Leonardo Carreño

Pato Aguilera: la fama, los excesos, los malos amigos y los aprendizajes

El Pato habla de su vida en el fútbol, sus momentos de gloria, las malas juntas y sus tres infartos que le hicieron ver la vida de otra manera

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16 de mayo de 2020 a las 05:00

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Fue, sin dudas, uno de los mejores jugadores uruguayos de las décadas de 1980 y 1990. Jugó en los dos grandes, ganó la Copa América con un gol suyo, es ídolo de Genoa de Italia y Diego Maradona vino a su despedida. Pese a todo, Carlos Aguilera vivió una vida complicada, pero hoy es feliz.

¿Hay un fútbol dentro y otro fuera de la cancha?

Afuera de la cancha está cada vez peor. Es para hablar horas de eso. Respeto a todo el mundo. Me llamaron estos días de Caracol de Colombia para recordarme mi etapa en Italia. Ahí se permitían solo tres extranjeros del mundo, no competíamos con los sudamericanos, lo hacíamos con los europeos o de otros continentes. Por eso digo que hay un antes y un después de Paco Casal aunque a mucha gente le duela, pero es así, es la realidad. Pero el único que me pudo vender con mi estatura a Italia, era Paco. Era el único que creía en mí. ¡Si los italianos medían dos metros! Es como todo en el fútbol: hay jugadores, periodistas, contratistas buenos y malos que le sacan provecho y juegan con la familia de los jugadores. Hay de todo, pero el que tiene que elegir es uno.

Usted debutó muy joven en Primera.

Debuté a los 15, pero Ruben Sosa debutó a los 14 y medio. Creo que Enzo (Francescoli) anduvo por ahí. Era algo normal debutar a esa edad. La cosa se te hacía mucho más fácil porque antes en formativas había tres divisionales y no cinco como ahora. No estaba AUFI y eso hay que cuidarlo más que nada porque de ahí es donde salen los jugadores. Si hoy me dicen que un jugador de 11 o 12 años es bueno, yo lo miro. ¡Cómo no! Si a los 13 años ya va a hacer Séptima. Pero hoy van y le prometen que va a ir a Europa y le va a dar esto y lo otro. Hoy a los pibes de 12 años le dan plata, les prometen cosas y en el fútbol, se da muy poco ir a Europa. Lo único es aconsejarlo, estar a su lado y después se verá más adelante qué se hace.

"Hay pibes (en Peñarol) que no conocen a Morena. ¡No seas malo! El goleador de la historia de Peñarol. A Morena le tienen que poner un monumento en el Campeón del Siglo o donde sea"

¿Para qué se tienen que preparar esos botijas?

Estudiando. Para jugar al fútbol, la vida social, o lo que sea, lo mejor que hay es el estudio. Si querés jugar al fútbol, tenés que prepararte para el fracaso. Porque te puede ir bien o mal. O te puede ir bien y una lesión te deja fuera del fútbol. ¿Y qué hacés? Además, el estudio te potencia en la cancha. Hoy buscan el prototipo de jugador que tenga esas condiciones. Y eso no es discriminar, ¿eh? En nuestra época éramos más jugadores de lugares humildes que de gente pudiente. Hoy, cambió; no tendría que ser para un lado o para otro, pero es así. Hoy quieren futbolistas que estudien, que hablen idiomas, que se comporten, con disciplina, que vivan para el futbol, pero aparte, cuando van a algún lugar, no tengan miedo de equivocarse o de expresarse. Te lo digo porque a mí me pasó. Yo no estaba preparado para ir a Italia. Pero no era culpa de Paco Casal. Era culpa mía. Porque a mí, mi viejo me dio a elegir y yo dejé el estudio por el fútbol. Hoy le decimos a los jugadores “si no estudiás, no vas a disponer de nada en la vida”. Pero no solo en el fútbol, sino en la vida social. Yo me equivoqué en no estudiar y en cosas que no quiero decir y todo el mundo sabe todo lo que me pasó, por ser un ignorante. Y ahora aprendí a decir que no. ¿Sabés lo que me duele? Que todo el mundo dice, “sí, aquel está bien, pero mirá el entorno que tiene”. Mirá que el entorno lo elige uno… Por eso siempre me hago responsable de las cosas que hice mal. A mí nadie me obligó a hacer o decir las cosas. Yo lo hago si quiero.

Leonardo Carreño

En ese momento que se rodeó mal, ¿aparecieron los amigos de verdad y se lo hicieron ver?

No, no eran amigos. Y cuando te pasan ese tipo de cosas, los amigos de verdad se alejan porque no te pueden ver mal. Y tu familia sufre, la gente que te quiere, sufre. Y pensás que tenés la razón de todo. Y siendo jugador de fútbol, también te pensás que sos el dueño del mundo. Que a vos nunca te pueden tocar, que podés tener la mejor mujer, el mejor auto, vivir bárbaro. Y está mal eso. Te digo lo que me pasó a mí. Al ser un ignorante y no haber estudiado, te pensás que sos el más lindo del barrio, del Uruguay porque tenés auto y jugaste en un club grande y la selección. ¡No! Te tenés que preguntar: ¿Por qué Messi y Cristiano Ronaldo siempre pelean el Balón de Oro? Porque son profesionales. Porque se dedican al fútbol, a la familia, tienen disciplina. Con eso te marcan la diferencia. Y te los pongo a entrenar con cualquiera y entrenan más que cualquiera. Y son los mejores. ¿O pensás que ellos juegan por la plata? No. Juegan para ver quién gana el Balón de Oro. Compiten entre ellos. Y acá el jugador tendría que pensar así, tratar de ser el mejor del equipo, ser el mejor del campeonato. Eso lo lográs con hambre, con ganas de ser campeón, con quedarte cada día a definir con penales, tiros libres, dedicarte al fútbol. Y eso se llama hambre de gloria. Cuando tenés ganas de triunfar en el fútbol, la plata viene sola.

"A los alcahuetes, del lado de los pobres no los vas a ver nunca"

Los amigos de verdad, ¿qué papel jugaron en su vida?

A veces no te das cuenta. A mí me vino todo de golpe. De no estudiar más pasé a jugar en Primera, en la selección, dos Mundiales juveniles, dos Mundiales de mayores, salir campeón en una Copa América. Muchas cosas muy rápido me pasaron. Uno se la creía y no tengo vergüenza de decirlo. No le daba valor a la plata. Por suerte con el primer pase les compré la casa a mis viejos.

¿Qué sintió ahí?

Fue la alegría más grande de mi vida. Yo vivía en Nuevo París, un barrio muy humilde. Mis viejos no me dejaron faltar nada. Siempre estuve bien vestido y si mis padres tenían que usar alpargatas, usaban. Y a veces comían menos porque sus hijos tenían que comer. Mi deber era sacarlos de ahí, no porque no quiera vivir en ese barrio o yo quisiera agrandarme, sino porque mis viejos vivieran decentemente. Y eso lo hice con 18 años. Y hoy hay pibes de 18 años que juegan en Europa y viven otro mundo. ¿Pensás que todos están preparados para ir a Europa? Alguno sí. Pero mirá que ahora no es como antes. Ahora vienen a buscar, pero preguntan hasta qué número calza. Por eso digo que estudien porque es fundamental.

¿Qué significó River en su vida?

Todo. Primero Iriarte en el baby fútbol que fue mi vida. Vivía a una cuadra de la cancha y me dio todo. En River, a nosotros nos cuidaban. Éramos una familia. Estaba mi viejo, Carlos Soria, estuvo el profesor Ortega, que hoy está en Atlético de Madrid. Tuve al mejor técnico que fue Sergio Markarian y otro fenómeno que era el profe Ventura. Soy agradecido de la gente que me hizo bien y más hoy que tuve tres infartos. Ahí te daban cariño, enseñanza y todavía te cuidaban. ¿Qué más querés? Eso es lo que quiero que entiendan los jóvenes. Hoy la cosa está muy complicada en la parte social en el fútbol en general. Hoy tenés que respetar al equipo que te paga y al que paga la entrada. Y el respeto se ha perdido mucho desgraciadamente. No existen los mismos códigos de antes.

Después tuvo un pasaje por Nacional.

Te voy a decir algo porque a veces leo cosas en las redes sociales que no podés creer. En la vida, uno tiene que ser agradecido. Con lo que cobró River, unos US$ 250.000, con mi porcentaje, les pude comprar la casa a mis padres. Todo el mundo sabe que soy hincha de Peñarol y yendo a Nacional también. Me hicieron una entrevista cuando pasé a Nacional y el título era “Mi ídolo era Morena”. Porque estaba todo pronto para que fuera a Peñarol cuando me hicieron la entrevista. Pero Cataldi se fue a armar la Teresa Herrera, Nacional me quería y era mucha plata y así se hizo. Además, mis compañeros de River hacía mucho tiempo que no cobraban. El que no lo quiere entender es porque es un necio. Soy agradecido a Nacional. Ahora, el ser hincha de Peñarol, el sentimiento, no me lo iba a sacar nadie. Por eso me vine de Italia, para terminar mi carrera en Peñarol y tuve la suerte de retirarme y hacer mi despedida con esa camiseta. Y eso no me lo va a sacar nadie.

¿Qué papel juega el hincha?

A la gente hay que decirle la verdad, porque es muy importante para la carrera de un jugador de fútbol. La hinchada de un club grande, si no te quiere, mirá que te hunde, ¿eh? Por eso digo que le tengo un respeto grande porque son los que te idolatran, los que te aplauden, los que corean tu nombre, y los que te putean. Porque no puede ser que en una carrera nadie te putee. Porque si está todo el mundo de acuerdo contigo, hay algo que anda mal. Es imposible que todos digan de una persona en el mundo que es un fenómeno. Acá el problema, es que los alcahuetes existieron toda la vida. ¿Alguna vez viste algún alcahuete al lado de los ricos y del poder? ¡Están todos donde está la plata! Ahora, del lado de los pobres no los vas a ver nunca. Porque, ¿qué te puede sacar un alcahuete si no tenés poder o plata? Primero están con un poderoso y después están con otro poderoso. Hay panqueques abundantes. Eso me duele.

"(Con el Cebolla Rodríguez) No estoy peleado, pero no tengo la relación que tenía antes. ¿Fonseca? No lo conozco, no se de quién estás hablando"

Hoy hablaba de Morena.

En Peñarol, con el contador Damiani, no se empezaba a practicar hasta que no estuviera al día la que cocinaba en Los Aromos. Porque Peñarol no es los jugadores: es el que te cocina, el que corta el pasto, el que te da el masaje, el médico, el chofer del ómnibus, el que va y paga la entrada para que ganes. Eso es Peñarol y cuando hablan de la pertenencia de Peñarol, vos para ir a ese club, tenés que saber lo que es Peñarol. Cuando dicen “a lo Peñarol”, sí, es así, porque Peñarol tiene eso. Porque ha ganado partidos increíbles en su historia. Hay pibes que no conocen a Morena. ¡No seas malo! El goleador de la historia de Peñarol. A Morena le tienen que poner un monumento en el Campeón del Siglo o donde sea. De mi generación, era el ídolo que teníamos todos y después también. Porque antes se respetaba. Ahora no. Ahora los jugadores juegan en Primera división y están deseando ir a Europa y mirá que no los critico, porque pasa en todas partes del mundo.

La Copa América de 1983 fue increíble. Ustedes ganaron en la hora a Venezuela en Caracas y se fueron a Escocia a jugar un amistoso, pero dependían de que Chile no le ganara a Venezuela de visita. Se enteraron de la clasificación por teléfono.

De ese partido no se acuerda nadie. Yo hice el 2-1 en la hora contra Venezuela, sino, ya quedábamos eliminados. Nos enteramos con una llamada que habían salido 0-0. Clasificamos, le ganamos a Perú y llegó la final con Brasil.

Debe haber sido complicado jugar acá con Venezuela luego de la fractura de Morena.

Yo entré por él… Terminó el partido y me fui a Casa de Galicia, y Fernando todavía no había llegado. Mirá que fueron derecho a quebrarlo. Teníamos un cuadrazo. Yo entré, salí corriendo y le pegué a un venezolano en la rodilla, de la bronca que tenía. Y me hice un doble esguince, porque los delanteros no sabemos pegar patadas. Al menos yo. Había una indignación bárbara dentro de la cancha. Estaban esperando que terminara el partido para ir a buscarlo al vestuario. Y así fue. Yo acompañé, porque te imaginás que yo no le puedo pegar a nadie (se ríe).

AUF

Y las finales con Brasil, ¿cómo las recuerda?

El otro día las vi las dos. Aparte del equipo que teníamos, me impresionó la gente en el Centenario. No cabía nadie, era una época muy difícil (por la dictadura) y teníamos un feeling con la gente impresionante, esa selección convocaba mucho. Entonces ese partido lo teníamos que ganar de cualquier manera. Primero llegó el golazo de Enzo que lo tuvo que hacer dos veces porque se lo anuló mal el juez la primera vez. Después, el gol extraordinario de Diogo. La empecé yo con un tiro en el palo y hubo un mérito enorme de Venancio (Ramos) que recuperó la pelota, hubo un rebote y Víctor la paró de pecho, hizo la jopeada, tiró la pared conmigo y anotó ese golazo.

¿Cómo vivió la final que usted hizo el gol decisivo?

Brasil tenía un equipazo, con Sócrates, Júnior, hicieron un gol. Y en el segundo tiempo Venancio puso la pelota donde la tenía que poner y allí Brasil se murió. En esa jugada, yo no les gané en el salto a los dos gigantes de ellos como se dice, les gané la posición. Cabecee y uno de ellos me cabeceó en la nuca. Después seguí jugando un poco más, pero estaba mareado y tuve que salir. Si no lo vi el gol…

¿El Mundial de 1986 le dejó un gusto amargo por no haber podido jugar?

Ahí no tenía posibilidades de jugar. Estaban Venancio Ramos, Alzamendi, Francescoli, Da Silva, Ruben Paz. Lo que me dolió es que había sido titular siempre en los partidos que se jugaron acá antes de viajar. Te digo más: fui el único jugador de todo ese plantel que no fui al banco en todo el Mundial. Pero no me quejo de eso, porque ir a un Mundial y estar, es único. Después pude jugar en el de Italia.

¿Cómo se dio su llegada al fútbol italiano?

Perdimos la final de la Copa América de Brasil de 1989 en Río y de ahí mismo Paco me dijo que nos íbamos a Italia. Llegamos con el Chueco Perdomo a Génova. Él era el capitán de la selección, lo querían de cualquier manera. Pero a mí el presidente del club no me quería. Pero Paco lo hizo, le dijo: “Yo respondo por Aguilera”. Paco es amigo mío y el ser amigo, no quiere decir que le digo todo que sí. Le resalto las cosas buenas y las malas se las digo personalmente. Un amigo, si tiene más de un 50% de las cosas buenas, ya está. Pero Paco tiene muchísimo más que eso. Le voy a agradecer hasta el día que me muera todo lo que hizo por mí. Para quedar mano a mano con Paco, tengo que vivir dos vidas más todavía, y no sé si no le quedo debiendo. Mirá lo que te digo. Y mirá que lo digo de corazón. No lo digo para quedar bien.

“Me perdí más de la mitad de mi vida haciendo cagadas”

Cuando llegó a Italia a usted no lo conocían.

Cuando llegamos, la prensa estaba toda con Perdomo. A mí no me daba bola nadie. Yo venía de ser goleador de la Libertadores con Peñarol, era ídolo, la gente tenía un cariño impresionante y llegar a un lugar que no te den bola, era feo. Porque todos los jugadores tenemos un ego, pero el ego sano. Pero a la vez, eso me sirvió muchísimo para demostrarles que por algo estaba ahí. Todos los periodistas y fotógrafos estaban con el Chueco en la puerta del hotel. Y yo tranquilo ahí y nadie me miraba. Y un fotógrafo me preguntó si yo era Aguilera. Le contesté que sí. Había una Vespa chiquita y me pidió que me subiera. Me sacó una foto. Al otro día, en la tapa del diario, el Chueco Perdomo salió enorme y yo chiquito en la foto que me había sacado el muchacho. Eso me dio una gran rebeldía para decir: “Está bárbaro, el Chueco se lo merece, pero yo ahora tengo que jugar por mí, por Paco que confió en mí y por todos los jugadores que están en Uruguay porque si nos va bien, empiezan a emigrar también para acá”.

Tomas Skuhravy y Aguilera en Genoa

¿Qué sintió en el homenaje que le hicieron con Skuhravy?

Tomas está viviendo en Génova. Jugábamos de memoria, tenía un físico impresionante. Me decía: “Pato, tírala acá” y yo se la metía al área y no sé cómo hacía, pero siempre ganaba de cabeza. Era muy difícil de marcar por su estatura, porque cubría bien la pelota. En esa época nos eligieron como la dupla más importante de Italia y para mí fue un honor. Con el paso de los años, nos homenajearon a los dos y entramos a la cancha a saludar. Una de las veces que fui, me pidieron que fuera a ver el partido con la hinchada y la fui a ver detrás del arco. Cantaba y gritaba con ellos. El italiano nos quiere mucho a nosotros. Hace poco los hinchas hicieron el equipo ideal y me eligieron. Eso no tiene precio. En la vida podés tener mucho dinero, pero nunca vas a poder comprar a 40 o 60 mil personas que coreen tu nombre. A mí, por suerte, me pasó por lo que hice dentro de la cancha.

De allí surgió su relación con Maradona.

Fue algo increíble. Mi primer año en 1989-90, jugamos en Nápoles contra ellos. Nelson Agresta, lo conocía porque había jugado con él en Argentinos Juniors y lo cuidaba. Me dijo: “Andá, golpeá el vestuario y pedí hablar con Diego. Decile que nosotros los uruguayos vamos a estar siempre con él y que lo invitamos a que vaya cuando quiera a Uruguay”. Fui y me temblaban las piernas. Vino, le estiré la mano, y él me abrazó y me dio un beso. No me había visto nunca. Cuando te hacen una cosa de esas, ¿qué haces? Porque en el mundo del fútbol, hay mucha envidia. Me abrazó y me dio un beso: ya está papá, no hay más nada que decir. Ahí le dije si no me daba la camiseta cuando terminara el partido. Cuando se terminaba, Maradona tiró una rabona en la hora y el brasileño Careca la metió con la mano y nos ganaron 2-1. Cuando terminó, me fui para el vestuario y me olvidé que tenía que cambiarle la camiseta. Hay un pasillo enorme en el vestuario. Habíamos perdido 2-1 en la hora y con un gol con la mano y estaban todos mis compañeros pidiéndole la camiseta. ¿Te imaginás un uruguayo haciendo eso? ¡Te matan! Y él pasó por al lado mío unos metros más adelante, y me dijo: “Tomá, Pato. Esto es para vos”, y me la dio. Fue un fenómeno. Fue el más grande que vi, sin ninguna duda. Esas cosas resaltan la parte humana. Después, todo lo que pasó en su vida, son cosas que no me interesan.

Estuvo en su despedida. ¿Cómo se dio?

Claro, vino y fue la primera vez que jugaron Diego y Enzo juntos. Él estaba en San Pablo porque Boca jugaba la final de la Libertadores contra Palmeiras. Fui con Jorge Chijane a hablar con Cóppola y él para ver si podía venir. Él comentó el partido y estaba como loco cuando ganaron. Quedamos en ir a verlo al hotel. Lo llamaron y me dijo: “Quedate tranquilo que ya bajo”. Tuvimos que esperarlo una hora y media. En un momento le dije a Jorge: “¡Vámonos!”. Y justo bajó. Estaba lleno de prensa argentina que se le fue arriba y los hizo esperar. Fue a hablar conmigo y vino al partido de mi despedida. Fue algo que no me voy a olvidar nunca. Despedirme con la camiseta que más quería que es la de Peñarol, son cosas que te marcan. Hasta el día de hoy voy por la calle y el hincha de Peñarol te reconoce y nosotros, vivimos de eso. Cuando la gente te conoce, te quiere, te respeta, te pide una selfie. Cada saludo, te da mucho más ganas de vivir. No tiene precio.

¿Qué lugar ocupa el quinquenio en su vida?

En selección, salí campeón en Brasil y fue muy importante para mí por todo lo que significaba al país en ese momento. Pero en cuanto a clubes, lo más importante fue el quinquenio. De eso no me voy a olvidar nunca más. Porque sufrimos demasiado. Faltando poco para el final, se murió Fabián Perea y eso a nosotros nos afectó mucho. Junto a la hinchada que fue increíble cuando no nos salían las cosas y después metíamos al rival dentro del arco, él desde allá arriba nos daba fuerza también para que pudiéramos lograr ese quinquenio que fue algo especial. Yo soy hincha de Peñarol y eso le da un valor 10 veces superior. Y de la manera que lo ganamos, porque ese año no ganamos ni Apertura, ni Clausura. Y ahí el contador Damiani dijo: “¿Cómo? ¿Nosotros hicimos la mayor cantidad de puntos en todo el año y no tenemos nada? Por lo menos tengo que jugar una semifinal”. Por eso el contador fue el mejor dirigente que tuve en mi carrera por lejos. Increíble. Y yo no terminé bien con él. Pero las cosas son como son. Lo que hizo por Peñarol fue increíble. Tenía un feeling con la gente notable. El contador tuvo mucho que ver en ese quinquenio.

En las Eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994, ustedes que jugaban en Europa fueron llamados “repatriados” y hubo algunas diferencias con el técnico Luis Cubilla.

Ese es el dolor más grande que tengo. Ahora con la pandemia, ¿qué están diciendo? Que traen repatriados. ¿Por qué? O porque se quedaron sin trabajo, o porque quedaron varados en un país. Nosotros jugábamos al fútbol. No éramos repatriados. Representábamos al país en Europa y queríamos hacer las cosas lo mejor posible para que fueran futbolistas hacia allá. Repatriado es otra cosa. Y con respeto: los jugadores que tienen doble nacionalidad, ¿qué son? No se les dice “este es un traidor”, se nacionalizó y ya está. Yo fui en 1989 y mirá que vivo y en Uruguay y me quiero morir en Uruguay. El dolor más grande que tuvimos fue ese, que te dijeran repatriado. Y la gente pensaba que veníamos por la guita. Nosotros perdíamos plata. A mí qué me importaba perder plata, yo quería jugar. Y mirá que yo me hago responsable por haber quedado afuera del Mundial. Pero las condiciones no estaban dadas. Capaz que igual quedábamos afuera.

“Me di cuenta que en la vida tenés que bajar un cambio, ir a veces a 50 o 60, no a 220”

¿Fue un momento duro?

Había gente que tenía transa con la agencia de viajes que fuimos a Venezuela y fue una falta de respeto. Nos quedamos en un hotel en el que dormían los camioneros luego de hacer miles de kilómetros. Preguntale a Poyet que estaba conmigo en el cuarto. Había dos camas, una chica y otra grande. El que llegaba primero, se quedaba con la grande y me tocó a mí. Para mí, era una piscina. A Poyet le tocó la chiquita y la mitad de las piernas le quedaban fuera de la cama. Le dije que cambiáramos de cama. Al otro día, yo tenía todo el cuerpo picado por pulgas. Nunca lo contamos eso. ¿A vos te parece que cualquier jugador uruguayo no quería jugar en la selección? Se decía que teníamos plata y auto. Y sí, si lo gané con mi laburo en la cancha. Yo me siento culpable por haber dejado afuera del Mundial a Uruguay, porque los que después sufrieron, fueron los que se quedaron jugando en el fútbol uruguayo y yo seguía jugando en Italia. No tengo vergüenza de decir eso. Ahora, que digan la verdad. Que había una agencia de viajes que los pasajes eran socios con algunos dirigentes, por ejemplo. A mi padre y a mí, nos amenazaron de muerte. Unos cobardes son. Nosotros queríamos pagar un hotel 5 estrellas. Pero como ya estaba el negocio hecho, no podíamos hacer nada, si los que mandaban eran los dirigentes que estaban en ese momento. Eso te duele. O vos te pensás que estoy caliente porque la selección tiene un complejo que es espectacular. ¡Al contrario! Pero eso lo tendrían que tener todos los clubes. Pedirle prestado a la Conmebol y que se lo descuenten como sea, que los pibes puedan bañarse con agua caliente, que coman cereales, que puedan desayunar, que coman fruta.

Usted tuvo distanciado de Cristian Rodríguez a quien representaba.

No tuvimos una discusión. Él decidió estar por su cuenta solo y nada más. La última vez vino a mi casa a hablar de algunas cosas y se terminó. Le tengo que agradecer a su familia porque siempre creyó en mí. Pero a veces hay cosas que te duelen. No estoy peleado, pero no tengo la relación que tenía antes. Es algo lógico. Pero también soy agradecido. Carlos y Viviana, sus padres, me recibían muy bien siempre. No lo critico al Cebolla. Desde los 14 años que estuve con él y a veces pasan cosas que no te esperás y por eso no te voy a decir que es mala persona. Cada uno tiene la conciencia tranquila de lo que hace.

Obviamente que con Daniel Fonseca la relación es distinta (debido a que intentó quitarle la representación de Cristian Rodríguez).

No lo conozco. No sé de quién me estás hablando…

Leonardo Carreño

Los tres infartos que sufrió, ¿le hicieron repensar su vida?

No tengas dudas. Lo que más me dolió fue que los infartos me vinieron cuando hacía una vida normal. Cuando te vienen muchas cosas de golpe, no pensás por la ignorancia. Pero no le quiero echar la culpa solo a la ignorancia. Acá hay culpa mía también, de que yo pensaba “vamo’ arriba, no pasa nada”. Pasa, sí. Claro que pasa. Si vos vas a 220 en una curva, si no te matás, pegás en el palo. Entonces me di cuenta que en la vida, tenés que ir a veces a 50 o 60. O si en esa época si tenía gente que me decía “vení para acá”, capaz que no pasaba. Pero el que elegí fui yo. Nunca le echo la culpa a nadie. A mí nadie me obligó a hacer nada. Todo lo que hice, lo hice porque quise. Ahora te puedo decir que no lo haría nunca más. Pero en ese momento, elegía yo. Y la gente que me quiere, no sabés lo que me ayudó. Hice un click, y hoy hago la vida que tenía que haber hecho como jugador de fútbol. Me perdí más de la mitad de mi vida haciendo cagadas, perdoname la palabra, pero es así. Y en este momento me siento cada vez mejor y hay gente que me ve bien y tira palos. Porque mucha gente no quiere que esté bien.

“Me siento culpable por haber dejado afuera del Mundial 94 a Uruguay, porque los que después sufrieron, fueron los que se quedaron jugando en el fútbol uruguayo y yo seguía jugando en Italia”

¿Qué gente?

En el ambiente del fútbol. No hablo de los jugadores. Yo soy muy frontal. Capaz que eso molesta. Y capaz que fui frontal a veces y estaba equivocado, pero yo no me daba cuenta. Entonces ahora, la vida la veo de otra manera. Si hoy o mañana, tenés que decirle a alguien que sabés que le va a doler, se lo tenés que decir. Después el que elige es él.

¿Dios qué papel juega en su vida?

Siempre le agradezco a Dios estar como estoy. Voy muchísimo a San Expedito y tengo uno en mi mesita de luz y todos los días le digo “gracias”, y que me ayude, me dé salud y trabajo. Porque podés tener todo el dinero del mundo, pero si no tenés salud, ¿para qué lo tenés? Yo quiero tener lo que me merezco. Le debo mucho a Horacio Porciúncula que fue capo de la salud mental, al Tano Gutiérrez, a Paco, el Tito Goncálvez y muchos jugadores más, a mi familia y amigos. Siempre me ayudaron en las buenas y en las malas. La vida es así. En la vida tenés que saber elegir y agarrar el camino que más te conviene, no solo para vos, sino para tu familia que es la que te quiere y te va a bancar siempre. Por eso cuando trabajo con pibes, primero hablo con los padres para explicarles que no quiero que pasen algunas cosas de cualquier tipo. Por eso en la vida, tenés que decir la verdad. Y cuando estás mal, tenés que reconocerlo. No puede ser que vos digas algo y que 50 personas que te adoran digan lo contrario y el que tengas la verdad, seas vos. Tenés que darte cuenta de que sos vos el que está equivocado.

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