Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir

Opinión > Editorial

Malos augurios para la educación

Muñoz perdió a las dos figuras elegidas para timonear los planes de reformas de Vázquez
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28 de octubre de 2015 a las 15:20

El desmantelamiento de la cúpula reformista de la educación pública es un mal augurio para ese sector, a menos que el gobierno sea capaz de medidas correctivas acordes con los compromisos asumidos por el presidente Tabaré Vázquez. El despido del director de Educación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Juan Pedro Mir, y la consecuente renuncia del subsecretario de la cartera, Fernando Filgueira, descabeza el equipo a cargo de implementar los planes anunciados por el propio Vázquez, basados en un marco curricular común para mejorar en general la enseñanza y aceitar el traumático paso de primaria a secundaria. Como resultado, se refuerza en su cargo Wilson Netto, quien se desempeña sin demasiado éxito en la presidencia de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), desde el último año de la administración Mujica.

La crisis, que existe por más que la ministra María Eugenia Muñoz lo niegue, se desató cuando Mir opinó públicamente que no estaban dadas las condiciones políticas para llevar a cabo un cambio del ADN de la enseñanza pública. Se ha informado que la decisión de Vázquez de cesarlo se basó no tanto en la fundada posición de Mir sino en su publicación, como parte de un intento de inducir el reemplazo de Netto. Pero la consecuencia inmediata de la medida presidencial es inconsistencia y atraso. La inconsistencia fue evidenciada por los contradictorios comentarios de Muñoz. Cuando Filgueira fue nombrado para liderar las reformas, la ministra afirmó, hace poco más de siete meses, que el subsecretario era “un apoyo insustituible” para modernizar la enseñanza pública. Pero ahora dio, imperturbable, un giro total de posición al asegurar que “ninguno de nosotros es imprescindible” y que “el país no pierde nada, yo no pierdo nada” con la salida de Filgueira y de Mir. Agregó: “Acá no hay pérdidas, todo es ganancia para la gente”.

La equivocación ministerial es notoria. Muñoz pierde a las dos figuras elegidas para timonear los planes de reformas de Vázquez, incluyendo al principal asesor de confianza del presidente. El país pierde otra vez la oportunidad de empezar a poner en marcha cambios que saquen a la enseñanza pública del penoso retroceso que se evidencia año a año. Y la gente no solo nada gana sino que pierde otra oportunidad de que los niños y jóvenes se pongan a rueda de la educación que exige el mundo actual.

Uruguay lleva siete años perdidos, desde la defectuosa ley de Educación aprobada en 2008. Mujica proclamó una drástica reforma en cuanto asumió. Pero quedó en la nada por la visceral oposición de los sindicatos docentes a cualquier cambio y por la incompetencia para enfrentarla, que caracterizó al fracasado desfile de autoridades cambiantes en ANEP y los consejos de los diferentes niveles. La consecuencia del nuevo error gubernamental es seguir postergando la mejora de los programas en escuelas y liceos, la disminución de las deserciones y las repeticiones y el cambio en la pobre formación, que fragmentan el nivel secundario. El gobierno tiene planes definidos para atraer inversiones y aumentar la actividad productiva. Pero de poco servirán sus proyectos si la pobreza educativa sigue manteniendo a la juventud mal preparada para las exigencias actuales del mercado laboral.

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