La Ley de Moore es la norma que, durante cinco décadas, ha marcado el destino de los procesadores y chips que llevan los equipos tecnológicos. No solo las computadoras, sino también las tabletas, los móviles o los wearables. Esta regla establece que, cada dos años, se duplica el número de transistores que caben en un circuito integrado. En palabras más simples: con el paso del tiempo, la tecnología tiende a multiplicar su rendimiento y a dividir su coste.
La teoría se ha ido cumpliendo -con pocas excepciones- pero inevitablemente la posibilidad de aumentar la capacidad y reducir el tamaño de los chips tiene un límite. Por este motivo, diversas voces han proclamado la "muerte de la Ley de Moore". Así lo anunció por ejemplo la revista Nature en febrero del pasado año.
El propio Moore afirmó en 2010, en una entrevista con el medio especializado Techworld, que su ley había quedado obsoleta.
No opina lo mismo Intel, el fabricante líder de microprocesadores. "A día de hoy, seguimos cumpliendo la Ley de Moore, y tenemos previsto seguir haciéndolo durante al menos siete años más", afirmó Simón Viñals, director de Tecnología de la multinacional, que puntualiza: "No se trata de una ley propiamente dicha, sino más bien de un reto que nos marcamos en la industria para seguir avanzando".
Para el año 2020, contaremos ya con procesadores de 7 nanómetros, considerado el tamaño mínimo alcanzable. "Estamos muy cerca de los límites físicos y químicos posibles", reconoció Viñals.
Desde sus laboratorios de I+D, Intel trabaja en dotar de una estructura tridimensional a los procesadores, que permita incrementar la capacidad de almacenamiento y la velocidad, sin alterar el tamaño físico. El reto es crear capas tridimensionales de transistores interconectadas entre sí. También investiga con nuevos materiales -más allá del silicio- y con nuevas disciplinas como la computación fotónica o la prometedora computación cuántica.
Otra de las tecnologías clave en el futuro podrían ser los FPGA (del inglés Field Programmable Gate Array), o procesadores reprogramables. "Hasta ahora las características del chip vienen preconfiguradas. Por ejemplo, la mayoría de smartphones modernos incorporan un procesador de cuatro núcleos. Los FPGA permiten que hoy funcione con 6 core y la semana que viene con solo dos. Lo reconfiguras, reinicias la máquina y listo", explicó Viñals. Esta tecnología podría tener un gran recorrido en campos como la inteligencia artificial (en concreto, para el reconocimiento de voz e imágenes).
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