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Naufragios en tierra esteña
Cuando uno ve, por ejemplo, imágenes (submarinas) de la enorme sala de baile del Titanic, siente la grandeza a pesar del desastre, lo grandioso a pesar del naufragio. Una sensación similar surge cuando se ven edificios emblemáticos de Punta del Este que, por motivos diferentes, comparten en la actualidad un mismo destino común: la decadencia. Están cerrados o tapiados.
Están esperando que alguna voluntad los convierta en otra cosa, o les devuelva algo de aquella grandeza que hoy se exhibe solo como un estandarte de orgullo herido.
Es el caso del mítico hotel San Rafael, quien supo ser durante décadas el bastión de lo más caro y selecto de Punta del Este. Hoy está cerrado y contempla la grandiosidad de la playa Brava con el silencio de una vieja gloria dormida.
Es lo que pasa cuando la mirada ve el hermoso Edificio Míguez nuevo con su característico ladrillo naranja y debajo aparece el cine Lido con las carteleras vacías, las enormes puertas de madera trancadas y sus marquesinas desflecadas como si las hubiese mordido un monstruo gigante de una película de ciencia ficción.
La misma sensación está presente hacia el final de la avenida Gorlero, cuando de un lado se dibuja la figura de la galería Concorde y del otro la galería Caracol. La primera está cerrada y con carteles de alquiler o venta; la segunda está efectivamente abierta al público, pero la imagen que presenta es tan desoladora que conmina al paseante a huir lo más rápido posible de allí.
En San Rafael, el viejo hotel Clarion, llamado últimamente El Campanario, se encuentra cerrado y con una guardia sindical, luego que diera quiebra manteniendo deudas con los ex empleados.
En Rincón del Indio, la que fuera en la década de 1990 la discoteca más exclusiva de Punta del Este (y por ende de América del Sur), Space, hoy parece una rémora de Sarajevo, de Trípoli o de cualquier ciudad bombardeada, hecha ruinas y grafiteada. El Observador realizó una recorrida por estos sitios de memoria dorada, presente decadente y futuro incierto.
Final de Gorlero
Ubicadas una frente a otra en la curva en que Gorlero se dispersa en la llamada Punta-Punta alrededor del faro, las galerías Caracol y Concorde se encuentran en situaciones parecidas.
La Concorde, que alberga entre otras estructuras internas una de las mejores salas de cine, no ya de Punta del Este sino de Uruguay, está cerrada desde hace por lo menos tres años.
Había vuelto a funcionar de manera circunstancial mientras se realizaban las obras de refacción de la plaza Artigas. Los artesanos se trasladaron a la galería Concorde por ese verano y el movimiento regresó a su edificio que parece una nave de La guerra de las galaxias. Pero luego se cerró de nuevo. La adquirió un empresario mexicano que reside en Punta del Este. En la actualidad tiene un cartel inmobiliario que la ofrece a algún posible postor.
Cruzando la calle, la galería Caracol sí está abierta, y en este punto se diferencia de su vecina de barrio. Pero la gran pregunta es para qué está abierta. El 99% de sus locales comerciales –dentro de esa particular estructura casi helicoidal– están cerrados y tapiados.
Hacia finales de la década del 1980, el lugar fue un importante centro comercial en la península. Muchas marcas fuertes tenían su local de Punta en la galería Caracol.
El presente es duro. El tiempo ha pasado, los clientes se fueron y los puntos calientes del verano se desplazaron a otras zonas.
El proyector se apagó
El complejo de cines Lido posee cinco salas dentro, que se organizan en el antiguo hall de entrada del edificio Míguez Nuevo. Por décadas, el Lido fue una de las salas más coquetas de la península, tanto por la ubicación privilegiada –cuando la calle 20 se convierte en la rambla de la Mansa– como por el edificio emblema en donde se asienta.
A finales de la década de 1990, el Lido fue la sede de los primeros festivales de cine español, que luego se convirtieron en festivales internacionales de cine que reflotaron un poco el brillo de aquellos que se hicieron en el cine Cantegril en la décadas de 1950 y 1960.
Con la apertura de las salas del Punta Shopping y propuestas de películas que no eran los últimos estrenos, los espectadores desviaron su camino del viejo cine, que de a poco se fue quedando vacío. El cine hoy no tiene siquiera carteles de alquiler o venta.
Disco inferno
Cuando en 1990 Space lanzó una propuesta de disco europea, uno de los primeros dj que pasó música allí fue Álvaro Quartino. Luego a lo largo de sus 11 años de vida, Space se mantuvo al pie del cañón en una tierra de nadie entre La Barra y “el puerto”, marcando la tendencia de cada verano, sin nada que envidiarle a sitios como Ibiza. Por sus bandejas pasaron tipos como Paul Oakenfold y Deep Dish, entre otros.
Factores y presiones como las quejas de los vecinos y el crecimiento de la competencia, sumado a un mal manejo interno desbarrancaron a Space, que cerró en 2001.
Luego sus instalaciones se han utilizado para fiestas concretas de nostálgicos, pero desde por lo menos cuatro años se encuentra en un estado ruinoso, digno de una ciudad bombardeada.
El hotel San Rafael fue el rey del lujo durante casi 50 años en Punta del Este. Sede de importantes eventos internacionales políticos y musicales, el San Rafael acogió entre otros al Che Guevara, a Vinicius de Moraes, a Nelson Rockefeller, los Tupamaros robaron su casino y el GATT organizó en ese lugar su conferencia en 1986.
Si se entra a la página web, se puede leer una carta de Yolanda de Merlo, en nombre del hotel, donde se explica que se han iniciado “contactos con la cadena hotelera Hilton Worldwide”.
“Estamos asegurando una propuesta logística de primer nivel mundial creada para satisfacer todas las necesidades de nuestros clientes que nos permitirá al regreso, ofrecerles un complejo hotelero, indudablemente de lo mejor de Sudamérica”, escribió la empresaria. Pero no hay fechas, ni plazos, ni mayores datos.
