Un avión aterriza con dificultad por los vientos en el aeropuerto de Bilbao, en febrero pasado.

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Los vientos y la nieve dejan a muchos pasajeros a merced de las aerolíneas

La Borrasca Nelson complica los aterrizajes, que las líneas aéreas reprograman a muchos kilómetros de los aeropuertos originales. Que pueden hacer los pasajeros.
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28 de marzo de 2024 a las 06:55

“Posibles interrupciones desde y hacia España debido a los fuertes vientos”. 

Lamentamos cualquier inconveniente causado a los pasajeros por estos fuertes vientos que están fuera del control y afectan a todas las aerolíneas".

Este aviso de una de las compañías aéreas que operan más vuelos en España en plena 'operación salida', repetido por otras compañías, puso el miércoles sobre aviso a miles de pasajeros que en esta Semana Santa se disponen a viajar en avión, en plena furia de la Borrasca Nelson, nieve y, sobre todo, fuertes vientos.

La mayoría llegará a sus destinos sin problema pero puede ocurrir que otros no tengan tanta suerte y sus vuelos se vean desviados a otros aeropuertos con mejores condiciones para aterrizar, aunque estén a cientos de kilómetros del destino final y más lejos también de otros aeródromos que permitirían a los pasajeros llegar a su destino con menos trastorno.

El motivo es que en la elección de 'plan B' mandan las aerolíneas, que siguen criterios de seguridad y logística y entre los que no figura el reducir el trastorno para los viajeros.

Así quedó negro sobre blanco hace unas semanas en el Senado, cuando el senador de Bildu Josu Estarrona preguntó al ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Oscar Puente, si tenía previsto tomar medidas para que esto deje de ocurrir, que las aerolíneas cuyos aviones no puedan aterrizar en el destino previsto no desvíen las aeronaves a aeródromos lejanos o, incluso al de origen del vuelo, y, en su lugar pongan rumbo a otros más cercanos.

Se refería en particular a lo que ocurre en los aeropuertos del País Vasco, que figuran entre los más afectados por los desvíos debido a malas condiciones climatológicas.

Así por ejemplo, las rachas de viento de más de 160 kilómetros/hora que se registraban el pasado 8 de febrero en el  aeropuerto de Bilbao obligaron a anular 18 vuelos y trastocaron el aterrizaje de otros seis que tenían previsto llegar allí.

Uno que había despegado en Ámsterdam fue desviado a Barcelona. Otro procedente de Bruselas fue a tomar tierra en Madrid y otro que partió de Dusseldorf terminó regresando a esta ciudad alemana.

Enaire, la entidad dependiente del Ministerio de Transportes que gestiona la navegación aérea, reportó en 2023 151 vuelos desviados por causas meteorológicas, 89 en el aeropuerto de Bilbao, 32 en el de San Sebastián y 7 en el de Vitoria.

En 23 vuelos que debían aterrizar en el Aeropuerto de Pamplona también fueron desviados a causa del mal tiempo.

En estas dos comunidades y también en 2023, hubo otros tres desvíos de vuelos por incidencias operacionales y otros tres por incidencias técnicas y otras 31 ocasiones por causas "sin determinar".

Lo que pueden hacer los pasajeros afectados

Aquel día en el Senado, el ministro Puente minimizó el fenómeno en el País Vasco, donde de 72.000 vuelos operados el año pasado se desviaron 238, "es decir, el 0,3% de operaciones registradas".

Los controladores no pudieron facilitar cifras de desvíos de vuelos nacionales, pero según apuntan fuentes del sector aéreo, también los aeropuertos de Canarias y Galicia soportan frecuentes malas condiciones meteorológicas que obligan a desviar vuelos.

Explican que no todos los aeropuertos valen para ser pista de aterrizaje alternativa y que pueden serlo los que tienen la misma categoría, por tamaño e infraestructuras.

Aun así, un simple repaso a lo que ha ocurrido en los últimos meses muestran que la experiencia de terminar en el mismo aeropuerto de origen o en otro a una distancia considerable al destino final no es un hecho extraordinario.

En estos casos, los pasajeros tienen el derecho a reclamar una indemnización de entre 250 a 600 euros, en función de la distancia, más los gastos ocasionados.

En octubre del año pasado, la tormenta "Alina" obligó en una sola jornada a desviar una veintena de vuelos con destino el aeropuerto de Málaga. Algunos terminaron en Sevilla o Almería, pero otros fueron llevados hasta Madrid, Valencia o Barcelona. 

Un mes más tarde, el temporal "Ciarán" impidió aterrizar en Santiago de Compostela a siete vuelos que fueron desviados, uno de ellos -procedente de Tenerife- al aeropuerto de Sevilla

Los pasajeros no siempre terminan a varios cientos de kilómetros de su destino. Otro episodio de fuertes vientos ocurrido el pasado 9 de febrero llevó al aeropuerto de Asturias a acoger tres vuelos procedentes de Las Palmas, Madrid y Sevilla que deberían haber aterrizado, respectivamente en Santander y Santiago de Compostela.

También llegó al aeródromo asturiano otro vuelo que debía haber aterrizado en Bilbao, a más distancia que otras alternativas.

Ante esta situación, el Gobierno no puede hacer nada ni legislar, por ejemplo, para obligar a las compañías para que desvíen los vuelos lo más cerca posible del destino final.

"Las soluciones legislativas no están en nuestra mano, ya que es la UE la que regula el tráfico aéreo", intentó justificarse Oscar Puente en el Senado.

Según explican fuentes del sector aéreo, la decisión de dónde debe aterrizar un avión que no puede hacerlo en el aeropuerto previsto la toman las compañías aéreas. Este aeródromo 'B' en cada caso debe figurar en el plan operacional de cada vuelo que presenta cada aerolínea y que valida la Agencia Estatal de Seguridad Aérea de acuerdo a normas que son iguales para toda la Unión Europea.

En este plan de vuelo debe detallar cuál será el aeropuerto "de alternativa post-despegue" -el de Madrid-Barajas suele ser el de Valencia, por ejemplo"-, tiendo en cuenta condiciones meteorológicas, la disponibilidad y calidad de las infraestructuras.

Además de por estos motivos de seguridad, en la selección del aeropuerto alternativo también entra en juego que tenga recursos propios y contratos de asistencia handling, de personal de tierra, criterios estos últimos que el senador Estarrona consideró más cerca de "lógicas empresariales" de las aerolíneas que del objetivo de provocar el menor trastorno posible al pasajero.

Ante esta situación, lo que está en manos del Gobierno no es dejar a los pasajeros lo más cerca de sus destinos, sino intentar paliar con actuaciones técnicas las dificultades que afrontan algunos aeropuertos ante adversidades climáticas, por el mero hecho de su localización, mejorando maniobras de llegada al aeropuerto o de aproximación, según explicó Puente en el Senado en relación con los aeródromos vascos en particular. 

 

 

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