Oriana Junco

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Las revelaciones de Oriana Junco sobre sus noches de excesos y sus relaciones con figuras inesperadas

Antes de su transición, Oriana trabajó como relacionista pública en los principales clubes nocturnos de Buenos Aires, donde tuvo la oportunidad de relacionarse con las personalidades más destacadas del mundo del espectáculo
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08 de abril de 2024 a las 12:05

"Me voy a ir a España por tiempo indeterminado. Me vienen proponiendo desde hace tres años hacer Supervivientes, un reality en el que te tiran a una isla de Honduras para que te arregles y al que van todas las estrellas porque pagan muy bien. ¡Pero yo me muero sin mis uñas y sin mis postizos! Por eso digo que no. Y había dicho que sí a Gran Hermano Vip, pero después terminó yendo Alex Caniggia, yo creo que porque dije que no a lo otro. El tema es que yo allá me viralicé y me hice mega icónica de la diversidad. De hecho, el año pasado me eligieron para la Pride más importante que hay que es con la We Party Group. Así que ahora me voy en mayo en plan vacaciones y, después, veré con qué productora cierro porque tengo muchas ofertas", relata.

Admite que las nuevas generaciones que la siguen en redes sociales no conocen mucho sobre su pasado. "No tienen idea de mis trabajos. Yo manejé a las figuras más importantes de este país, de Europa y Estados Unidos. Yo traje a Bibi Andersen, Joan Collins, Eva Herzigová, Claudia Schiffer, Los Bee Gees, Gloria Gaynor...Llené los boliches. Y, para El Mundo de Antonio Gasalla, hemos traído muchísimas personalidades. Pero bueno: ‘¿De qué viven?’, ‘Llegando’, ‘¡Cómo pago todo!’, son frases que hoy se repiten en todos los idiomas. Y, por supuesto, el ‘Auchi’", explica Oriana.

Nacida hace 54 años en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Oriana asegura haber tenido una infancia feliz. "Vivía en Caballito, José María Moreno y Directorio. Fui a todos colegios de curas y monjas: Sagrado Corazón de Jesús en la primaria y Edmundo Rice en la secundaria. Y mi casa era un matriarcado porque, a pesar de tener padre, me crié con mi madre, mi abuela y mi tía que no me dejaron cruzar la calle hasta los 14. ¡Con eso te digo todo! Pero lo bueno es que siempre me dejaron ser libre. Y yo nunca tuve que ir a decirles nada, porque ya estaba todo dicho así que no hubo necesidad de conversar", recuerda Junco.

Y explica: "Mi padre era un señor anticuario y muy jugador. Era compulsivo. De hecho, tenía partidas de poker en su ambiente. Y era muy cabaretero...¡Muy! Era la cultura de los tipos en esa época. Pero, dentro de la ausencia, siempre hubo una presencia de mucho amor. Supongo que era por la culpa, pero me consentía en todo. Lo mismo pasaba con mi abuelo, que era jefe de la aduana. Así que fui muy mimada, tanto de niña como de adolescente. A tal punto que, hasta los 15 años, tenía miedo de salir a la calle. Pero después me enfrenté a la vida. Y, a los 17, ya vivía sola".

Oriana Junco antes

 

Señaló como arrancó su carrera, “Primero lo conocí a Antonio Gasalla. Él vivía a la vuelta de mi casa de Callao y Corrientes y yo, para poder verlo, pasaba todos los días a la misma hora por una rotisería que quedaba al lado de donde guardaba el auto. Hasta que un día me dijo que sabía que pasaba por él y empezamos a hablar con muy buena onda. Así terminamos haciéndonos amigos y con el tiempo trajimos a varias figuras. Pero yo también frecuentaba los bares gays y conocí a Raúl Bazán, el dueño de los boliches más top de ese momento. Eran los fines de los ‘80 y principios de los ‘90, una época en la que por ser puto te llevaban preso y te podían dejar incomunicado tres días. ¡Era horrendo! Me tenía que ir a buscar ‘la que me tuvo’ a la comisaría”.

Lo cierto es que, sin buscarlo, Oriana fue ganando popularidad. “Se dio y me encantó. Yo todo lo que hice, lo hice porque me hacía feliz. Empecé en el circuito gay, donde éramos muy perseguidos. Ahí conocí a Carlos Perciavalle, Nicolás Uriburu, Marta Minujín...Después me empecé a rodear de otros artistas. Y decidí renunciar para irme a trabajar en lugares heteros, porque no quería que me encasillaran. Así arranqué en Paladium, Le Theatre, La City, La France, El Infierno, Sky Ranch... Y empecé a organizar fiestas con figuras internacionales. Estuve con todo el jet set. Y manejé también los eventos de toda la alta sociedad”, cuenta.

Algunas historias de la noche porteña las comparte de manera peculiar. Otras, simplemente, las guarda. Pero está claro que Junco vio mucho y vivió aún más. “Yo podría contar todo. Pero nunca quise fortunas ni nada. Sí buenos regalos, obviamente: Rolex de todos los colores, un departamento brutal...Porque como a mí a veces no me gusta trabajar, lo que hago es vender todo para poder mantener mi estilo de vida. Total, después me lo vuelven a regalar. Tengo la capacidad de enamorar millonarios”, concluye después de recordar a algunos de sus poderosos amantes.

A finales de los años 90, Oriana recuerda su estrecha amistad con Cris Miró. “Los últimos que le dimos trabajo cuando estaba mal de salud fuimos Leo Sucar y yo, en La Diosa. Yo la había conocido en la adolescencia, como Gerardo Virgues. Ella estudiaba en la universidad para ser odontóloga. Y después vino su suceso. Me acuerdo que quería que la representara, pero yo no podía porque en aquel momento los sponsors no dejaban publicar chicas trans. ¡Ni siquiera vedettes, como Beatriz Salomón o Yuyito González! Eran muy elitistas. Así que la empezaron a manejar Juanito Belmonte y Lino Patalano. Y ella abrió muchas puertas. Yo la quería como a una hermana. Mirá que no soy de ir a ningún velorio, pero al de ella fui para poder despedirme”, explica Junco.

Oriana Junco y Cris Miró

 

Resalta la relación que Diego Maradona tuvo con Miró. “Nadie lo dice, pero fue su amor. Él venía de Europa, así que no tenía prejuicios con respecto al mundo trans. Y esto lo sabe todo el mundo. Yo los veía y escuchaba cuando él la llamaba. Aparte, ella me contaba que se encontraban. No fue un noviazgo, pero había algo lindo entre ellos. Lo que pasa es que Cris era una persona muy reservada y jamás se le hubiera ocurrido hacer prensa con eso”, asegura.

Después de trabajar como relacionista pública durante casi quince años, Oriana decidió cambiar de rumbo. “Me harté. Se había terminado un ciclo y ya había hecho todo lo que podía en ese rubro. Además, aunque trabajaba mucho de día, me cansé de la noche. Ahí comienza mi transición, que duró como diez años pero era una asignatura pendiente. Tardé mucho, quizá porque mi trabajo era muy conservador. Pero hoy vivo como mujer. Mujer trans, me gusta aclarar esto último”, comenta sobre el momento en que cambió su nombre y su apariencia. Pero enfatiza: “Igual voy a ser la Oggi for ever”.

Cuando se trata de relaciones amorosas, Junco afirma estar “completamente cerrada”. “He tenido algunas equivocaciones y la pasé mal, hasta terminé perdiendo plata. Estuve bloqueada años. Así que no quiero saber nada más. Y, si alguien me gusta demasiado, lo dejo de ver. Así cierro cualquier posibilidad. No por nada, los árabes te dicen ‘ojalá te enamores’ como una maldición”, señala. Además, agrega que no tiene planes de tener hijos por ningún método, ya que debido a sus compromisos no se siente capaz de cuidar a otra persona.

Hoy en día, la rutina de Oriana comienza con un nutritivo desayuno acompañado de sus productos antienvejecimiento, seguido de treinta minutos en la cinta del gimnasio, un tiempo en la piscina y preparación de comidas saludables. “Mis comidas favoritas son la trucha con papas o el salmón con ensalada. Así me mantengo, diosísima. Además, no tomo alcohol”, revela. Reconoce que en el pasado solía consumir "barriles" de bebidas alcohólicas. Sin embargo, ahora prefiere no tener alcohol en casa para evitar la tentación y limitarse a tomar una copa solo cuando sale a cenar.

Oriana Junco y Moria Casán

 

Sus épocas de excesos: “De todo tipo: sustancias, alcohol, sexo...He probado de todo y he hecho de todo. Pero siempre he podido salir. ¿Cómo? En esa etapa de mi vida, se trataba de entrar y salir. Cuando me metía, le daba con todo. Y después, salía como si nada. Por eso no me considero drogadicta, porque no quedé atrapada en nada. Hoy fumo cannabis en una pipita y hago una terapia con aceites curativos y cremas, que es lo que me calma la ansiedad. Pero nunca más volví a hacer ninguna historieta”.

Y concluye: “No me arrepiento de lo que he vivido, pero ya está. Ahora, lo que quiero es cuidarme mucho y tener una vida desintoxicada. Porque mi idea es llegar a los cien años y para eso me tengo que cuidar de todo. Yo hoy tengo la sabiduría de lo que he vivido. Un pendejo se puede equivocar, pero a esta edad uno ya sabe cuando el camino no es por ahí. Yo entré y salí del infierno como quise muchas veces. Y del cielo también, porque como relacionista público tengo amigos en los dos lados. Así que, cuando me vaya de vacaciones eternas, voy a estar seis meses en cada lado para seguir divirtiéndome”.

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