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Mitos sobre la eutanasia y su legalización

Mitos sobre la eutanasia y su legalización: la opinión de Miguel Pastorino
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18 de abril de 2023 a las 05:01

A veces las visiones dogmáticas y las creencias son tan fuertes, que aun frente a las evidencias y razones que buscan explicar y esclarecer cuestiones complejas, se mantienen en sordos monólogos ante cualquier argumento que cuestione sus mitos establecidos. Por ello me limitaré a repetir de modo sintético los falsos supuestos más extendidos:

Mito 1: “La sedación paliativa es una forma de eutanasia”. Es falso, porque la sedación no mata al paciente, ni tiene un “doble efecto” como se suele decir. La sedación reduce la conciencia del paciente para que no padezca el sufrimiento causado por los síntomas refractarios, y la persona no fallece a causa de la sedación sino de la progresión de su enfermedad. En algunos casos, la sedación puede incluso aplicarse de forma intermitente.

Mito 2: “La eutanasia es un secreto a voces, es el famoso ‘cocktail’”. No es verdad. Se le llamaba “cocktail lítico” a una sedación profunda, que no era eutanasia. Aun así, ya no existe y su uso ha sido sustituido por las pautas de sedación con nuevos fármacos. Muchos cuando el médico explica que se sedará a un paciente y que morirá en las próximas horas o días, creen que la muerte es producto de la sedación, pero esto es falso. Los Cuidados Paliativos ni alargan la vida, ni adelantan la muerte.

Mito 3: “La eutanasia es una forma de rechazo de tratamientos o soportes artificiales que alargan innecesariamente la vida”. Esto no es eutanasia. Tenemos el derecho como pacientes a negarnos a recibir determinados tratamientos (Ley N° 18335). También tenemos la posibilidad de manifestar nuestra voluntad anticipada de que no se prolongue nuestra vida artificialmente si tenemos una enfermedad terminal (Ley N° 18473). Esto es un derecho, que te dejen morir en paz, pero no es eutanasia.

Mito 4: “Los argumentos en contra de la eutanasia son, en el fondo, religiosos”. Es el más repetido y se usa para hacer creer que es una imposición religiosa. ¿No alcanza con mostrar que hay ateos, agnósticos y creyentes, tanto a favor como en contra de la legalización de la eutanasia? ¿No es suficiente razonar que, en un país laico como el nuestro, nuestras leyes prohíben la eutanasia porque es una forma de homicidio y de cooperación con el suicidio? ¿Y el Código de Ética Médica por qué lo prohíbe? Ningún pacto internacional de Derechos Humanos sostiene que la eutanasia sea un derecho, más bien lo contrario. ¿Y eso en qué se basa? En que el deber de la sociedad con quien sufre es aliviarlo, no alargarle la vida innecesariamente, pero nunca matarlo, aunque lo pida. El valor de una vida humana no depende de su valoración subjetiva, este es el fundamento de los derechos humanos: todas las vidas humanas son iguales en dignidad.

Mito 5: “La eutanasia es una cuestión de libertad individual, es uno quien decide”. No es cierto. Si así fuera, la eutanasia sería una opción para todos los ciudadanos, concedida a pedido. La solicitud es solo para determinadas personas (las menos libres, más vulnerables y menos valoradas) y la decisión final es del médico. Porque la evaluación final para decidir si se da la eutanasia no es del paciente. Por más que se usen eufemismos para suavizar lo que implica, el hecho sigue siendo que se mata a un semejante. Se trata de un tercero que tiene que matar.

Mito 6: “Quienes se oponen a la eutanasia quieren obligar a otros a vivir, quieren imponer sus valores”.  Quienes nos oponemos a la eutanasia defendemos la legislación vigente, el derecho a morir en paz y sin sufrimiento, que a nadie se le prolongue la vida si no lo desea, y que todos tengan acceso a cuidados paliativos. Nos oponemos a que a algunas personas se las pueda eliminar, si así lo solicitan, siendo además las más vulnerables y manipulables. Nos oponemos porque la eutanasia violenta el fundamento de los derechos humanos, que es la igual dignidad de todas las personas sin importar su condición de salud o su edad.

Mito 7: “La ley es solo para casos excepcionales y enfermos terminales”. Eso es falso. El art. 2 establece que: “Toda persona mayor de edad, psíquicamente apta, que curse la etapa terminal de una patología incurable e irreversible, o que como consecuencia de patologías o condiciones de salud incurables e irreversibles padezca sufrimientos que le resulten insoportables, en todos los casos, con grave y progresivo deterioro de su calidad de vida”. O sea: No solo pacientes terminales, sino una amplia cantidad de pacientes con enfermedades crónicas o situaciones de discapacidad, que sufran mucho por falta de alivio y atención debida, son candidatos. ¿Qué es una condición de salud incurable que haga sufrir mucho y que deteriore la calidad de vida en forma grave y progresiva? Aquí entra mucha gente.

Mito 8: “Quienes piden morir por eutanasia son libres”. Quien sufre insoportablemente no está en la mejor situación para tomar decisiones tan graves. Hay estudios que muestran que, salvo en extraordinarias excepciones, los pacientes que piden morir, cuando son bien tratados y aliviados, no vuelven a pedirlo. Si hubieran tenido eutanasia legal, ya todos ellos habrían sido eliminados “con su consentimiento”. Y el proyecto de Ley aprobado en diputados establece que el médico debe informar sobre los Cuidados Paliativos, pero no es condición previa haber sido bien tratado y aliviado. Tampoco hay psiquiatra, ni psicólogo, ni paliativista, ni comité de bioética previo, ni asistente social, sino que en algo tan grave solo opinan dos médicos generales. Resultado: Ninguna garantía para el paciente.

El problema fundamental con la eutanasia no es una cuestión de opciones personales, sino de lo que una sociedad hace con quienes sufren y con quienes consideran que su vida no vale la pena: ¿los valora, los alivia y los cuida o los descarta porque ellos lo pidieron? Es elegir entre un Uruguay más solidario o individualista. La paradoja más grande en este asunto es que se argumenta a favor de prevenir el suicidio de unos al mismo tiempo que se quiere favorecer el de otros. ¿No es eso una discriminación entre vidas humanas?

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