pulso político de las distintas expresiones a casi cuatro años de aquella explosión social. 

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