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Me voy y quiero que me acompañen

Después de 31 años en el Financial Times, Lucy Kellaway va a ser maestra y ha establecido la organización Now Teach
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01 de diciembre de 2016 a las 05:00
Por Lucy Kellaway
Financial Times

De aquí a un año no estaré sentada en mi escritorio en el Financial Times escribiendo columnas burlonas sobre las locuras de la vida corporativa. Estaré enfrente de un aula llena de adolescentes en una escuela en el centro de Londres enseñándoles las reglas básicas de la trigonometría.
Hay varios aspectos irregulares con respecto a este cambio de vida. Uno es que lo estoy haciendo bastante tarde. Habré cumplido 58 años cuando comience. Otro es que lo estoy anunciando bastante temprano. En realidad no me voy hasta julio.

La razón por tan largo anticipo es que quiero persuadir a mis lectores que dejen lo que estén haciendo y que me acompañen. O más bien, quiero convencerlos si son a) de cierta edad, b) obstinados, c) basados en Londres y d) les apetece la idea de enseñar matemáticas, ciencias o idiomas, en las escuelas con la mayor escasez de maestros.

Durante los últimos meses, junto con personas que saben lo que están haciendo, me he dedicado a establecer una organización para animar a banqueros, abogados y contadores a pasar el resto de sus carreras en las aulas. Nuestro equipo se llama Now Teach (Ahora Enseña), y pretende lograr una versión de lo que Teach First (Enseña Primero) ha logrado de manera tan genial
–convencer a los recién graduados más brillantes que ser maestro es una buena manera de hacer algo "cool" y noble antes de salir a trabajar para McKinsey/PwC/Goldman– sólo que al revés.
Queremos convencer a las personas que se han pasado toda una vida en McKinsey, o dondequiera, que ser maestro es algo "cool" y noble después.

No todo el mundo piensa que es una gran idea.

Cuando se lo comenté a mi compañero columnista Gideon Rachman me miró perplejo. "Déjame ver si te he entendido", dijo con el ceño fruncido. "Vas a dejar un trabajo que haces bien, donde recibes dinero, halagos, libertad, glamour y flexibilidad. Lo estás cambiando por otro que es menos bien pagado, difícil, que no te ofrece libertad, que es intensamente estresante y que posiblemente no harías bien. ¿Hay algo que no capté?"

La respuesta, Gideon, es que sí hay algo que no entendiste.

Nadie puede hacer lo mismo eternamente. En la mayoría de los trabajos dos décadas es suficiente tiempo.

Yo me he aferrado a mi empleo durante 31 años porque mi trabajo es el más agradable del mundo. Pero aún así, ha sido suficiente tiempo. Con los trabajos, igual que con las fiestas, es mejor irse cuando uno todavía se está divirtiendo.
Para mí, la idea de volver a empezar, de aprender algo nuevo y terriblemente difícil, es parte del atractivo; al igual que la idea de estar en un salón de personal con colegas de la edad de mis hijos.

Pero lo más importante, algo que los lectores encontrarán difícil de tragar dado que toda mi carrera se ha basado en ridiculizar a otros, es que, para mi próximo acto, quiero ser útil.
Sí, yo sé que criticar la pomposidad de jefes ejecutivos es útil de cierta manera pero esa no es la utilidad que tengo en mente.

Hace unos meses escribí una columna señalando que casi no quedaban cincuentones en el mundo de los bancos, el derecho corporativo o la mayoría de los trabajos administrativos. Al pie un lector profético escribió: ¿Es hora de Teach Last (Enseña Al Final)? Llegó la hora. Las escuelas necesitan maestros. La mayor parte de mi generación ha pagado sus hipotecas; tenemos pensiones de jubilación y podemos permitirnos el lujo de un recorte en ingresos. Viviremos hasta los 100 años, y trabajaremos hasta que cumplamos 70. Si Leonard Cohen pudo hacer giras mundiales hasta los 80 años de edad, seguramente yo puedo encontrar la energía para estar en un aula todo el día, enseñándoles a los chicos mi asignatura favorita.

Varias personas han protestado que no va a funcionar, ya que para mi generación será imposible controlar adolescentes díscolos. Pero yo no estoy lanzándome a mí misma y a mis compañeros reclutas de Now Teach a las escuelas sin ningún apoyo. Estamos asociados con Ark, la organización educativa y caritativa, que sabe entrenar maestros. He asistido a algunas de sus sesiones y he aprendido como presentarme ante los estudiantes y qué hacer con mi voz para lograr que los chicos se porten bien. He practicado enfrente del espejo: casi me asusté a mí misma.

Por ahora les estoy prohibiendo a todos los lectores del FT que me envíen correos electrónicos de despedida ya que todavía no me voy. Me quedaré hasta el verano y, aún en ese momento, no será una ruptura total. Seguiré escribiendo para el FT, cuando toda esa trigonometría me deje un momento libre.

En vez, sólo quiero que me escriban las personas que tengan opiniones sobre Now Teach.
Mejor aún, quiero saber de aquellos que deseen desechar la vida corporativa para acompañarme.

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