Nelson Cabrera

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Nelson Cabrera, un campeón que se gana la vida cortando pasto

El Canario Cabrera, que tomaba dos ómnibus y caminaba hasta el Forno para entrenar, hoy corta el pasto y mantiene el Complejo
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12 de febrero de 2018 a las 05:00
Todos los santos días se tomaba el ómnibus en Empalme Olmos. Se bajaba en Pando. De ahí otro hasta la curva. Y luego caminaba hasta el Forno para entrenar. Durmió en la camilla del vestuario. Comió fideos con Mario el utilero. Concentró en El Caño donde en el verano era insoportable por la chapa de dolmenit caliente. Y quedó en la historia del club al conquistar la primera estrella del Uruguayo. Pero no pudo hacer la diferencia. Puso un almacén. Trabajó en un reparto. Hasta que un día se armó de valor y se apersonó en la sede de Danubio para hablar con el entonces presidente de Danubio. "Arturo, estoy muerto, necesito trabajo". Lo llamaron dos años después. Para cortar el pasto y arreglar las canchas. Al principio le dio vergüenza. Hoy es su forma de ganarse la vida. Nelson "Canario" Cabrera, una historia de vida ligada a la franja, que pasó del reconocimiento de la gente y jugar en la selección al mantenimiento del complejo del club.

De Empalme a Maroñas

El Canario jugaba un campeonato de barrio en su pueblo de Empalme Olmos cuando Coco Méndez, que era el vicepresidente de juveniles de la franja lo vio. Se lo trajo.

"En ese entonces yo era todo creación (risas), era delantero. Vine a Danubio como delantero, punta izquierdo, y luego faltó un lateral y el Mudo Álvarez que era el técnico me pidió para jugar y ahí quedé", comenzó diciendo Cabrera a Referí.

El sacrificio forma parte de su vida. "Viajaba todos los días desde Empalme Olmos. Me tomaba un ómnibus hasta Pando, desde Pando a la curva y de la curva caminando para el Forno. En ese momento se entrenaba de tarde y yo salía de casa antes del mediodía. Ya no estudiaba. Aparte no me daban los tiempos porque era el estudio o el fútbol. No te daban opciones como ahora que te arreglan todos los horarios, antes no".
Jugó un año en cada divisional hasta que llegó a Cuarta y lo ascendieron sin escalas al primer equipo.

Dormir en la camilla

El hecho de llegar al primero de Danubio duplicó el esfuerzo. A modo de ejemplo, Cabrera contó que cuando el equipo entrenaba en doble turno no le daba para irse a Empalme Olmos.

Entonces hablaba con Mario, que vivía en Jardines, debajo de la tribuna principal y se quedaba.
"Recuerdo que hacíamos unos fideos, comía con Mario y luego me iba al vestuario y me tiraba una siesta en la camilla. Estás loco... Las vivimos acá. Pegado a la tribuna principal había una carnicería, un almacén y se compraba lo que podíamos, salía colecta, para comer algo", expresó. Y acota con un dejo de nostalgia. "Cambió todo eso. Nosotros los jueves o cada dos semanas siempre hacíamos una comida, ahora no se ve. Comen y se van. Recuerdo que entrenábamos de mañana en Jardines, nos quedábamos a una comida, y a veces eran las 6 de la tarde y estábamos ahí. Comíamos, unos jugaban al truco, y a las 4 o 5 de la tarde pedíamos una pelota y salíamos a la cancha a hacer un picadito. La vivimos de otra forma".

De aquellos tiempos de jugador el Canario no olvida cuando iba a concentrar al Caño. Aquello era un tubo de dolmenit.
"El Caño era... Pasábamos bárbaro, otros momentos, otros tiempos. Hay muchas anécdotas como sacarte la parrilla de la cama al que estaba arriba y caía desplomado. Era una construcción de dolmenit. Un caño donde el baño quedaba en la paste de afuera. En invierno era insoportable, pero en verano te morías de calor porque el que estaba arriba estaba contra la chapa y cómo calentaba aquello".

Y acota: "Muchas veces hablamos acá con los muchachos cuando se quejan de algo, que nosotros no teníamos nada para entrenar, ni cancha y a veces ni ropa. Agua caliente a veces no teníamos, pero había que soportar todo eso. Y ahora si tenés un pocito en la cancha a veces se enojan. Ahora las comodidades que tienen son espectaculares".

Aquel Danubio, al que se lo denominó como los chicos de Walt Disney, terminó saliendo campeón uruguayo en 1988. Fue la primera vez que el club de Maroñas conquistó la corona. Cabrera jugó prácticamente todos los partidos de lateral izquierdo. Era un relojito en regularidad.
Luego emigró a Estudiantes de La Plata. El fútbol lo llevó por otros equipos hasta terminar en Rampla Juniors en 1995.

Alejado, puso un comercio en el garaje de su casa, un almacén. Mientras tanto seguía jugando en el interior, en Maldonado. Entonces vivía con el almacén y unos pesitos que le entraban del fútbol.
"Después de cinco años me salió la posibilidad de irme a Olimpia de Paraguay y me fui por seis meses. Vuelvo, sigo con el comercio. Luego tuvimos problemas, me separé, tuve un reparto. Y se hizo de todo. La peleamos y la peleamos hasta que entendí que debía dar el paso", expresó Cabrera.


"Necesito laburo"

Fue entonces cuando el Canario tomó la decisión de terminar con su vergüenza y apersonarse en la sede del club al que le dio todo en la cancha para pedir trabajo.
"Fui directamente a la sede, En ese tiempo de presidente estaba Del Campo. Y le dije la verdad: 'Arturo, estoy muerto, necesito laburo'. Le expliqué la situación, que no estaba fácil, que tenía solo un reparto que hacía cada 15 días. Yo repartía productos cosméticos. Me daban una lista y yo salía por todos lados, incluso el interior, en cinco días y luego estaba libre los otros 20. No daba. Y Arturo me respondió que cuando quedara algo libre me pegaban el grito. Pasaron dos años y un día me llama (Eduardo) Pisoni que quería hablar conmigo. Ya no estaba Arturo, el presidente era (Hugo) Sebastiani. Y me ofreció para venir a acá, al Complejo".

Cabrera admite que poco y nada sabía del tema canchas, pero se las ingenió.
"Yo lo único que sabía de todo esto es lo que hacés en tu casa: cortar pasto con la bordeadora y nada más. De a poco se fueron sumando más cosas, pero había que darle a lo que fuera, necesitaba laburo y había que arrancar para cualquier cosa. En un primer momento uno dice, 'Pah, pensar que uno estuvo ahí adentro y ahora lo mira de afuera y estoy cortando el pasto'".

Reconoce que en un primer momento le chocó ir al club de su vida a cortar el pasto.
"En el momento me generó un poco de cosa. Después de haber estado jugando en Primera, terminar acá... Pero nunca me generó vergüenza de nada. Yo me vengo a ganar la vida como cualquier otro. Es laburo. Peor sería andar en tu casa sin hacer nada o andar pidiendo por ahí".

De historia en historia

Sentimiento por la franja
"¿La camiseta de Danubio? Pah... ahora es todo para mí. En el momento en que empecé a jugar al fútbol me daba lo mismo todo, pero después de haber vivido todos esas años jugando en Danubio uno la siente y la quiere, la siente parte de uno y se quiere bastante la camiseta. El sentimiento está y creo que va a durar por siempre". Cabrera, además de ser funcionario, juega en el equipo senior del club.

El día que Carrasco paró la práctica
"Cuando vino Carrasco me acuerdo de una porque yo justo andaba por ahí cerca de la cancha. Recuerdo que Carrasco paró el equipo para realizar un trabajo de definición. Lo hicieron tres veces y las tres veces salió mal y se fue. Dijo 'vámonos', sacó el equipo y terminó la práctica.

El contrato con el Ingeniero
"Mi primer contrato lo hago con el ingeniero Del Campo. Cuando fui a la reunión me acuerdo porque me temblaban las piernas. El hombre era excelente, como presidente del club un fenómeno".

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