Los 25 años del euro.
Laura García

Laura García

Analista Financiera

Economía y Finanzas > La moneda europea: 25 años

Paradojas del euro: los que quieren adoptarlo y no pueden, los que pueden pero no quieren

Las condiciones que deben cumplir los países miembros y las excepciones más extrañas.
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06 de enero de 2024 a las 12:02

Allá en el comienzo, cuando el euro entró en circulación en 2002, había 12 Estados miembros.

El compromiso que asumieron es que no fijarían calendarios estrictos para su adopción sino que cada uno tomaría las medidas necesarias para cumplir las condiciones que les permita hacerlo (los llamados criterios de convergencia).

Veinticinco años después, la zona euro (los miembros de la Unión Europa que además utilizan el euro) acaban de llegar a 20. En 2023 se sumó Croacia, justo seis meses antes de su décimo aniversario en la UE. 

Hacía un tiempo que el club no recibía un nuevo miembro. Hay que remontarse a 2015, con la incorporación de Lituania.

Como con casi todo lo nuevo, en un principio suele haber una buena cuota de resquemor o resistencia. Los sondeos en los países que están por dejar su moneda, la idea de sumarse al euro tiene una aceptación muy baja en la población que suele rondar el 30%. En general, el motivo más frecuente es que lo asocian con un alza de la inflación.

Pero hay varios miembros de la UE que querrían estar en la unión monetaria pero aún se mantienen afuera.

Es el caso de Bulgaria, Croacia, República Checa, Hungría, Polonia y Rumania. Esto es porque no cumplen con los requisitos que le pide Europa. 

Al menos cada dos años, a pedido de cualquier Estado que quiera adoptar la moneda común, se realizan evaluaciones denominadas “informes de convergencia”, que están a cargo del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea y son presentados al Consejo de la UE. El último se realizó en junio de 2022. 

Qué pide Bruselas para pertenecer

Suele argumentarse que los países del Este tienen más dificultades para alcanzar los criterios exigidos porque se adhirieron a la Unión Europea en las ampliaciones de 2004, 2007 y 2013, cuando el euro ya era moneda oficial, por lo que no estaban en sintonía con el resto de los Estados.

¿Cuáles son entonces estos criterios de convergencia? Por un lado, hay un criterio de estabilidad de precios, que exige que la tasa media de inflación no exceda en más de 1,5 puntos porcentuales la de los tres Estados miembros de la UE con mejor comportamiento durante un período de un año.

En cuanto a la posición financiera general de un Estado miembro, se entiende que es sostenible si se cumplen dos criterios: el déficit público anual no excede del 3% del PBI y la deuda pública total no sobrepasa el 60% del PBI.

En relación a los tipos de cambio, se examina si la moneda del país se ha mantenido entre las bandas de fluctuación (+/- 15%) que establece el mecanismo europeo de tipos de cambio (MTC II) durante al menos los dos últimos años, sin que se hayan producido tensiones graves ni, en particular, devaluaciones frente al euro.

Y finalmente, la tasa de interés a largo plazo no debe exceder en más de 2 puntos porcentuales la de los tres Estados miembros con mejor comportamiento durante un período de un año antes del examen. 

Dinamarca y Suecia, por voluntad propia 

Dinamarca y Suecia no forman parte de la zona euro. Son casos a la vez parecidos pero muy diferentes.

Se asemejan en el hecho de que ninguna quiere abandonar su moneda nacional pero esa negativa se apoya en recursos que no tienen nada en común.

Dinamarca está amparada por la normativa comunitaria, ya que existe una “cláusula de exclusión” voluntaria que la exime de la obligación de adoptar el euro que establece el Tratado de la UE de 1993 para los Estados miembros. 

Esto quiere decir en la práctica que es libre de entrar cuando lo desee o no hacerlo y continuar con la corona danesa.

Es precisamente la misma cláusula que empleaba como paraguas el Reino Unido para seguir utilizando la libra esterlina cuando era parte de la UE.

El caso de Suecia no sólo es diferente sino más extraño. Ya era miembro cuando el euro entró en vigor pero su población no quiere saber nada con el cambio. 

Como no tiene el aval de ninguna normativa, para no caer en un incumplimiento, simplemente se encarga de no satisfacer alguno de los criterios que califican para el ingreso al euro.

Los suecos buscan ser sistemáticamente rechazados en un artilugio algo pueril pero evidentemente efectivo. 

Su principal recurso es justamente el nivel de volatilidad de la corona, cuyas oscilaciones no cumplen con el requisito de estabilidad del tipo de cambio. 

Al igual que Gran Bretaña en su momento, Suecia no pertenece al mecanismo del tipo de cambio (MTC), que limita el nivel de fluctuaciones de la moneda nacional frente al euro.

Dinamarca y Bulgaria son los únicos miembros comunitarios no integrados en la zona euro que sí están dentro de este mecanismo. La diferencia es que el primero podría ingresar y no quiere y el segundo quiere pero no puede. 

Y la paradoja final: hay países que ni siquiera son miembros de la Unión Europea y adoptaron el euro.

Andorra y Mónaco son dos ejemplos, que lo hicieron vía acuerdos con Estados miembros.

Por otro lado, Kosovo y Montenegro lo incorporaron como moneda de forma unilateral en 2002 aunque no pasaron claramente ningún test de convergencia. 

 

 

 

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