Hay muchos otros países quieren decidir, no que se les diga qué es lo que les debe interesar

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Las potencias emergentes del Sur Global apuestan por un mundo sin hegemonías

En la medida que los Estados Unidos no logra ya plenamente su cometido de ser una hegemonía global, la mayoría de los países en desarrollo ya no están dispuestos a tomar decisiones de suma cero entre Washington y sus rivales geopolíticos
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27 de junio de 2023 a las 05:03

Si hay algún país que podría reclamar la hegemonía mundial, sería los Estados Unidos. En 2022, su gasto militar ascendió a US$ 877 mil millones, más que el total de US$ 849 mil millones gastados por los siguientes 10 juntos. El gasto de los Estados Unidos fue tres veces mayor que los US$ 292 mil millones gastados por China y más de 10 veces mayor que la cantidad gastada por Rusia.

Además, las fuerzas militares estadounidenses están estacionadas en más de 750 bases en 80 países de todo el mundo. China y Rusia no tienen más que un puñado de bases fuera de sus fronteras.

Sin embargo, según escribió para Responsible Statecraft, el escritor e investigador editor de Africa Focus Bulletin, William Minter, si la hegemonía significa la capacidad de hacer que otros países cumplan con las demandas de uno, en la larga serie de guerras desde Corea y Vietnam en la segunda mitad del siglo XX hasta Irak y Afganistán en el XXI, los Estados Unidos demostró su capacidad militar de destrucción masiva pero no obtuvo más que victorias pírricas. El costo económico y en pérdida de vidas significó también la erosión de la confianza interna en el país y la de no pocos sectores aliados en el extranjero.

En los Estados Unidos y Gran Bretaña, muchos ven a Ucrania como una guerra justa, con imágenes que se remontan a la Segunda Guerra Mundial. Expertos como Timothy Snyder, en la Universidad de Yale, y Timothy Garton Ash, en Oxford, elogiaron el espíritu marcial de los ucranianos como evocador de la defensa ateniense de la democracia y del guerrero griego Aquiles. Los principales medios estadounidenses, como el Washington Post y el New York Times, aún dedican mucha más cobertura a la guerra en Ucrania que a cualquier otro conflicto en otras partes del mundo.

Pero según anota Minter, las encuestas de opinión muestran que el apoyo público a la guerra en Ucrania disminuyó un poco este año, y algunos republicanos en el Congreso cuestionaron su costo. Pero la mayoría de los políticos estadounidenses todavía ven el apoyo a las negociaciones como un paso demasiado lejos.

Después de retirar apresuradamente un llamado a la diplomacia el otoño pasado, los demócratas progresistas dudan en plantear sus dudas en público. En cambio, los llamados públicos a la negociación provienen de los militares, incluido el actual presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, y su predecesor, el almirante Mike Mullen.

El secretario de Estado Antony Blinken, en un discurso del 2 de junio en Helsinki dando la bienvenida a Finlandia a la OTAN, rechazó firmemente la opción de un alto el fuego en Ucrania. El presidente Biden y el primer ministro británico Rishi Sunak, reunidos el 8 de junio en la Casa Blanca, prometieron que los dos países continuarían apoyando a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”.

La experta en Rusia Fiona Hill, de la Institución Brookings en Washington, es una fuerte crítica de la invasión rusa de Ucrania y del objetivo de Vladimir Putin de recuperar la hegemonía sobre sus vecinos inmediatos en el Este de Ucrania. Pero hablando en una conferencia en Tallinn, Estonia, en mayo, Hill también tuvo un mensaje impactante para los Estados Unidos. “La guerra en Ucrania es quizás el evento que hace que el fallecimiento de la Pax Americana sea evidente para todos. Otros países quieren decidir, no que se les diga qué es lo que les debe interesar. En resumen, en 2023, escuchamos un rotundo no a la dominación estadounidense y vemos un marcado apetito por un mundo sin hegemonía”.

Y agregó que “la resistencia de los países del Sur Global a los llamamientos de los Estados Unidos y Europa a la solidaridad con Ucrania es una rebelión abierta. Este es un motín contra lo que ven como el Occidente colectivo que domina el discurso internacional y le impone sus problemas a todos los demás, mientras deja de lado sus prioridades sobre la compensación del cambio climático, el desarrollo económico y el alivio de la deuda”.

“El movimiento no alineado de la era de la Guerra Fría resurgió, si es que alguna vez desapareció. En la actualidad, este es menos un movimiento cohesivo que un deseo de distanciamiento, de quedar fuera del lío europeo en torno a Ucrania. Pero también es una reacción negativa muy clara a la propensión estadounidense a definir el orden global y obligar a los países a tomar partido”, precisó Hill.

Mientras una delegación de seis estados africanos, incluida Sudáfrica, se preparaba para visitar Moscú y Kiev para explorar opciones de paz, los líderes de política exterior del Congreso hicieron una demanda bipartidista para castigar a Sudáfrica por su supuesto apoyo a Rusia. Para satisfacer sus demandas, Sudáfrica tendría que cumplir plenamente con las sanciones de los Estados Unidos a Moscú.

Fiona Hill no es la única voz en el desierto que notó la disminución de la influencia global de los Estados Unidos, aunque otros, coincidiendo en parte con su diagnóstico, difieren en sus recomendaciones de política. Argumentando que seis países en el Sur Global decidirán el futuro de la geopolítica, el analista de riesgo global Cliff Kupchan instó a los legisladores estadounidenses a centrarse en India, Brasil, Turquía, Indonesia, Arabia Saudita y Sudáfrica “para evitar un debilitamiento significativo en la posición de los Estados Unidos en el equilibrio de poder global”.

Otros académicos en Europa señalan que la guerra actual en Ucrania dio lugar a políticas neutrales en aproximadamente dos tercios del mundo y sostienen que la neutralidad no debe condenarse sino reconocerse como una parte inevitable de cualquier conflicto entre estados. Rechazan el argumento de que “no ayudar al lado bueno de una lucha épica entre el bien y el mal es igual a hacer el mal uno mismo”.

De acuerdo con esta posición, la participación proactiva de las partes neutrales o no alineadas puede y debe diseñarse para abordar los intereses reales de las partes en conflicto, así como los abusos a los Derechos Humanos por parte de cualquiera de las partes.

La negativa a tomar partido entre las grandes potencias en competencia también es visible en el sudeste asiático, donde la competencia entre los Estados Unidos y China está en su apogeo. Pero, como señaló el ex alto diplomático singapurense Kishore Mahbubani en un artículo reciente en Foreign Affairs, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) optó por colaborar con China y los Estados Unidos al mismo tiempo.

Los diez Estados miembros de la ASEAN participan en la iniciativa china de la Franja y la Ruta para construir infraestructura, a pesar de una vigorosa campaña estadounidense en su contra. Por otro lado, la ASEAN incluye dos aliados militares de los Estados Unidos: Filipinas y Tailandia. Y la mayoría de los demás miembros de la ASEAN, incluido Vietnam, “dan la bienvenida en silencio a la presencia militar de los Estados Unidos como contrapeso a China”.

Minter señala que la afirmación que hizo hace 25 años Madeleine Albright, exsecretaria de Estado de Bill Clinton, de que los Estados Unidos es la “nación indispensable” todavía se mantiene vigente. No es probable que el reconocimiento del declive de la hegemonía estadounidense tenga mucha aceptación en el país en el corto plazo.

En la práctica, sin embargo, es probable que el sistema político y los legisladores estadounidenses tengan que aceptar la realidad. La mayoría de los países en desarrollo, incluidas las potencias emergentes del Sur Global, ya no están dispuestos a tomar decisiones de suma cero entre los Estados Unidos y sus rivales geopolíticos.

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