La serie del siglo fue un empate vibrante

Como en el partido pasado, que se decidió por una tarjeta roja –correctamente sacada– al neozelandés Sonny Bill Williams, las decisiones de los referees volvieron a definir la historia de un encuentro parejo. Lo tuvo Nueva Zelanda en el primer tiempo, pero la presión de un partido definitivo –los jugadores en la semana llegaron a compararlo con una final del mundo– provocó una extraña sucesión de errores de manejo en situaciones claras de try.

En el segundo tiempo, Lions mostró clase para cerrar todos los caminos de ataque del equipo local, y con penales lejanos logró empatar el partido.

Una tarjeta amarilla por tackle alto al kiwi Jerome Kaino fue una de las situaciones polémicas del encuentro, pero lo mejor estaba guardado para el final: a la salida del último empate de Lions, Liam Williams saltó a buscar la pelota, Kieran Read la peleó con él –sin carga en el aire–, al galés se le fue la pelota hacia adelante y su compañero Ken Owens la tomó. El francés Roman Poite primero cobró penal por offside, pero luego, ante la pregunta del capitán de los Lions, Sam Warburton, consultó con sus asistentes y con el TMO la chance de un offside accidental, entendiendo que Owens no había intentado tomar la pelota sino que le había ido directo a las manos. Una decisión polémica, eminentemente de interpretación, que le sacó a los All Blacks la chance de un penal y dejó grabado el empate.

La serie quedará en la historia como una en la que los All Blacks, quizás con uno de sus mejores equipos de la historia, eran amplios favoritos, pero que no lo pudieron demostrar ante un rival que mostró mucha jerarquía