Camilo dos Santos

Los nómades de las calles que ni figuran como indigentes

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07 de marzo de 2020 a las 05:00

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Nadie ha explicado cómo los uruguayos se acostumbraron a caminar entre compatriotas tirados en el piso, que pasan su vida al aire libre, sin cama ni lugar de higiene, sin refugio propio o ajeno, comiendo desechos o limosnas. Nadie encuentra respuesta a cómo los uruguayos incorporaron ese drama a la rutina cotidiana.

Nadie ha dado un argumento elaborado para explicar cómo tras la mayor bonanza económica de la historia, con tantos años seguidos de acumulación de incrementos en el ingreso real, el saldo social incluyera un récord de gente en la calle. Podrá decirse que la droga, que la salida de la cárcel sin reinserción familiar y otras cosas por el estilo, derivan en que una persona quedé así, como un animal vagabundo que no se comunica con nadie, que sobrevive a la intemperie sin expectativa de que ello pueda cambiar. Pero no hay estudios fundamentados que den respuesta profesional.

Nadie piensa que solucionar el problema sea fácil, pero todos deben tener claro que si no hay comienzo de solución, o de exploración de medidas para encontrar caminos posibles, obviamente el fenómeno no sólo no mejorará, sino que empeorará.

Con un ingreso a la caja del Estado de recursos como no es fácil encontrar en otro tramo de la historia económica, y con un ministerio creado especialmente para atender los problemas sociales, el fenómeno de gente en la calle no se arregló ni parcialmente y además se hizo más intenso y creció.

Un ex director del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) criticaba al nuevo gobierno porque en su área no se había nombrado reemplazante y él no podía hacer la trasmisión con su sucesor. Esa es una de las expresiones de insensibilidad social de mayor contundencia: ese director ni se le ocurrió pensar que el nuevo gobierno debiera adecuar la cíclope estructura de esa Secretaría de Estado, y eliminar su cargo como el de varios otros. No se precisan tantos jerarcas con actiividades superpuestas, secretarías y asesores por doquier, se requiere estructura ágil y eficiente y medidas en serio.

El director del semanario “El Bocón” logro una de las mayores repercusiones de sus dichos, cuando se le ocurrió viralizar un audio de lectura del sitio web del Mides con la denominación de todos los cargos de la estructura. El relato era tan absurdo que los que lo escuchaban, se preguntaban si era cierto o no. Pero al entrar al sitio de internet comprobaban que era tal cual y lo compartían.

Cargos, escritorios, secretarías, burocracia, paneles, foros, lenguaje inclusivo, gastos, todo eso en medio de una insensibilidad social ante un drama que golpea los ojos todos los días.

¿Cómo la izquierda pudo volantear así en un asunto de sensibilidad social y de protección a los más vulnerables?

El cambio de gobierno se dio con adopción de medidas de corto plazo que habían sido anunciadas, y que chocan con la postura del partido que gobernó antes: un patrullaje más intenso y acciones firmes ante sospechosos o posibles amenzas.

En algunos lugares, de interior y también capital, hubo gente aplaudiendo a policías que hacían un operativo o simplemente que cabalgaban por la rambla: serán hechos aislados no representativos, pero responden a gente que esperaba que el nuevo gobierno cumpliera lo prometido. 

Algunos dirigentes del Frente Amplio salieron al cruce de lo hecho por la administración de Lacalle Pou; unos diciendo que se violentan derechos de los ciudadanos y otros ridiculizando el accionar, advirtiendo que si pierden el tiempo persiguiendo a “malabaristas” o “artistas callejeros”, no harán el combate en serio a “las bocas de venta de pasta base” y a los “delincuentes en serio”.

Lo hecho por el gobierno es poco para calibrar si está o no en lo correcto, pero lo cierto es que el país viene de un fracaso en ambas áreas, acción policial (Interior) y de integración social (Mides) que se expresa en resultados que están a la vista.

G.Zamora

La pobreza no bajó por el Mides sino por Economía, y tras la bonanza económica hay bolsones de pobreza indigna que han estado abandonados por el Estado, y nunca hubo tanta gente a la intemperie, sin hogar, sin identificación, sin esperanza, sin vida humana.

La Policía se tecnificó, incrementó su personal y armamento, ensayó planes diversos de combate al delito, pero ganaron los “chorros”. Los honestos que viven en barrios pobres tienen que encerrarse temprano para no exponerse a los “dueños” de esa zona.

Nada mejor que las declaraciones de gente del propio gobierno de entonces.

Otoño de 2018 dejó eso bien claro, gracias a expresiones de sinceridad de dos jerarcas relevantes

En abril, el entonces intendente de Montevideo, Daniel Martínez, le envió una carta al presidente Tabaré Vázquez para expresar su preocupación por la cantidad de personas que viven en la calle, comentar la preocupación de los vecinos por este tema, que iba en aumento y pedir cooperación del Mides.

Nada significativo pasó luego ante ese problema

En mayo, el Director Nacional de Policía, Mario Layera, declaró que el país había “caído en una anomia social en la que no se cumplen las leyes y nadie quiere hacerlas cumplir”, y había advertido que el combate al delito se dificultaba por falta de cooperación de otros jerarcas del Estado: “El gobierno está muy compartimentado; la Policía no accede a determinada información que tiene el Mides porque dicen que es reservada, no accedemos a información del BPS ni a la de Secundaria o Primaria que nos permitiría contextualizar y ver el perfil de la gente con la que estamos tratando”.

Esos nómades de la calle ni figuran como indigentes, porque la pobreza y la indigencia se mide con la Encuesta de Hogares y a ellos no hay hogar para encuestarlos. Ni son pobres para la estadística.

La gente de la calle precisa una solución, pero también la precisan los uruguayos que quieren llegar a su casa de noche sin tener que sortear gente durmiendo en su puerta, o disfrutar un parque o una plaza sin enfrentar esa situación, con gente que orina o defeca en la vía pública, que se está drogando o cocinando basura.

Los uruguayos de la calle precisan ayuda, y también la población en general merece atender su preocupación.

No se trata de “sacarlos” como para correr la arruga del mantel de una mesa; se precisa una solución que es política y debe tener fundamentos técnicos.

Hay que hacerlo por sensibilidad social, porque la gente no puede acostumbrarse a tomar ese desgracia como parte de la rutina. Y hay que hacerlo para que la gente que sí tiene hogar, no se resigne a perder uso de espacios públicos que le corresponden para disfrute colectivo.

No está claro si el gobierno nuevo lo hace bien, pero sí es evidente que el anterior no mostró nada en ese drama social, actuando como un “liberal extremista” que dijera que el Estado no debiera ocuparse del asunto, porque “la mano invisible” del mercado podría solucionarlo.

Hasta ahora, a “los de la calle” no les llegó ni esa “mano invisible” ni el “brazo visible” del Estado. Nada de nada, siguen ahí a la deriva.

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