Ervin Zador
Pablo Benítez

Pablo Benítez

El guardián de los anillos

La pileta sangrienta

Hungría y Unión Soviética se enfrentaron en las semifinales de waterpolo de Melbourbne 1956 tres meses después de que el ejército rojo aplastara una revuelta estudiantil en Budapest
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31 de julio de 2012 a las 00:00

"Lo que pasó no fue tan horrible como la prensa lo hizo ver llamando bárbaros a los soviéticos. Estos ensombrecieron su imagen y fueron bárbaros, pero no en ese partido”. A 50 años de la disputa de la semifinal olímpica de waterpolo de Melbourne 1956, el capitán del equipo húngaro, Dezso Gyarmati, dejó esa reflexión en el documental Freedom’s Fury (Furia de libertad) que produjeron Quentin Tarantino y Lucy Liu.

“Es la historia más increíble que jamás me hayan contado”, dijo el director de Kill Bill cuando se sumó al proyecto.

Y las razones sobran. En octubre de 1956, el pueblo húngaro protagonizó el primer levantamiento armado contra uno de los gobiernos comunistas de la Cortina de Hierro.

Un mes después, luego que los soviéticos simularan un retiro para volver con un ejército de 300 mil soldados y 2.000 tanques que aplastaron la revolución, ambas naciones se encontraron en los Juegos Olímpicos.

El deporte, impregnado de nacionalismo, se convirtió en otro campo de batalla.

Hungría, potencia mundial histórica del waterpolo, ganó 4-0 y clasificó a la final donde después venció 2-1 a Yugoslavia.

Pero para eso debió sufrir la baja de su mejor jugador: Ervin Zador.

Contra los soviéticos, Zador –autor de dos goles– recibió una brutal agresión de parte de Valentin Prokopov quien tomó impulso en el agua para partirle la ceja derecha con el antebrazo.

La estrella húngara bañó de sangre la piscina y salió de la cancha. El público bajó de las tribunas a agredir a los rusos. El partido se suspendió a falta de un minuto. Y la imagen ensangrentada del jugador recorrió el mundo occidental para retratar el salvajismo soviético.

Antes, durante el conflicto armado, Estados Unidos alentó a los húngaros en su revolución del 22 de octubre de 1956 prometiendo ayuda en su resistencia.

“Pero todo fue una mentira solo querían que se derramara nuestra sangre para mostrarle al mundo lo malo que eran los rusos”, recordó un jugador.

El 29 de octubre estalló el conflicto entre Israel y Egipto por el canal de Suez y la atención estadounidense cambió de foco.

El 4 de noviembre, las tropas soviéticas de Nikita Krushev invadieron Hungría tras su efímera retirada.

Por entonces el equipo de waterpolo húngaro ya estaba en Praga y no fue hasta que arribaron a Australia que tomaron conocimiento de la barbarie soviética: 3.000 muertos y 10 mil detenidos, mientras 200 mil personas abandonaban su país.

Los jugadores contaron que por su condición de deportistas podían viajar y no formar parte del partido comunista.

“Ellos nos usaban como propaganda pero al final nosotros jugábamos por los valores húngaros y por nuestra bandera”, afirma Laszlo Jenei en el documental.

Lo primero que hicieron los waterpolistas al llegar a Melbourne fue cambiar la bandera húngara con el símbolo soviético (hoz y martillo) por la que llevaba su tradicional escudo nacional.

Después derrotaron en la serie a Estados Unidos (6-2), Italia (4-0) y Alemania (4-0), antes de vencer al equipo de la CCCP.

Entonces llegó el momento en el que Zador se convirtió en héroe. Cuando tomó la marca de Prokopov, el mejor jugador rival, comenzó a insultarlo y entonces este lo golpeó.

“Me dijeron: ‘Zador, puedes volver a casa y serás considerado en los libros como el deportista del siglo’, pero no puedes ser el deportista del siglo con la boca amordazada”, reflexionó.

Entonces desertó. Se fue a Estados Unidos y nunca más jugó waterpolo. Tenía 21 años. Se casó, se estableció en California y trabajó como entrenador de natación. Por sus manos pasó un tal Mark Spitz –siete oros en Múnich 1972– a quien dirigió entre sus 11 y 12 años.

En el documental, Spitz es el narrador. Zador murió en abril de este año a los 77 años.

El episodio también fue llevado al cine por la húngara Krisztina Goda, quien en 2006 filmó Hijos de la Gloria, una película bien lograda a la que le sobra una historieta de amor que se filtra en la trama.

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