El narcotráfico en Ecuador avanza

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Los grupos mafiosos mexicanos controlan y disputan el negocio de las drogas en Ecuador

Los grupos Cartel Jalisco Nueva Generación y Sinaloa son transnacionales de estupefacientes y están conectados con la producción de cocaína en Colombia, cobraron vuelo por la frontera sur y llegaron hasta Guayaquil, entre otras ciudades
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05 de noviembre de 2022 a las 05:04

Las disputas entre los carteles mexicanos aumentaron la criminalidad en Ecuador.

La cantidad y violencia de las muertes ocurridas en las últimas semanas está íntimamente relacionada al manejo de las rutas de cocaína y drogas sintéticas hacia destinos de gran consumo como Estados Unidos y Europa.

El aumento sustantivo de los cultivos de coca en Colombia va de la mano del crecimiento de laboratorios de sustancias prohibidas y, en consecuencia, de mayor cantidad de logística, fuentes de lavado de dinero y, sobre todo, de pistoleros para intimidar o directamente asesinar a rivales.

El pasado martes, el presidente Guillermo Lasso decretó un nuevo estado de excepción con toque de queda en las ciudades Guayaquil y Esmeraldas, precisamente por los ataques armados que costaron la vida a cinco policías, ametrallamiento a unidades policiales y demostraciones de poder.

Fue la respuesta de los grupos narcos a un operativo de traslado de presos de dos pabellones de la Penitenciaría del Litoral en Guayaquil, que están bajo control de jefes narcos que, a su vez, están conectados con los carteles mexicanos.

Los narcos ecuatorianos actúan con los carteles Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa. Ambas estructuras delictivas se disputan desde hace años las rutas de comercialización de la droga en México. Ya no están solo en su país de origen. Son verdaderas multinacionales que llegan de modo ilícito pero con la ventaja de contar con dinero para comprar voluntades políticas y de funcionarios de seguridad.

Ecuador se convirtió en uno de los principales corredores de droga proveniente de Colombia y con destino Europa, Estados Unidos y Centroamérica. La disputa por entre los dos carteles mexicanos y sus ramificaciones en Ecuador, tuvo como punto álgido esta semana que termina en al menos cuatro ciudades del país, donde las fuerzas de seguridad contabilizaron 18 atentados coordinados con 12 policías como víctimas, de los cuales cinco murieron.

Esos ataques en las calles se planifican en las cárceles ecuatorianas. Un fenómeno que lleva décadas en Brasil y también en casi todos los países latinoamericanos. Los capos narcos, lejos de estar aislados, tienen teléfonos, acceso a información privilegiada, no solo por sus habilidades, no solo por sembrar el terror entre otros presos sino también porque tienen mucha plata. La suficiente para incorporar a detenidos que no provienen de grupos narcos y, lo más preocupante, para extorsionar y comprar las voluntades de jefes penitenciarios y de fuerzas de seguridad.

Lo hicieron en México con resultados a la vista. Lo había hecho el Cartel de Medellín en tiempos de Pablo Escobar. Son tantos los recursos que manejan que, según consta en expedientes y documentación interna de los estados, muchas veces son los propios funcionarios quienes les proponen las alianzas.

En Ecuador, el grupo Los Choneros tiene tres décadas de actuación en la ciudad costera de Manta, donde en coincidencia funciona un base militar de Estados Unidos. Los Choneros es el grupo de más peso en Ecuador y se convirtió en un socio del Cartel de Sinaloa para traficar cocaína colombiana.

Otros grupos están en relación con Jalisco Nueva Generación, otro poderoso cartel mexicano. Esas bandas se llaman Los Lobos, Las Tiguerones y Los Chone Killers. La función de estas bandas también es logística, deben garantizar control territorial y el embarque de toneladas de sustancias ilícitas hacia destinos de consumo.

Para tomar dimensión, Colombia produce unas mil toneladas de cocaína al año que se vende a no menos de US$ 25.000 en Nueva York mientras que en Europa el precio puede llegar a los US$ 35.000.

La porosa y selvática frontera entre Colombia y Ecuador hizo que buena parte de la droga llegara desde hace años a Guayaquil y otras ciudades costeras ecuatorianas. Y las sucesivas detenciones de jefes narcos hicieron que fueran las cárceles el lugar de donde emanan las órdenes.

Como esto no es una novedad, pero como tomó una virulencia mayor, las autoridades ecuatorianas decidieron el traslado de dos pabellones de la Penitenciaría de Guayaquil a otras cárceles. “El objetivo es reducir el hacinamiento, mejorar infraestructura y condiciones de seguridad”, informó por redes sociales el Servicio Nacional de Personas Privadas de Libertad (SNAI).

Pero la decisión desató la furia de los jefes narcos detenidos. Al punto tal que los presos aliados al Cartel Jalisco, lo interpretaron como una alianza entre las autoridades con el Cartel de Sinaloa para facilitarles los negocios a estos.

Así, de acuerdo a las autoridades, se encendió la chispa. Un video grabado desde una cárcel exhibe a un grupo de presos armados y hasta con explosivos atados al pecho. “Empezó de nuevo la guerra”, dice el audio de un mensaje telefónico enviado por un preso a su familia desde la Penitenciaría de Guayaquil.

Entre miércoles y jueves de esta semana, en ese penal hubo un descontrol que duró hasta el jueves 3 a la tarde, y fue por la intervención de cientos de policías y militares. Dos presos resultaron muertos y ocho heridos. Entre los uniformados, hubo 14 heridos.

Fuera de la Penitenciaría de Guayaquil, las calles estuvieron signadas por explosiones y ataques con armas, fundamentalmente en Durán, una ciudad que está unida por un puente con Guayaquil.

Tal fue la virulencia que, como respuesta, el presidente Lasso decretó por sexta vez en el año el estado de excepción con toque de queda durante 45 días.

Estas organizaciones delictivas están en contacto con el Cartel de Sinaloa desde principios de siglo y el grado de violencia del narco mexicano fue replicado por los grupos ecuatorianos.

El pasado lunes, dos cuerpos sin vida aparecieron colgados de un puente en Esmeralda, en la frontera con Colombia, algo común en el norte de México pero inusual en Ecuador. Las organizaciones mexicanas llegaron por el Pacífico también a Chile. En junio pasado, las autoridades de ese país confirmaron que tanto Jalisco Nueva Generación como Sinaloa operan en el norte de Chile. Los de Jalisco tenían un laboratorio que fue descubierto por la policía, mientras que los de Sinaloa tenían un avión cargado con más de 600 kilos de cocaína que volarían a Holanda pero antes fue descubierto por las autoridades.

 

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