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Macri ve en G20 la oportunidad para relanzar su gobierno

El gobierno argentino interpreta el apoyo de las grandes potencias como una señal de confianza y el presidente aspira a quedar reposicionado como líder regional

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01 de diciembre de 2018 a las 05:01

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En los días previos al encuentro del G20 en Buenos Aires, los medios de comunicación machacaron sobre las diferencias de Argentina y sus visitantes. En esa comparación, el país anfitrión salía vergonzosamente mal parado.

Es, por lejos, el país de mayor inflación (terminará este 2018 rondando un 50%), es el país cuya moneda sufrió la peor devaluación y es el único cuya economía no sólo no creció sino que tiene una perspectiva de recesión profunda para el año que viene. Y a nivel estructural, es uno de los que cuenta con PBI más bajo y mayores problemas sociales a resolver.

Y, aunque parezca paradójico, este es el contexto en el que Mauricio Macri espera tener un relanzamiento de su gestión y mejorar su imagen ante la opinión pública.

Como el propio presidente se ha encargado de recordar, fue por el apoyo de las grandes potencias que el Fondo Monetario Internacional aprobó la ayuda económica más grande de su historia.

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Lo dijo en las conferencias de prensa en la Casa Rosada al recibir al francés Emmanuel Macron y, luego, al estadounidense Donald Trump. “Es un buen momento para agradecer el enorme apoyo que hemos recibido de los Estados Unidos y de su gobierno, en especial en este último año donde estamos atravesando momentos difíciles. Y con el apoyo de ustedes y el acuerdo que se facilitó con el Fondo, hemos empezado a construir de vuelta hacia un mejor futuro”, dijo el mandatario argentino en el día de la apertura, al recibir a Trump para una reunión bilateral.

Ese es, en definitiva, el mensaje que Macri espera transmitir en este G20: que las potencias apoyan a su gobierno porque creen en su programa de reformas estructurales de la economía. Que lo ven como un político capaz de liderar la región en un momento en que América latina entra en una fase de incertidumbre, con la tentación de populismos de diverso signo.

El solo hecho de ser anfitrión de este encuentro y lograr que Argentina -que habitualmente sólo sale en las noticias internacionales por sus problemas financieros-, aparezca como un país que está liderando la nueva agenda mundial, eso es para Macri el logro principal del G20.

Como sintetizó un editorial del diario The New York Times, “Argentina tiene la oportunidad de brillar en medio de las malas noticias”.

Lo cierto es que el país estará por unos días en el centro de la atención mundial. Y Macri espera que este G20 no sea recordado por incidentes violentos ni por una profundización en las desavenencias entre los líderes mundiales, sino por ser un punto de inflexión a partir del cual comenzaron a tejerse nuevos consensos en materia de apertura comercial.

“La Argentina está capitalizando lo que implica formar parte de la comunidad internacional”, analizó el politólogo Sergio Berensztein, respecto de la importancia política que la cumbre pueda dejar al gobierno de Macri.

Un difícil equilibrio diplomático

En lo diplomático, la reunión implica para Macri la búsqueda de un difícil equilibrio, al acercarse a potencias enfrentadas entre sí. Ya quedó demostrado en la reunión bilateral con el francés Macron, cuando ante una pregunta sobre la integración regional, contestó que su país no puede profundizar el intercambio con países que hayan desconocido el Acuerdo de París en materia de cuidado ambiental.

Era una alusión a Estados Unidos, dado que Trump, alineado con los negadores del cambio climático, dijo que quería que su país desuscribiera el acuerdo. Pero en la Argentina se lo consideró también una crítica indirecta a Brasil, dado que el recientemente electo Jair Bolsonaro manifestó su sintonía con Trump en esta materia.

Macri tomó la frase como un elogio a Argentina, dado que el país está alineado con los que promueven los cambios en la producción industrial para un mejor cuidado ambiental. Pero, al mismo tiempo, debe encarrilar la relación con su principal socio regional y, naturalmente, también con Estados Unidos.

Como recordó el propio Macri en su reunión con Trump, las empresas estadounidenses son, por lejos, las que realizan el mayor volumen de inversiones extranjeras directas en Argentina.

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“Esperamos que lo sigan siendo, que sigan apostando al talento argentino y nos sigan ayudando a crear empleo de calidad”, declaró Macri, al reunirse con el mandatario estadounidense, quien días antes había hecho gestos políticos al aliviar sanciones sobre exportaciones argentinas como el biodiesel y al reabrir el mercado para las ventas de carne vacuna argentina.

En la previa del inicio del G20, el canciller Jorge Faurie encabezó un encuentro con el presidente de la Overseas Private Investment Corporation (OPIC), una institución financiera de desarrollo del gobierno de Estados Unidos que respalda a empresas para proyectos en mercados emergentes.

Mediante la firma de una carta de intención se oficializó el impulso a inversiones en Argentina por unos 813 millones de dólares. Aunque, según la estimación del gobierno, la cifra final pordría llegar hasta 3.000 millones, en áreas como logística, infraestructura y energías renovables.

La gran apuesta argentina es el impulso a la zona de Vaca Muerta, donde se encuentra uno de los mayores reservorios del mundo en materia de petróleo y gas de tipo “shale”, y que implica grandes inversiones para la extracción.

También entre las iniciativas que contarán con apoyo financiero por parte de OPIC figuran el corredor vial Buenos Aires-Mendoza, desarrollos de energía solar en San Juan y de energía eólica en Chubut y en Santa Cruz, un proyecto de gasoducto que conectará Vaca Muerta y la ampliación de un parque logístico.

Los funcionarios de Macri lo promocionan como un verdadero logro: desde 2010 hasta la fecha, el OPIC sólo había activado financiamiento para proyectos en la Argentina por apenas 10 millones de dólares. El objetivo es que, como consecuencia de la reunión con Trump, se pueda profundizar el financiamiento.

En simultáneo, se espera también el apoyo inversor de la otra gran potencia, enfrentada ahora con Trump en una guerra comercial de consecuencias imprevisibles.

Macri cree que, como consecuencia de la reunión con el chino Xi Jinping, se podrá dar impulso a las inversiones en obras de infraestructura. El objetivo es la firma de 40 convenios bilaterales en diversas áreas.

Según el último dato, los desembolsos de capitales chinos se ubicaron por encima de los 1.200 millones de dólares, pero expertos señalan que existe un potencial superior a los 8.000 millones para la etapa que han denominado “segundo plan quinquenal”.

Convertir debilidad en fortaleza

Pero el gobierno argentino tiene claro que el apoyo de las grandes potencias no es tanto por el entusiasmo que despierta su gestión, sino por el temor a un regreso de las políticas populistas que puedan llevar a una desestabilización de América latina.

Como recordó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en las reuniones con inversores y con funcionarios de organismos internacionales ya no le preguntan sobre el programa económico sino sobre las encuestas para las elecciones del 2019. Es por eso que, en las reuniones técnicas que se realizan en paralelo al encuentro de los líderes, el énfasis que ponen los funcionarios argentinos es que Macri cuenta con buenas chances de ser reelecto.

Tratando de convertir la debilidad en fortaleza, la argumentación es que el mal momento económico actual es la prueba del apoyo popular. El propio Dujovne dijo que nunca en la historia argentina se había hecho un ajuste fiscal de tal magnitud en democracia y sin que esa situación llevara a un golpe de Estado. En otras palabras, el mensaje a los inversores era que no se podía haber aplicado este duro plan de reforma si no se contara con un consenso social para ello, y que eso se reflejará en apoyo en las urnas.

El mercado está lejos de creer en esa versión: de manera bien elocuente, los bonos de la deuda soberana argentina que vencen en 2020 muestran una fuerte caída de precio respecto de los que vencen en 2019. Ahí está reflejado el temor de que gane el peronismo, que ha insinuado que renegociará el cronograma de obligaciones financieras.

Para el gobierno argentino, el G20 es la oportunidad de revertir el escepticismo, mejorar la imagen  y dar inicio a una nueva etapa, con las elecciones presidenciales como meta final. Lo que resta por verse es si ese protagonismo internacional es suficiente para revertir el malhumor social que provoca la recesión.

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