Marcelo Umpierrez

La nueva fórmula que pretende reflotar la obra de Torre Trump en Punta del Este

Los propietarios, el desarrollador argentino y la marca estadounidense negocian una salida para poder culminar el lujoso proyecto inmobiliario

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28 de junio de 2020 a las 05:00

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Son días de reuniones virtuales y también de mensajes en grupos de Whatsapp, con participantes uruguayos y argentinos. El objetivo final es encontrar un acuerdo para que se pueda retomar la construcción de la Torre Trump de Punta del Este, una obra de lujo paralizada desde octubre pasado.

La negociación es compleja. En la mesa están los compradores, el desarrollador argentino del proyecto y la marca Trump. Hay también juicios iniciados de algunos inversores que todavía esperan por la entrega de los inmuebles, de agentes inmobiliarios por comisiones impagas, a lo que se suman reclamos de bonistas y también de proveedores, entre otros acreedores.

Un comité de propietarios del edificio lidera las conversaciones buscando alinear los astros para una vez superado ese complejo entramado se pueda poner en marcha el nuevo plan, la conformación de un fideicomiso que tome el control del proyecto.

La idea es que los compradores adelanten el saldo de dinero que debían abonar  contra entrega de los apartamentos, y con esos fondos terminar la torre que en la actualidad tiene un avance de obra de 65%. El plazo estipulado para culminar esa etapa sería de entre 10 a 12 meses a contar desde la fecha en que se retomen los trabajos.

 “La plata se pagaría durante el plazo que dure la terminación de la torre. Y los que compraron financiado siguen pagando normalmente”, explicó a El Observador Jorge Garber, propietario argentino y además presidente de la Cámara Tucumana de la Construcción. Para culminar los apartamentos son necesarios unos US$ 30 millones aproximadamente.

A la fecha está vendido el 78% de la torre. En una segunda etapa y con el dinero que se recaudaría de las unidades que restan por comercializarse se culminarían las áreas comunes del edificio, un espacio de unos 12.000 metros cuadrados. Esa parte tiene apenas un 25% de avance y llevaría otros 12 meses de obra. “Es un gran acuerdo marco que estamos tratando de lograr con todas las partes. Hay abogados de Uruguay y Argentina trabajando”, dijo Garber.

De los 120 compradores (en su mayoría argentinos) con los que cuenta la torre, el  95% ya comunicó su  adhesión al nuevo formato que se propone como solución y hay una minoría que todavía no tomó posición.

“Es natural que la gente quiera que sus abogados intervengan y formen opinión. La preocupación de los 120 propietarios es que su dinero sea volcado 100% a la obra. Esa es la máxima número 1”, dijo a El Observador el empresario uruguayo Rolando Rozenblum, que también forma parte del comité de propietarios.

Entre las varias negociaciones que hay en curso, una que está muy cerca de cerrarse es la que involucra el acuerdo con la marca Trump para que el edificio mantenga ese distinguido sello. “Esa es una condición porque todos los compradores compramos Trump. Si la marca se baja el atractivo cae muchísimo”, afirmó Rozenblum.

Una historia de 8 años

El desarrollo inmobiliario de 25 pisos y 156 apartamentos ubicado sobre la rambla de playa brava en Punta del Este fue lanzado en enero de 2013, en pleno boom constructivo en esa zona del país. Ese verano llegaron hasta el balneario dos hijos de Donald Trump, Ivanka y Eric, para presentar el exclusivo y lujoso edificio, una inversión de más de US$ 100 millones según lo promocionado.

Las obras comenzaron en octubre de 2014 con un horizonte de finalización en 2017 o comienzos de 2018. Pero ya en ese año el ritmo de avance empezó a decaer. El desarrollador de origen argentino Faroy S.A., que también había adquirido los derechos para poder usar la franquicia de la marca Trump, detuvo los trabajos en octubre de 2019, pero con la idea de retomar a comienzo de 2020.

Los inversionistas que atravesaban dificultades financieras esperaban encontrar una solución rápida. Así se lo habían trasmitido a los propietarios,  y  también  a representantes del Sunca cuando en el Ministerio de Trabajo se ajustaban detalles del seguro de paro para unos 180 trabajadores.

Pero la inyección de fondos no se concretó y todo siguió paralizado.  Incluso los inconvenientes en la fase de construcción llevaron a que en junio de 2019 The New York Times catalogara al proyecto como un “elefante blanco en Punta del Este”.

“La marca fue cara, pero también se pagaron comisiones altísimas a inmobiliarias de Miami y eso le quitó al emprendimiento una liquidez inicial necesaria. El terreno además había sido comprado muy caro. Y un tercio de las unidades tienen financiada la mitad a 10 y 20 años. A esto súmale algunas impericias varias, y así se terminó por descompensar todo”, había dicho Garber a diario Clarín en enero de este año.

La salida es compleja, pero entre los propietarios hay optimismo para que en setiembre u octubre próximo el proyecto se ponga a andar nuevamente. También se buscará aprovechar alguno de los estímulos fiscales anunciados de forma reciente por el gobierno para las grandes inversiones, expresó Rozenblum. 

El viejo San Rafael espera por su remodelación

Otro emprendimiento próximo a comenzar en Maldonado es el del grupo Cipriani. La obra en el predio del viejo hotel San Rafael incluye un hotel, un casino –piedra angular del negocio–, un área residencial con servicio de hospedaje y condominios. El inmueble tendrá 160 suites, tiendas de lujo en un área de 6.000 metros cuadrados y el estacionamiento en 2,5 hectáreas en el subsuelo. Cipriani fue el único interesado que se presentó a la licitación pública realizada por el Poder Ejecutivo para la licencia de casino y la adjudicación está en su etapa final. La nueva licencia se sumará a las otras dos de gestión privada ya operativas en el país: una el hotel Carrasco en Montevideo y la otra en el hotel Enjoy de Punta del Este.  El proyecto anunciado a fines de 2018 prevé una inversión de alrededor de US$ 400 millones. No es la primera inversión del grupo Cipriani en Punta del Este, ya que en 2003 inauguró en La Barra el denominado Cipriani Punta del Este, que luego vendió pasando a ser Mantra para posteriormente convertirse en Punta del Este Resort & Spa.

 

 

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