Moda de gran altura

La NASA repasa la historia de la aviación y la astronáutica a través de los trajes presurizados en un nuevo libro. Sin ellos, los vuelos a gran altitud o los espaciales no habrían sido posibles

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10 de septiembre de 2012 a las 15:00

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Hipoxia y síndrome de descompresión



La historia de la aviación y la de los vuelos espaciales se había olvidado de un elemento sin el que ni la primera ni los segundos habrían sido posibles: los trajes presurizados. Se ha escrito mucho sobre los espaciales, pero apenas nada respecto a unas telas, cueros, cauchos y después materiales plásticos que, cosidos a medida que avanzaba la tecnología, permitieron a los pilotos llevar la resistencia del cuerpo humano hasta el límite. La NASA acaba de saldar esa deuda publicando Dressing for Altitude: U.S. Aviation Pressure Suits, algo así como “vestidos para la altitud: los trajes presurizados de la Aviación de EEUU”.

El libro explora los retos que los ingenieros convertidos en modistas tuvieron que enfrentar para diseñar unas prendas que fuesen todo lo ligeros posible, flexibles e inflables pero que al mismo tiempo mantuvieran seguro a un piloto eyectado de su cabina a gran altitud y que, al mismo tiempo, le tuviera a flote en el caso de que cayera al agua.

Precisamente, la historia de los trajes presurizados empieza en el agua. Mucho antes de que los aviones pudieran a volar a alturas estratosféricas, la única preocupación era como mantener calientes a los pilotos. Las aeronaves no se aventuraban más allá de los 15.000 o 20.000 pies. No salían de la troposfera y el aire ahí arriba era como el de aquí abajo.

Sin embargo, todo cambió en 1934. Wiley Post, un afamado piloto que ostentaba el récord de la vuelta al mundo en avión desde 1929, se apuntó a una carrera entre Inglaterra y Australia. Un acaudalado empresario ofrecía un premio de 10.000 libras de las de entonces. Post, que aún seguía con su viejo avión, quería participar y ganar. Durante sus vuelos descubrió que en la estratosfera el aire era menos denso y podía ir mucho más rápido. Pero también comprobó lo que ya teorizaba la ciencia. A grandes alturas, la composición del aire y su presión podían llevar a la muerte al que se aventurara tan alto en muy poco tiempo.

Post, con la ayuda de diseñadores de trajes de buzos adaptó uno de ellos, siendo el primero en probar los trajes presurizados en unos aviones que, entonces, no tenían cabinas preparadas para crear una presión artificial. A pesar de registrar la patente y de escribir incluso al presidente de los EEUU, el ejército de ese país ignoró su creación.

Los trajes presurizados deben proteger al piloto de varios riesgos relacionados con los vuelos a gran altitud. Uno de ellos es el de la hipoxia. El descenso del oxígeno en sangre disponible debido a la baja presión atmosférica provoca la reducción de la capacidad mental, impidiendo tomar decisiones con juicio, afectando a la visión y la coordinación muscular. En poco más de un minuto, los pilotos caerían inconscientes. Tan peligroso como esto es el llamado síndrome de descompresión. La entrada de nitrógeno en el torrente sanguíneo y los tejidos provoca un agudo dolor corporal por el descenso repentino de presión que puede llevar a la muerte. Hay además una línea que no se puede superar sin un traje presurizado, la línea Armstrong. Por encima de los 63.000 pies, el agua, incluida la corporal, pasa de estado líquido a gaseoso. Esta expansión puede resultar fatal para el piloto.

Todos estos detalles anticipados por los pioneros volvieron a ponerse sobre la mesa en la 2ª Guerra Mundial. Fue entonces cuando los militares estadounidenses se acordaron del Post y se inició entonces el primer intento oficial de diseñar uno de estos trajes. La llegada de los aviones a reacción y el inicio de la aventura espacial provocó un doble efecto aparentemente contradictorio. Con los nuevos aparatos, aparecieron también las cabinas presurizadas, lo que podría hacer innecesarios los trajes. Pero, el riesgo de despresurización por una avería o un ataque, hizo obligatorio el uso de vestimentas protectoras.

El resto de la historia lo cuenta esta obra editada por la NASA, que empieza con unos trajes de buzo y acaba con los que visten los astronautas cada vez que salen o regresan de la Tierra. En este libro aparece la historia de la aviación y al austronautica a través de los trajes. Desde el desarrollo paralelo de los aviones espía U2 y la vestimenta que debían llevar sus pilotos, un secreto tan bien guardado como el del avión, hasta la segunda juventud que vivió esta particular moda de altura con el programa de las lanzaderas espaciales, pasando por los cohetes Saturn.



Vía Materia.
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