EFE

La receta del fracaso a la hora de invertir

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04 de marzo de 2020 a las 17:45

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Luego de subir aproximadamente 40% desde comienzos de 2019 y tocar su máximo histórico el 19 de febrero, el S&P500, principal índice estadounidense, tuvo una bajada vertiginosa: perdió 1/8 de su valor en siete días. Este indicador –que también funciona como termómetro de riesgo– experimentó la mayor caída desde la crisis del 2008 y la corrección más rápida desde la crisis de 1929 (medido como la cantidad de días que tomó al índice entrar en fase de corrección, definido como una caída de 10% o más). Bloomberg estimó que se evaporaron casi 3 billones de dólares de valor de las acciones estadounidenses (lo que representa aproximadamente 50 veces más de lo que produce Uruguay en un año). También cayeron las otras bolsas mundiales como las europeas, las asiáticas y varios commodities –incluyendo el petróleo, que se hundió a valores cercanos a US$ 45-. El pánico se apodero de los inversores, que realizaron ventas masivas provocando estos sismos en los mercados globales.

Ex post es fácil explicar el comportamiento del mercado. La explicación de este cambio de humor en los inversionistas y la notable velocidad de la caída se explican por el coronavirus, que ahora también infectó a los mercados financieros.

Pero el Covid-19 no es algo nuevo. El primer caso se reportó el 31 de diciembre. Y el mercado accionario americano continuó alcanzando nuevos máximos aún con la noticia del virus ganando titulares de los diarios a nivel global. Fue cuando el brote se expandió por más países y continentes y con la posibilidad creciente de que se convierta en una pandemia, que el pánico se apoderó de los inversores. El temor a que más industrias y fábricas se paralicen y que aumente la cancelación de vuelos y viajes de negocio y turismo, con el consecuente impacto en la economía global, llevó a cambiar las proyecciones de los analistas y el ánimo de los inversores. Las previsiones de crecimiento global se están revisando a la baja y se prevé que 2020 sea el año de menor crecimiento global desde el 2009.

Los mercados precisaban una excusa

No faltaron comparaciones con epidemias anteriores. Los brotes anteriores de SARS y H1N1 fueron más letales pero no tuvieron el mismo impacto en los mercados. Miles de norteamericanos murieron de H1N1 en 2009, pero esto fue apenas registrado por Wall Street. Es que en ese momento las acciones habían caído 50% y el mundo hablaba de una nueva depresión. Covid-19 llego cuando los mercados estaban en sus récords históricos. Vendedores precisaban un motivo para vender, opinó un analista.

Hasta aquí la interpretación de las causas. Lo complejo es predecir que pasará.

En lo que fallamos sistemáticamente es en, ex ante, predecir el comportamiento de los mercados financieros. En mi columna de febrero mostré que los ‘expertos’ se equivocan una y otra vez.

afp

Tampoco es fácil anticipar la reacción del mercado ante medidas de política económica.

El 3 de marzo la Reserva Federal de Estados Unidos decidió recortar su tasa de interés de referencia en 50 puntos básicos, para intentar contener el impacto negativo del coronavirus en el crecimiento económico. Lo hizo fuera del calendario habitual de reuniones, cosa que no hacía desde la crisis del 2008.  Esta medida, fuerte y no esperada, no tuvo el impacto que se podía anticipar. Los mercados accionarios americanos continuaron en caída mientras que los bonos del tesoro de ese país siguieron apreciándose (y, como contracara, reduciendo la rentabilidad esperada. La tasa del bono a 10 años llegó a estar por debajo del 1%, lo que representa un mínimo histórico).

Otros bancos centrales alrededor del mundo anunciaron medidas de estímulo para ayudar a contener el impacto en la economía de esta epidemia. Pero el poder de fuego de estas instituciones es más limitado luego de una década de estímulos monetarios y tasas en mínimos históricos.

Hoja de ruta / lo que no debo hacer

Si es tan difícil predecir qué pasará con los mercados en el corto plazo, ¿que deben hacer los inversores frente a estas turbulencias?

Para empezar, que no deben hacer: comprar cuando hay exuberancia en el mercado y los inversores están eufóricos, para luego vender cuando los mercados se desploman. Comprar caro y vender barato es la receta para que me vaya mal. Y es el motivo por el que al inversor promedio le va consistentemente peor –y con frecuencia mucho peor- que al mercado.

Estudios han mostrado que los resultados de inversores individuales son más dependientes de su comportamiento (es decir, de sus decisiones de compra y venta) que del desempeño de los activos en los que invierten. Y que inversores que diseñan una estrategia y la siguen son más exitosos que aquellos que intentan identificar el momento exacto para entrar y salir del mercado.

AFP

Es incierto hasta dónde se expandirá el brote del coronavirus antes que sea desarrollada una vacuna que lo controle. Tampoco se puede predecir el comportamiento del mercado ante la evolución de esta enfermedad. Además, son todas cosas fuera de nuestro control.

Para los inversores disciplinados, que arman un plan financiero que los ayuda a quitar la emoción de la ecuación, esta caída algún día terminará y quedará como un recuerdo lejano. Para aquellos que compraron para participar de la fiesta pero luego entraron en pánico y vendieron pueden poner en riesgo el cumplimiento de sus objetivos financieros.  

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