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Meta compleja en Paraguay

La elección de Mario Abdo Benítez representa un paso adelante en un país que debe acompasar su floreciente economía con una mejora en las paupérrimas condiciones de vida de vastos sectores de su población y con más efectivo combate a la corrupción.

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25 de abril de 2018 a las 05:00

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El triunfo electoral de Mario Abdo Benítez en Paraguay por menor margen que el pronosticado por las encuestas refleja el descontento de gran parte de la población con las desigualdades sociales que la mantienen en la pobreza y la informalidad pese al sólido crecimiento de la economía. Los desafíos que enfrenta el presidente electo para nivelar ese desequilibrio se han acumulado a lo largo de una historia turbulenta, en la que pocas veces hubo asomos de democracia. Un mapa del siglo XVII del cartógrafo real francés Sinson muestra a Paraguay como el país con mayor territorio de América del Sur, incluyendo lo que es hoy Uruguay y partes de Brasil, Argentina y Bolivia, con una extensa costa sobre el océano Atlántico. Desde entonces lo fueron comprimiendo la expansión territorial de sus vecinos y las guerras, la peor en 1865 contra la Triple Alianza, que despedazó el país, lo redujo a un pequeño enclave mediterráneo y en la que murió la mitad de sus habitantes.
Siguieron décadas de dictaduras hasta el derrocamiento en 1989 de Alfredo Stroessner, que gobernó 35 años con autoridad feudal a la cabeza de una elite militar y de su Partido Colorado, favorecida con concesiones de todo tipo y una corrupción incontrolada. Empezó luego un lento y accidentado proceso de democratización del país y del partido dominante, culminado el domingo con la victoria electoral del candidato oficialista colorado sobre el opositor de centro-izquierda Efraín Alegre por cuatro puntos de diferencia. En el resultado hay una abismal diferencia con el más del 90% con que Stroessner ganaba regularmente una elección tras otra, mientras asignaba a sus amigos el control de áreas de contrabando masivo.
La pequeña diferencia entre Abdo Benítez y Alegre marca transparencia electoral y reconoce la protesta de gran parte de los paraguayos con su nivel de vida. Pese a un sólido crecimiento económico del 4% anual desde hace más de una década, el 26,4% vive en la pobreza y el 40% trabaja en la informalidad por falta de oportunidades laborales. Abdo Benítez, a quien muchos le objetan vinculación familiar con la era de Stroessner, ha anunciado que si bien mantendrá la política económica del presidente Horacio Cartes, basada en voluminosas exportaciones del agro y en su riqueza hidroeléctrica, reformará al Poder Judicial que considera corrupto. Transparencia Internacional mantiene a Paraguay en el puesto 135 de corrupción entre 180 países.

El propio Cartes reconoció el domingo que "falta todo por hacer" porque "tenemos deudas sociales" con la población. Reparar estas carencias será la tarea principal que deberá encarar Abdo Benítez, en la que no han logrado mayores avances sus predecesores recientes, todos del Partido Colorado excepto por el breve período del exobispo y expresidente izquierdista Fernando Lugo, destituido en 2012 por el Senado un año antes de completar su período. No es seguro que logre la meta compleja de eliminar las actuales injusticias sociales. Pero al menos su elección representa un paso adelante en un país que debe acompasar su floreciente economía con una mejora en las paupérrimas condiciones de vida de vastos sectores de su población y con más efectivo combate a la corrupción.
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