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LSD, colores y música con sabor: qué es la sinestesia, la condición que hace mezclar los sentidos

Son varias las personalidades de la cultura que tienen sinestesia, una curiosa condición no patológica que confunde los sentidos y que se asocia con frecuencia al LSD
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19 de octubre de 2019 a las 05:02

De leer sobre Billie Eilish en la Rolling Stone, paso a mirar a Seba. Él teclea sobre fútbol en la computadora de enfrente, tiene una postura que supongo ya se ha vuelto rutinaria, una camisa celeste de jean, los lentes de siempre, la taza de café al lado con el mango de la cuchara para afuera, un tupper amarillo semi abierto y no mucho más. De vez en cuando se acomoda en la silla. O se levanta para ir a la cocina. Pero en general, Seba está como siempre, como el resto de los días de trabajo en esta redacción que nos enfrenta espacialmente. Lo veo igual. Y de Seba, vuelvo a Billie Eilish. Y repaso lo que dice un fragmento del perfil que escribió sobre ella un tal Josh Eels, con fotos de Petra Collins: “‘Cada persona que conozco tiene su color, forma y número en mi cabeza’, dice. Finneas, por ejemplo, es un triángulo naranja. Su canción Bad Guy  es ‘amarilla, pero también roja’, dice. ‘Y el número es 7. Es cálida, como un horno. Y huele a galletitas’”.

De la nota, vuelvo a Seba. Y pienso en cómo piensa o siente Billie Eilish. ¿Qué color sería Seba? ¿Qué forma? Si yo fuera como ella, ¿cómo vería el mundo? Más interesante, supongo. ¿Saldrían colores de la pantalla de la computadora? ¿El refuerzo de jamón y queso que espera al almuerzo tendría la forma de un cubo y el sonido de un delfín? De seguro vería música saliendo de la taza de café de Seba, sus lentes de marco negro serían haces de luz y su tecleo diario olería al número 19. La sinestesia es impredecible. Porque claro, si yo fuera como Billie Eilish –que si no la conoce, lector, solo necesita saber que con 17 años es la gran revolución del pop centennial– tendría sinestesia. Sería sinestésico. Tendría los cables neurosensoriales cruzados y los sentidos alterados. Y sería una más de esas personas que perciben al mundo de una forma totalmente diferente al resto.

Sentido va, sentido viene

Como todo o casi todo, la denominación viene del griego. Syn sería algo así como junto o unión; aisthesis, sensación. Juntar sensaciones. Y nada mejor que eso para explicar este fenómeno neuronal que desde hace años fascina a los investigadores, que desconcierta a quienes la poseen y que impulsa a los más atrevidos a meterse en terrenos lisérgicos. Porque la sinestesia, entre otras cosas, es una de las manifestaciones más recurrentes del efecto del LSD en el organismo.

En términos entendibles, la sinestesia es una variación no patológica de la percepción de las cosas. No es una enfermedad. Quienes la experimentan, como Billie Eilish, sienten a través de vías cognitivas o sensoriales una determinada respuesta involuntaria a estímulos específicos. Para que quede más claro, los sinestésicos tocan una superficie lisa y sienten un sabor dulce en la boca. O ven colores cuando escuchan alguna nota musical. Hay diferentes tipos y cada uno tiene su propia particularidad; los más comunes son los cromestésicos, los que están especialmente predispuestos a la percepción de colores. Aunque se piensa con frecuencia que la sinestesia hace que los sentidos se mezclen, eso no es del todo correcto: los sonidos se escuchan, los sabores se saborean y lo que se ve, se ve. Pero, a la par de eso, hay más asociaciones sensoriales.

Lo que hay que saber es que todos nacemos sinestésicos, pero posteriormente con el desarrollo del cerebro, los circuitos y conductos neuronales se van acomodando a lo que, en su mayoría, todos percibimos. En ese sentido, es particularmente difícil saber cuál es la prevalencia de la sinestesia en el mundo, cuántos adultos no terminan de encausar estas conexiones y mantienen la condición. Los estudios no se ponen de acuerdo, pero la mayoría apunta a que una de cada 2000 personas la padece. Y además, dada las múltiples características y tipos que hay, es particularmente difícil diagnosticarla.

Sin embargo, esta cualidad ha estado presente en el mundo desde hace mucho, y en especial en el mundo del arte. De hecho, en términos culturales existe una romantización sobre su posesión, dado que con frecuencia se asocia a un mayor poder creativo. En términos literarios, además, funciona como una figura retórica que asocia cualidades inherentes a lo externo a emociones o pensamientos o sensaciones. Por ejemplo, esto que decía Juan Ramón Jiménez en su poema Hora inmensa: “Es de oro el silencio. La tarde es de cristales”.

Una de las áreas donde más aparece la sinestesia es en las artes plásticas, y uno de los exponentes más grandes de esta condición fue Vincent Van Gogh. El creador de La noche estrellada comentó varias veces a su hermano Theo por correspondencia las correlaciones de colores que percibía en su vida. Vincent cuenta, entre otras cosas, como en 1885, mientras tomaba lecciones de piano, descubrió que podía relacionar el sonido de las teclas del piano con un color específico. Su maestro pensó que estaba loco y lo expulsó. 

El escritor Vladimir Nabokov es otro de los nombres importantes en la lista de sinestésicos ilustres. Es más: su madre, su esposa y su hijo también lo eran. El autor de Lolita y Pálido fuego dejó por escrito varias referencias a su vínculo con esta condición, y esto es lo que decía en una entrevista con la BBC en 1962: “El sentido del color, el amor por el color, lo he tenido toda mi vida. Además tengo esta especie de extraño don de poder ver letras en colores. Tal vez uno de cada mil lo tenga. Mis psicólogos me han dicho que la mayoría de los niños lo tiene, y que después lo pierden cuando sus estúpidos padres les cuentan todos esos sinsentidos de que la A no es negra, que la B no es marrón. No sean absurdos”.

De ácidos, cartones y lisérgicos

Como se mencionó al comienzo, la sinestesia también está ligada fuertemente al consumo de determinadas drogas de carácter lisérgico, como el LSD y la mescalina. La sinestesia es, incluso, uno de los motivos por los que muchos consumidores deciden sumergirse en el mundo del ácido. Que los discos más coloridos de los Beatles hayan sido los que aparecieron en la etapa más LSD de la banda no es casualidad.

En una nota del sitio Vice, que usualmente publica notas e informes sobre el consumo de distintas drogas –con un enfoque bastante apologético, hay que decirlo–, se recogen algunos testimonios escritos en Twitter de usuarios que cuentan algunas experiencias sinestésicas con las drogas. Estos son algunos de ellos: “Estábamos en una reunión, había un amigo dj ya en viaje y podía ver salir a la música de las bocinas. Salían como bocanadas de aire de colores”; “Veo la música como la sucesión de Fibonacci, según el sonido veo las formas dentro de la forma”; “El color verde era delicioso”.

En 2013, el doctor en psicología David Theune de la Universidad de Londres realizó un experimento controlado con distintas drogas para poder enlistar todas las que producían alguna clase de sinestesia. Como era de esperarse, el LSD quedó en primer lugar como la sensación más aproximada a la experiencia congénita, pero también estudió las reacciones bajo los efectos de la mescalina, los hongos psilocibios, la ayahuasca y la ketamina, entre otras sustancias. Los resultados del estudio arrojaron que las drogas que  elevaban el nivel de serotonina en el cerebro, también inducían experiencias sinestésicas, o al menos experiencias que se asemejaban a lo que un sinestésico siente. 

Pero drogas más, drogas menos, la sinestesia sigue muy presente y campante entre nosotros. Quizás hasta usted sea sinestésico, tanto o más que Nabokov o Billie Eilish, y no lo sepa. Yo de seguro no lo soy. En caso contrario, la canción que ahora suena de Florence + The machine tendría que oler a jazmín, tener un color azul y Seba, que sigue ahí enfrente tecleando sobre fútbol, sería un triángulo. O un octógono púrpura que huele a canela. Y yo, al menos, lo veo igual que siempre. 

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