Ministerio del Interior

Libertad, seguridad, autoridad: una ecuación que debe ser posible

Acerca de lo ocurrido en la plaza Líber Seregni

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27 de noviembre de 2020 a las 22:04

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Escena 1

Un grupo de personas se reúne -muchos de ellos integrantes de una comparsa barrial- en la zona de Plaza Seregni. Se calcula que había más de 100 personas, muchas no usaban tapabocas (según se ve en videos de cámaras de seguridad) ni respetaban la distancia social aconsejada, aunque estaban al aire libre. Alguien que pasaba por el lugar llamó al 911 para denunciar una gran concentración de gente. Un móvil policial llegó hasta el lugar, por altoparlante los policías comenzaron a transmitir el mensaje que a esta altura es conocido desde que comenzó la pandemia (distancia social, tapabocas, etc) y en algún momento hubo agresiones, pedradas y se dispararon balas de goma. Un fiscal estudia ahora todos estas pruebas para determinar si hubo abuso policial o si hubo delitos de parte de los que estaban en la plaza. En la fiscalía no hay denuncias en contra de la Policía, aunque hubo 11 detenidos, pero sí hay tres denuncias por las heridas que sufrieron tres efectivos.

Escena 2

El 25 de noviembre, un grupo de mujeres vestidas de rojo y con cofias blancas (igual que las “criadas” de la serie El cuento de la Criada, basada en la novela homónima de Margaret Atwood) realizaron una manifestación en la Plaza Independencia. Con distancia social recomendada y tapabocas rojos, unas 20 a 30 mujeres cantaron “El Estado opresor es un macho violador”. En el día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este grupo decidió manifestarse de una manera particular -en general la violencia que mata a demasiadas mujeres en Uruguay y el mundo no tiene tanto que ver con el Estado, sino con la cultura y la sociedad- lo que no generó más que alguna mirada asombrada de quienes pasaban. No hubo policías, ni altoparlantes, ni pedradas ni detenidos ni un caso judicial abierto

¿Qué relación hay entre estas dos escenas? Mucha y muy poca. Estuvo en ambos casos protagonizada por uruguayos, en el primero reunidos por diversión y en el segundo para manifestarse. Solo en uno intervino la Policía, a pesar de que el segundo se hacía frente a la Torre Ejecutiva en la que trabaja el presidente y parte de la proclama del grupo de mujeres culpaba también al mandatario de la violencia.

Cuando se me cruzaron por el camino ambas escenas, muchas partes de este puzzle que se llama sociedad, que construimos y destruimos entre todos, en el que conviven piezas que encajan y otras que parecen salidas de otro puzzle, se me desdibujaron. En el rompecabezas hay convivencia, hay reclamos por seguridad y justicia, hay autoridad ejercida (en algunos casos, con abusos), hay leyes y reglamentaciones que siempre permiten más de una interpretación, y hay personas con conceptos diversos y distorsionados del orden y el respeto.

A esta altura del partido una de las cosas buenas que le podría pasar a este país es que una discusión política y socialmente tan aguerrida como lo es la de Plaza Seregni tenga finalmente un argumento jurídico contundente de parte de la fiscal de Flagrancia María Eugenia Rodríguez, quien todavía no tomó una decisión sobre las responsabilidades de lo que pasó. En las primeras imágenes que mostró públicamente el Ministerio del Interior, que ha sido duramente cuestionado por el operativo incluyendo un pedido de interpelación al ministro, no se ven abusos ni agresiones directas de la Policía, pero la oposición y algunos colectivos consideran que todavía faltan datos para aclarar la situación.

Las primeras reacciones apuntaron a un desborde de los policías. Se acusó a los efectivos de racistas, porque buena parte de los congregados en la plaza eran negros. El sindicato policial informó a través de su abogado Andrés Ojeda que la acusación era falsa, además de que buena parte de los efectivos eran también negros.

El mismo fin de semana en que se armó la muy viral batahola de Plaza Seregni, la Policía realizó más de 350 intervenciones. En ningún caso se denunciaron agresiones de una u otra parte. No tengo detalles específicos sobre qué hizo cada ciudadano cuando se le pidió que respetara las medidas recomendadas para intenta evitar el contagio de un virus que al principio nos dio un respiro, pero que en el último mes no ha parado de afirmarse multiplicando la cantidad de casos y poniendo en peligro desde la salud colectiva hasta la ya resentida economía. Pero no hubo ese fin de semana un patrón de agresión o abusos.

Esto no significa que la Policía sea impoluta o que nunca incurra en abusos. Esta Policía, la misma que operó durante el último gobierno del Frente Amplio, debe siempre controlar esa veta de autoridad que necesariamente debe ejercer pero que con facilidad se puede convertir en autoritarismo. Y de ahí al lío, un paso. Pero nosotros, los ciudadanos, también debemos asumir que hay una autoridad, que en general intenta mantener o restablecer el orden, y que sobre todo en estos tiempos confusos en el que las recomendaciones son indefectiblemente algo vagas -porque ni los científicos logran comprender del todo aún al virus- es hora de colaborar sin generar más agresividad.

Cuando digo acatar me refiero a lo razonable. Si en este verano que se viene, un grupo de policías o de la Prefectura nos pide que dejemos la primera franja cercana al mar libre, o si nos llama la atención porque instalamos cuatro sombrillas juntas y hay 40 personas reunidas en torno a ellas, mi primera reacción será hacerles caso. Con más o menos malhumor, el mismo que me genera el Covid-19, pero lo haré. Y es lo mismo que le aconsejo a mis hijos, que suelen encontrarse en esquinas en las que un grupo de amigos se puede transformar en una muchedumbre en pocos minutos.

El Frente Amplio está preocupado por una reglamentación a la que le faltan muchas puntas sin limar. “Siempre he sido muy cauto. Hay que ver los videos completos y hacer una evaluación final que tenga en cuenta todos los elementos”, dijo el legislador de la Vertiente Artiguista, quien será el miembro interpelante del ministro. “Hay una problemática más general más allá del caso puntual, referido a las directivas en materia de aglomeración”.

Hace unos días, el ex director de Convivencia del Ministerio del Interior, Gustavo Leal, dijo en el programa En Perspectiva que en varios operativos actuaron la Policía actuó con excesos en base a la orden de exhortar a evitar aglomeraciones. Mencionó el caso de Juan Lacaze y Castillo, “con una impronta que desbordaba la simple exhortación”. Y atribuyó en parte estos desbordes a que las órdenes son difusas y que el “mando político no las precisa públicamente”.

Una sociedad que ha estado muy preocupado por la seguridad en los últimos años, según las encuestas, y en la que el partido que gobernó durante 15 años considera en su autocrítica que este tema fue importante a la hora de perder votantes, debe aprender a mantener en equilibrio la ecuación seguridad- derechos- autoridad. Para tener seguridad debemos acatar algunos reglamentos incluso si nos resultan antipáticos o ilógicos. Parece el único camino posible para la convivencia más o menos pacífica.

Incluso si supiéramos con certeza qué es una muchedumbre para la autoridad, algo que no ha sido definido por el ministerio ni recomendado por el Grupo Asesor Científico Honorario, los enfrentamientos siempre están a la orden. La libertad responsable es hermosa en su concepto pero muy compleja de delimitar, porque es tan subjetiva como el sentido común. Y ya sabemos que el sentido común varía ya no por barrio sino persona a persona. Tal vez los mismos uruguayos que a principios de año levantaron la voz contra el gobierno por permitir la “libertad responsable”, son ahora los que consideran que se están cometiendo excesos a la hora de controlar. Y viceversa.

Esto no significa que no haya abusos y que no debamos estar todo atentos para evitarlos, repudiarlos y denunciarlos.

Azuzar odios, enfrentar a policías con ciudadanos y a políticos con políticos (tanto el Ministro como la oposición han hecho declaraciones innecesarias, que crispan más los ánimos) solo suma tensión. Y de eso nos sobra.

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