Leonardo Carreño

La política entre el pasado, presente y futuro

La oposición se juega a la nostalgia y a la esperanza, mientras que para el gobierno solo hay “presente” y poco vale el discurso por más efectivo que sea

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07 de agosto de 2021 a las 05:03

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La política se mueve sobre una línea de tiempo y en ese sentido, cada uno de los bloques políticos en que ha quedado definido el sistema partidario uruguayo, trata de sacar provecho.

Siempre es más fácil criticar, que hacer; y en cada período el que está en oposición encuentra fácilmente asuntos que están mal y se podrían hacer mejor, y lo expone al público. El problema es que para eso prenda en la opinión pública, el mensaje debe ser creíble y sobre todo vencer el contraste con lo que pueden recordarle, de la época en que estuvo en el gobierno.

Cuando el Frente Amplio llegó al tablero de mando, en 2005, seguro que tomo decisiones correctas y otras equivocadas, que hizo cosas bien y otras mal, y que la nueva oposición encontraba muchos puntos flacos. Nunca, colorados y blancos, habían estado juntos en la vereda de enfrente al poder.

Aunque fuera fácil criticar acciones del gobierno de izquierda, eso se enfrentaba a lo que pudieran reprocharle sobre el pasado: ¿y por que no lo hicieron ustedes?

El Frente está en la oposición luego de haber sido gobierno y eso es una etapa totalmente novedosa para la izquierda, pero que también tiene cierto límite.

El primer año sufrió eso, de que su crítica se chocara con la respuesta del recuerdo a su gobierno, y la primera mitad de este año se ha ido en algo similar, pero ahora encontró algunos puntos para tirar y pegar, como el manejo de las tarifas de combustibles.

En tanto, el gobierno de Lacalle Pou encuentra en su primera etapa, explicaciones en la “herencia política” recibida para justificar limitaciones de su accionar, pero eso tiene límites en el tiempo y probablemente mucha gente comience a demandar resultados concretos sin tener en cuenta los problemas que pudieron venir de antes.

Esta semana resurgieron denuncias, que asoman graves, sobre problemas del gobierno anterior, y en el oficialismo sienten que eso genera réditos políticos, al demostrar cosas feas de los que tanto le critican. No está claro si eso tiene efecto, o simplemente reafirma el sentido de pertenencia de los adherentes de uno y otro bloque; unos que dicen “no puede ser lo que hicieron”, y otros que quitan trascendencia, y entienden que es una manipulación para “enchastrar”.

Para un público neutro, es posible que el costo político de esos hechos ya fue asumido, por denuncias o por sospechas, y que una confirmación adicional aporte poco. En la interna sí que hay una demanda por “auditorías”, aunque luego de la caída de un vicepresidente de la República, todo pueda parecer “chauchas y palitos”. Aunque no lo sea.

Hay un riesgo para el oficialismo en distraerse en exceso con la revisión del pasado, y perder tiempo en avanzar en sus planes y en su obra.

Salvo que encontrara algo muy grande, y que hiciera “caer” a un “peso pesado” de la política, esa revisión de auditores tiene el impacto de luces de bengala. No quiere decir que no se investigue; seguro que hay que hacerlo y más si hay sospechas de conductas delictivas o incorrectas, pero puede que no tenga el impacto político que puede esperar la “barra” de los partidos coaligados en el gobierno.

La política gira en tres tiempos. El pasado está en “los 15 años del gobierno” del Frente, con bonanza económica y popularidad alta en la primera década y con estancamiento y desconformidad en los últimos cinco años.

El presente está en la gestión del “gobierno multicolor”, con un “estado de situación” que evalúa la gente, y con un “proceso” de cambios que va generando un clima de opinión pública. Eso es lo que ve, y lo que va a seguir viendo y sintiendo la gente, una realidad actual y un proceso de gestión.

El futuro está en el desarrollo de expectativas, y será de uno u otro bloque, nadie lo sabe. Esa etapa es la que desvela a los dirigentes políticos.

¿Cómo son los tiempos para la oposición que se prepara para volver? El Frente Amplio se mueve en dos ejes: la nostalgia y la esperanza.

La nostalgia sobre “lo que fue”, para contrastar con el presente y transmitir un mensaje de: “era mejor antes”.

La esperanza, como oferta de futuro, como opción de cambio, como promesa de volver a repetir lo mejor que se hizo y para corregir lo que no fue bueno.

En definitiva, el mensaje que quiere transmitir la izquierda tiene dos vertientes:

a) lo hacíamos mejor

b) lo haremos mejor

El presidente Lacalle Pou y los partidos aliados en “la multicolor” pueden hacer el discurso que quieran y tratar de imprimir los mensajes que deseen, pero lo suyo son acciones. Por el gobierno hablan las acciones.

Podrá tener buena o mala comunicación, y eso tendrá su incidencia, pero nada será más contundente como los hechos; para bien o para mal.

Tendrá la chance de recordar problemas que tuvo el Frente en el gobierno, desactivar críticas con recuerdos de gestión pasada, pero todo se juega a lo que haga, lo que demuestre.

La oposición busca sacar provecho de la comparación con el pasado y de generar confianza para el futuro. El oficialismo se juega a la acción y a la demostración.En el juego de los tiempos, el líder colorado Julio María Sanguinetti salió a marcar la cancha de un eventual referéndum, exponiendo la disyuntiva Bonomi-Larrañaga, en base al dato de que el ministro del Interior del Frente tenía una evaluación muy baja, y el caudillo muerto en funciones, una popularidad muy alta.

Cada bloque buscará la comparación que más le convenga, pero el gobierno se juega todo a lo que haga, a lo que tenga para demostrar con hechos.

Sobre eso ha hablado el presidente con sus socios de coalición; lideres, legisladores e intendentes, y todos saben que el partido se juega en las obras.

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