Es uno de los monumentos más icónicos de la capital de Francia y la catedral gótica más famosa del mundo. Con 130 metros de largo y 48 de ancho, Notre Dame ha sido la dueña de isla de la Cité, sobre el río Sena, durante más de ochos siglos.
El devastador incendio que la afectó este lunes se suma a numerosos problemas, marchas y contramarchas que no impidieron, sin embargo, que el templo se convirtiera en uno de los más reconocidos y visitados del mundo.
Fueron necesarios más de 200 años para completar la construcción del edificio principal, que se inició en la Edad Media, en 1163 durante el reinado de Luis VII, y que se terminó en 1345. Pero esto es solo el inicio de una historia compleja que combina tragedia y gloria, que quedó en el abandono luego de la Revolución Francesa y que volvió a deslumbrar gracias a Napoleón Bonaparte, quien ordenó su reconstrucción y eligió el templo católico para ser coronado como emperador de Francia.
La catedral se construyó en un lugar sagrado: los arqueólogos dicen que allí hubo un templo galo romano dedicado a Júpiter, así como dos iglesias medievales previas a la catedral.
Durante la segunda guerra mundial y ante la posibilidad de que sus famosos vitrales –que habían sido reparados recientemente– sufrieran daños, se decidió retirarlos para ser luego reinstalados cuando finalizó el conflicto. La atención estaba entonces y sigue ahora puesta en una pieza particular, el vitral conocido como “la rosa” que se calcula es el mayor del mundo y que fue realizado en el siglo XIII.
El mundo vio este lunes como buena parte de la estructura del techo de Notre Dame y en particular su icónica aguja gótica se derrumbaron como consecuencia de un incendio de enormes proporciones cuyo origen aún se desconocía sobre la hora 18 de Uruguay. Por allí pasaron reyes y cortesanos, nobles y comunes, ricos y pobres. Juana de Arco, una de las heroínas más populares de la historia francesa –la campesina que se convirtió en líder militar convencida de que era guiada por Dios– fue declarada allí mártir en 1456 y en 1909 beatificada por el papa Pío X.
Conocida como La Dama, la catedral se usaba todavía para celebrar misa y funcionaba como sede oficial del Arzobispado de París. Cada año recibía 12 millones de turistas.
Si bien el edificio sufrió varias veces daños de magnitud, siempre volvió a recuperar su magnificencia y los diseños tanto de la fachada como interiores respetan los originales, a pesar incluso de que cada autoridad vigente intentaba adaptarla a sus intereses o ideología.
En el siglo XVI, los hugonotes (los protestantes franceses calvinistas) y el rey vandalizaron y cambiaron buena parte del interior y del exterior, del que se sacaron estatuas y piezas que se consideraban idólatras. Tampoco se salvo Notre Dame de la “modernidad”, en el nombre de la cual se destruyeron tumbas y vitrales.
Durante la Revolución Francesa la catedral se usó como depósito de comida y fue entonces cuando descabezaron a varias de sus estatuas. Entonces se la bautizó como “el templo de la razón”.
Entre 1845 y 1870 comenzaron los primeros intentos por devolver el edificio a su belleza original. Fue en el siglo XIX cuando Notre Dame se hizo aún más famosa, tras la publicación de El Jorobado de Notre Dame, de Víctor Hugo.
En 1991 comenzó otro largo período de restauración, un programa que se extiende desde entonces y cuyo foco ha sido la limpieza de la fachada y sus esculturas.
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