Diego Battiste

Mujeres en política: el freno está en los líderes y no en el electorado

Jóvenes uruguayos evalúan positivamente mujeres candidatas, concluyen investigadoras con base en 20 años de encuestas y un nuevo experimento

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09 de agosto de 2019 a las 18:37

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En los últimos 20 años la cantidad de mujeres uruguayas que ocupan cargos electivos no aumentó significativamente, incluso a pesar de que en 2014 se votó por primera vez la ley de cuotas.

Esto ha sucedido a pesar de que, como demuestran sucesivas encuestas de opinión pública y un experimento realizado en 2018 entre estudiantes de secundaria y universitarios, el electorado uruguayo no solo declara no tener reparos en votar a una mujer sino que incluso, en algunos casos, tiene una tendencia a preferirla a la hora de ocupar cargos electivos o públicos o de desempeñar ciertas tareas.

Esta es una de las conclusiones a la que llegan las doctoras en Ciencia Política Verónica Pérez y Niki Johnson, ambas integrantes del área de Política, Género y Diversidad, quienes presentaron datos sobre el tema en el panel “¿Qué piensa la ciudadanía uruguaya sobre las mujeres en política?”, realizado el jueves 8 y organizado por ONU Mujeres, Facultad de Ciencias Sociales y el Instituto de Ciencia Política.

El disparador de esta pregunta fueron las propias características de la democracia uruguaya y su sistema político; Uruguay es una de las democracias más sólidas de la región y el mundo y tiene un sistema de partidos estable que supo adaptarse a nuevas demandas y shocks externos y que además consigue altos niveles de legitimidad en la ciudadanía. 

Este sistema ajustado y modelo, sin embargo, no sido exitoso a la hora de incorporar mujeres a la política, sobre todo en los cargos que son elegidos por la ciudadanía pero definidos por las estructuras partidarias. En el Parlamento, por ejemplo, se pasó de una representación nula femenina en 1984 al 19,2% 30 años después, en 2014, cuando la ley de cuotas ya había sido aprobada. 

Verónica Pérez.

Pero ¿qué tiene que ver la opinión pública con la subrepresentación femenina en estos cargos electivos y hasta qué punto puede explicarse este fenómeno por la propia opinión pública? No se explica, dijo Verónica Pérez, que revisó la evidencia de encuestas tanto nacionales como regionales de los últimos 20 años. Su conclusión es clara: “El electorado en Uruguay ha mostrado, históricamente, opiniones favorables y muy favorables hacia las mujeres en política. La opinión pública no muestra estereotipos negativos hacia las mujeres en política”, explicó la experta.

Verónica Pérez.

Cuando en 2018 se le preguntó a los uruguayos en una encuesta realizada por Opción/ONU Mujeres qué atributos tienen los hombres y mujeres que participan en política, éstas obtuvieron registros sensiblemente más altos en áreas tales como “Alcanzar acuerdos por medio del diálogo”, “Honestidad”, “Preocuparse por la pobreza”, “Resolución exitosa de situaciones de urgencia” o “Conducción de la economía”; en la única categoría en la que los hombres son calificados más favorablemente que las mujeres es en “Capacidad de mando”. 

Verónica Pérez.

La conclusión es clara: “No existe evidencia para afirmar que el uso de la paridad iría en contra de las preferencias de los electores”, dijo Pérez. De nuevo, señaló la investigadora, “el electorado uruguayo tiene opiniones igualitarias/modernas sobre el tema”, algo que se puede verificar a partir de diferentes fuentes de datos –nacionales e internacionales– y a lo largo del tiempo. “Cuando uno compara múltiples fuentes de datos, con muestras diferentes y con fraseos diferentes de las preguntas y en distintos momentos, encontramos lo mismo. Es por eso que se puede afirmar que es un dato consistente y no una tendencia. Definitivamente no existen en el electorado valoraciones negativas con respecto a la participación de mujeres en la política”.

La pregunta entonces debe hacerse en otro contexto, el de los partidos, considera Pérez y es entonces cuando surge el concepto de los gatekeepers (algo así como “los cuidadores de puerta”) que se usa en ciencia política para definir a quienes toman las decisiones, en este caso en las estructuras partidarias. 

“La subrepresentación de mujeres en esta área es un hecho indiscutible e histórico en Uruguay; influyen múltiples factores pero uno de los que en la literatura en ciencia política se tiene muy en cuenta, que es el propio electorado, aquí no muestra una tendencia negativa sino todo lo contrario”, consideró Perez. 

En Uruguay, como en otros sistemas en el que los partidos son fuertes y tienen listas cerradas, el elector no puede elegir demasiado porque la oferta viene armada. A lo sumo se podría pensar que quienes arman las listas en los partidos, esos gatekeepers, tal vez no eligen a mujeres si piensan que el electorado tiene una tendencia a no votar a mujeres o a no calificarlas bien, consideran las investigadoras. 

“Este pensamiento no tiene evidencia en los estudios pero es un preconcepto que a veces se sigue manejando”, apuntó Johnson. Claro que a la hora de confirmar si realmente al electorado uruguayo no hace diferencia entre un hombre y un mujer para un cargo electivo, no es posible hacerlo en los hechos constantes y sonantes porque son muy escasas las mujeres candidatas.

La conclusión clara para las investigadoras es que “el” factor que realmente incide en Uruguay a la hora de no posicionar mujeres para estos cargos son esos líderes o gatekeepers

Ambas analizaron también el llamado “sesgo de deseabilidad” que puede influir en las encuestas, un fenómeno que hace al encuestado responder en algunos casos lo que se espera que responda, lo socialmente aceptado o lo políticamente correcto. En este caso el dato es tan robusto, señala Johnson, que incluso ese sesgo deja de ser relevante. 

Los futuros votantes

Pero para ir más a fondo es que Uruguay se sumó a un proyecto trasnacional que fue aplicado en ocho países (Canadá, Chile, Costa Rica, Estados Unidos, Inglaterra, Israel, Suecia y Uruguay), financiado por la National Science Foundation de EEUU, que busca ahondar en las actitudes sobre la mujer en el gobierno. 

En 2017 más de 700 estudiantes del último año de liceo y UTU y de facultades de Udelar y de la Universidad Católica (de centros educativos públicos y privados y de diferentes zonas de Montevideo, orientaciones y carreras) fueron consultados para intentar evitar ese sesgo de deseabilidad. La edad promedio fue de 19 años y la decisión de aplicar el experimento entre personas jóvenes, en todos los países que participaron, fue que es el segmento de la población que más exposición ha tenido a mujeres en cargos políticos.

Con la autorización de los centros educativos y los docentes y la libertad de los propios estudiantes para participar o no, se les presentaron fichas de candidatos inventados, con nombre, biografía, y un discurso (sin foto); así se generaron dos discursos diferentes identificados con un partido de centro derecha y con otro de centro izquierda, que fueron generados en base a textos reales como el de la discusión de la Rendición de Cuentas en el Parlamento o programas de gobierno. Un mismo discurso podía aparecer bajo el nombre de un candidato hombre o de una mujer, mencionando o no el partido.

A la hora de indagar los investigadores también preguntaron cuál era el partido preferido del estudiante entre los tres más votados en Uruguay, con una cuarta posibilidad de “Ninguno de ellos”. Casi la mitad de quienes contestaron señalaron que no tenían un partido preferido; cuando sí lo tenían se pudo identificar que cuando evaluaban a un candidato de su partido lo hacían más positivamente, pero independientemente de si era hombre o mujer. 

“Comprobamos que había actitudes neutrales con respecto al género”, explicó Johnson sobre los resultados del experimento. “En lo que si había diferencias –no muy grandes pero sí estadísticamente significativas– era a favor de las mujeres para el cargo de diputado y de ministro”. 

Niki Johnson

De nuevo el estudio reafirmó lo que se había comprobado en sucesivos estudios de opinión pública: los jóvenes uruguayos no muestran rechazo hacia mujeres candidatas y de hecho en algunos casos se exhibe una leve preferencia hacia ellas. Las mujeres jóvenes fueron además las que mejor las valoraron. “La matriz tradicional que asocia el liderazgo político a lo masculino no está presente en la nueva generación de votantes”, concluyó Jonhson.

La implicancia más importante de este estudio es la confirmación, de nuevo, de que el electorado en Uruguay está más que pronto para mujeres en política, y que elegirlas no perjudicará a los partidos. “Estos jóvenes, que son los futuros votantes o los que votarán por primera vez en esta elección, lo demuestran. Lo que sabemos además es que cuando las personas desarrollan actitudes más igualitarias en temas de género, después ya no hay vuelta atrás, es progresivo”, consideró Johnson. Claro que deberían pasar muchos años y hasta generaciones para que esta paridad política se diera naturalmente y no con acciones (como la ley de cuotas u otras como en parlamentos).

“El mensaje claro a partir de todos estos datos es que el partido no resulta perjudicado si pone mujeres en sus listas”, dijo Johnson. “Y el  mensaje para las mujeres: que sepan que la gente las votaría”. 
 

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