Eduardo Espina

Eduardo Espina

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Olvidos del Oscar: 1972

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28 de febrero de 2018 a las 05:00
Para los premios Oscar de 1970, la notable Mi vida es mi vida (Five Easy Pieces) consiguió cuatro nominaciones: Mejor película, Mejor guión original, Mejor actor (Jack Nicholson) y Mejor actriz de reparto (Karen Black). Pareció un colmo que Bob Rafelson no estuviera nominado en la categoría Mejor director, y más colmo aun que el filme terminara la noche sin un solo premio.

Nicholson, que cuatro años después sería tapa de la revista Time, hace en esa película la mejor actuación de su gloriosa carrera. Y para hacer cumplir el dicho, "Al que no quiere sopa, dos platos", Rafelson y Nicholson volvieron a trabajar juntos en The King of Marvin Gardens (1972), que en Uruguay se estrenó dos años después como Castillos de arena. La fui a ver el día del estreno, en el cine Atlas de la calle Uruguay, y pocas veces antes y después sentí un deslumbramiento parecido.

Es un filme de esos que uno puede ver infinidad de veces, encontrándole siempre nuevas realidades ocultas, formas no consideradas de entender el complicado mundo de los personajes, de la vida en sí. El final es maravilloso, de los mejores que se han hecho. Triunfan la inteligencia y el lirismo. En el cine de hoy ya no se ve tanta grandeza en una sola película.

Las tomas diurnas y nocturnas que el maestro húngaro László Kovács, uno de los grandes fotógrafos de la historia del cine y figura esencial del American New Wave, hace de Atlantic City reinventan la belleza. Kovács hizo al hilo la fotografía de tres clásicos del cine, Busco mi destino (1969), Mi vida es mi vida, y Castillos de arena, pero por ninguna de ellas consiguió una nominación al Oscar.

Pocos como él han sabido captar con tanto preciosismo el espíritu invernal de una ciudad abrumada por el estado anímico de algunos de sus habitantes. Kovács fue un artista de la melancolía y su fotografía, además de un elenco antológico y de diálogos extraordinarios en cuanto a profundidad emotiva, convierten a Castillos de arena en una obra maestra cuyo valor estético ha crecido incluso más con el paso del tiempo. A los votantes de la Academia nada de eso les importó. La película no consiguió ni una sola nominación, siendo hasta la fecha uno de los mayores desaires en la historia del premio.

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