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Peleas y traiciones que socavan el poder en países de la región

Alianzas de ocasión, corrupción y liderazgos caudillistas
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14 de agosto de 2017 a las 05:00
Antes de que se pusieran de moda en la plataforma Netflix las peleas y traiciones entre aliados políticos marcaban la "realpolitik" en América Latina.

El último episodio sacudió recientemente a Ecuador. La ruptura entre el presidente Lenín Moreno con su vice Jorge Glas, sospechoso de corrupción, revivió lo ocurrido en los últimos tiempos en Brasil, Colombia y Paraguay.

¿Por qué el ejercicio del poder convierte a aliados en enemigos?
Salvando diferencias entre países, distintos analistas creen que las alianzas oportunistas, la corrupción y los liderazgos caudillistas explican este fenómeno que afecta por igual a derecha e izquierda, y que supera ficciones como las de las series "House of cards" o "Games of thrones".

El ejemplo de Brasil es elocuente al respecto. La expresidenta izquierdista de Brasil, Dilma Rousseff, y el actual mandatario, el conservador Michel Temer, protagonizaron hace casi 15 meses una trama digna de culebrón político.

Desgastada por la operación Lava Jato, que puso al descubierto el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil, Rousseff, del Partido de los Trabajadores, fue destituida por el Congreso, acusada de manipulación de las cuentas públicas.

La expresidenta acusó de lo que calificó de golpe de Estado a su hasta entonces vicepresidente Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB,), quien asumió la presidencia de manera interina hasta que concluya el mandato en 2018.

Según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, el binomio Rousseff-Temer es el ejemplo de una "alianza oportunista para ganar elecciones", entre dos líderes con pocas afini

Mientras tanto, el expresidente colombiano Álvaro Uribe y el actual mandatario Juan Manuel Santos mantienen desde hace años una pelea abierta y constituyen otro ejemplo de cómo su eventual alianza quedaría poco después por el camino.

En 2010, al término de su mandato, Uribe promovió la llegada de su exministro de Defensa a la presidencia, convencido de que una vez en el poder proseguiría con su lucha a muerte contra las guerrillas. Las primeras diferencias no tardaron en llegar, cuando a pocos días de asumir la presidencia Santos anunció su disposición a restablecer las relaciones con Venezuela, cuyo entonces presidente, Hugo Chávez, era enemigo declarado de Uribe.

Pero la ruptura total terminaría de consumarse cuando Santos encaminó el diálogo de paz con la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

"Uribe y Santos encarnan el caso de los líderes fuertes, los caudillos, que plantean límites a sus sucesores. Y cuando estos disienten y buscan su propio camino, como Santos, terminan en ruptura, en términos de deslealtad y traición", señala Felipe Burbano, politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, con sede en Quito.

Ecuador y Paraguay

El reciente caso de Ecuador no es menos emblemático. Allí, Moreno despojó de las funciones que le había asignado a Glas, aunque la Constitución le impedía destituirlo. Esa sorpresiva disputa desgarra al oficialismo, en el poder desde 2007, entre los partidarios del actual mandatario y los del expresidente Rafael Correa. Y tiene como trasfondo las acusaciones de corrupción que pesan sobre el vicepresidente, aunque la justicia no lo sentenció en ningún caso.

Para Burbano, el sistema presidencialista que prevalece en la región hace que partidos y estructuras de gobierno se organicen a partir "de liderazgos muy personalistas, caudillistas" .
"Eso lo que estamos viendo en Ecuador, donde además, en pleno vendaval (de la constructora brasileña) Odebrecht, la lucha contra la corrupción planteada por Moreno implica la lucha contra el anterior gobierno", señala.

A su vez, en Paraguay, otro de los ejemplos de esa trama de peleas y traiciones en el poder, un juicio político exprés en el Congreso sacó del gobierno al exobispo de izquierda Fernando Lugo en junio de 2012 y puso en su lugar a su vicepresidente Federico Franco, de centroderecha, su compañero de fórmula en la Alianza Patriótica para el Cambio.

En una jugada para poner "freno al bolivarianismo", el partido de Franco le retiró el apoyo a Lugo en el Congreso, que lo destituyó "por mal desempeño de sus funciones" tras una matanza de policías y campesinos, lo que produjo el rechazo inmediato y unánime de la izquierda latinoamericana. ( Basado en AFP).

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