Lo político vs lo personal trajo problemas al Parlamento, al Ejecutivo y hasta a la Fundación Pérez Scremini

Una reacción natural y otra no tanto

Este viernes cayó un nuevo ministro. El puesto de Germán Cardoso en Turismo ya había quedado pendiendo de un hilo el jueves, cuando el presidente Luis Lacalle Pou, luego de los datos aportados por el exdirector de Turismo al semanario Búsqueda por algunos expedientes de compras de publicidad, mostró su molestia por no haber recibido toda la información. “Debo estar informado de todo”, dijo en medio de su respuesta.

El problema con Cardoso fue que no se trataba de la primera vez que quedaba en el foco de la polémica por acciones desarrolladas desde su cargo. Apareció mencionado hace algunos meses en una investigación judicial que terminó con el procesamiento de un jerarca policial de Maldonado —amigo del dirigente colorado— por varios pedidos extraordinarios que le hizo. Por ejemplo, le pidió un patrullero cuando habían ruidos molestos cerca de su domicilio, cuando estafaron a su madre y en una oportunidad incluso le preguntó sobre si a una persona, amiga de su pareja, le habían realizado la espirometría tras un accidente. Por ese episodio el Frente Amplio pidió la renuncia del ministro.

Ahora los dardos llegaron desde la interna de su propio partido, dado que el exdirector de Turismo que lo acusa por las compras de publicidad sospechosas es dirigente de la Lista 15.

Cardoso tuvo en este último episodio un reflejo típico de político tradicional: no solo salir a defenderse, algo que sí es lógico y natural, sino también de mostrarse como una víctima de un “ataque político” y de una “jugada” interna de su partido.

A ese tipo de reacciones ya estamos acostumbrados. Es lo que sucede desde hace décadas cada vez que una acusación cae sobre un político. Lo hizo Raúl Sendic hace algunos años, Juan Carlos Bengoa algunos años antes, o Andrade hace algunos días, pasando por decenas de dirigentes blancos y colorados en décadas anteriores.

El que no reaccionó igual a lo que estamos acostumbrados fue el presidente. Lacalle, en vez de abroquelarse atrás de su ministro e invocar supuestas campañas, convocó al jerarca a pedirle explicaciones sobre lo denunciado. Lo hizo la primera vez ante el caso de corrupción policial. Las respuestas de Cardoso lo dejaron conforme. Lo hizo esta semana ante las compras en Turismo y lo respaldó. Y ahora, con nuevos elementos arriba de la mesa, dijo que lo volvería a escuchar, algo que finalmente no fue necesario porque Cardoso renunció antes. Pero todo ello fue de forma pública y visible. Con el ministro concurriendo a Torre Ejecutiva, delante de todos los periodistas.

El ciudadano podrá coincidir o no con la decisión que tomó el presidente las dos veces anteriores, o podrá no compartir el final de esta trama. Pero al menos la reacción no es la de proteger porque sí, sin estudiar el caso.  Lo de abroquelarse sin dudar un segundo detrás de un acusado ya está probado como un método perjudicial y Lacalle parece saberlo.

En zona de pospandemia 

En esta manera de actuar del presidente se pueden encontrar elementos que son intrínsecos a su personalidad y a su forma de abordar los asuntos políticos, pero también otros atados a la coyuntura política.

Y hoy estamos entrando en otra zona política: la pospandemia. La sensibilidad política está mucho más a flor de piel. El motivo principal es el referéndum que se aproxima, que como analizamos un par de semanas atrás, no será solo una consulta a la ciudadanía sobre algunos artículos de la ley de urgente consideración (LUC), sino que también será un plebiscito del gobierno.

Entonces es lógico que también el gobierno sea mucho más prudente en todos los pasos que da. En ese sentido es esperable que el Poder Ejecutivo vaya con pie de plomo en algunos asuntos que pueden ser polémicos hasta que pase esa elección, que presumiblemente será en marzo del año próximo.

Ya hubo señales pequeñas de eso. Un ejemplo fue el tema del cambio de la marca Uruguay Natural. Si bien esa idea está en el gobierno, por ahora la dilatan.

La diferencia entre gobernar con el termómetro en la mano o gobernar con el freno de mano puesto puede ser sutil, pero ese será un desafío de aquí a principios del 2022.

En ese clima de intensa sensibilidad, esta semana el oficialismo tenía una prueba de fuego: la interpelación por el puerto. Todos los detalles de qué se dijo y cómo los tenés en este link.

Pero el punto más complejo para la coalición era acompasar las diferentes visiones de los socios. En primer lugar porque Cabildo Abierto es muy crítico de esa negociación. Y en segundo lugar porque los colorados también tienen reparos. Desde el punto de vista de la coalición la prueba de fuego fue superada aunque costó y dejó huellas. Cabildo llegó a proponer una moción que pedía renegociar el contrato. Fue una señal dura. Luego de negociaciones consensuaron otra moción en la que lo que se le pide al Poder Ejecutivo es negociar una nueva cláusula para que el Estado tenga que aceptar una eventual venta de las acciones de Katoen Natie en la terminal portuaria de la que es socia con Uruguay (TCP).

Donde sí quedan muchas más dudas que el gobierno haya podido pasar con nota es en el terreno de la opinión pública. El asunto portuario es intrincado y complejo. Te recomiendo la columna de esta semana de Miguel Arregui que lo explica muy claro.

Pero desde el punto de vista comunicacional, el mensaje que pasó el  Frente Amplio es muy fuerte; y la defensa que pudo hacer el oficialismo no tanto. Más allá de quién se acerque más a la verdad, lo cierto es que la forma en que se llevó adelante la negociación —es verdad que es imposible negociar algo así en público—, pero sobre todo cómo se comunicó después al sistema político y a la opinión pública dejó abierta una posibilidad grande para que el Frente Amplio lo explotara políticamente. Y allí, por más ajustada a derecho y justo que pueda ser el acuerdo, fue muy difícil defenderlo ante los ojos del ciudadano común.

Cuando no se saben separar los problemas personales

Otro episodio relevante de la semana fue la aprobación en Diputados de la Rendición de Cuentas. Y allí se advirtió también la alta sensibilidad política que se vive por estos días.

Largos días de debate, en algunos casos productivos, en otros muy aburridos, tediosos y sin sentido. Pero el jueves un episodio robó la atención cuando diputados del FA y el PN casi se van a las manos. Cuando leés los detalles de qué fue lo que lo originó, no puede quedar otra cosa que un sabor amargo por la falta de tino de algunos políticos de no saber separar las discusiones políticas de los agravios personales.

La misma sensación, pero aún con más gravedad por la sensibilidad del tema, me quedó cuando leí esta profunda investigación de Natalia Roba sobre la destitución de un oncólogo contratado por ASSE en la Fundación Pérez Scremini. Sin señalar culpables de un lado o del otro de esa discusión, la pregunta que me quedó en la cabeza fue si no estamos lo suficientemente maduros como sociedad para saber separar las diferencias personales o políticas de un bien mayor como es, en este caso sin dudas, la atención de los niños con cáncer.