Castillo ganó las elecciones en Perú por poco margen

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Perú se mira en el espejo de la izquierda uruguaya

La experiencia de gobierno del Frente Amplio aparece como referencia delpresidente electo peruano; ¿esa imagen de izquierda de 2004 sigue vigente para ladirigencia frenteamplista?
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20 de junio de 2021 a las 05:04

A la hora de evitar sustos, al momento de generar calma y advertir que no hay que temer terremotos económicos ni medidas de afectación severa al clima de negocios, Uruguay es puesto como una referencia, sea para gobiernos de centro, de derecha o de izquierda.

No es nada menor eso.

Ahora, en medio de la sorpresiva victoria de un candidato presidencial de discurso revolucionario, que llega al gobierno del Perú de la mano de un partido que se define como marxista y leninista, otra vez en Lima apelan a la referencia uruguaya como espejo de una cosa seria.

En círculos de inversores, la victoria de Pedro Castillo con su “Perú Libre”, generó preocupación por la orientación ideológica del partido y por las respuestas del candidato sobre cuestiones económicas básicas, que parecía desconocer. O sea, no solo era que tuviera ideas contrarias al capitalismo, sino que mostraba, o parecía, que no entendiera cómo funcionaba un sistema económico.

En su entorno quieren llevar calma a los preocupados y tirar una línea de generación de confianza, como pedir tiempo para ver qué van a hacer, y no prejuzgar en base a los dichos de campaña. Y en ese intento, la apelación es a exponer el ejemplo del gobierno de Frente Amplio en Uruguay.

El economista y profesor universitario peruano, Pedro Francke, se convirtió en el referente del presidente electo del Perú, y sus palabras se escuchan con especial atención. Consultado respecto a si Castillo tiene intenciones de ir por el mismo camino de estatizaciones que en otros países sudamericanos, o de seguir el régimen de Cuba y Venezuela, Francke negó esa posibilidad y dijo que no tendría “ningún sentido” mo que reivindica banderas revolucionarias de los ´70, que tuvo un poco de todo, pero poco de republicanismo. No hubo cambio de nombre del país, no hubo Constitución nueva, pero sí hubo corrupción, destrucción de inversiones y limitación a la capacidad de crecimiento.

Esto tiene un doble significado.

Por un lado: suena raro que un candidato se presente como una cosa en la campaña, cuando pide el voto y confianza de la gente, y luego salga a aclarar que no es tan así, que eso se está licuando con otras ideas, y que no hay que temer que vaya a pasar lo que piensan que va a pasar, basado en lo que ese mismo candidato expuso.

Por otro lado: para la izquierda uruguaya, cada mención de ese tipo, de referencia a un gobierno de izquierda que respeta contratos, compromisos de negocios que vienen de período anterior, que no refunda el país y cambia todas las reglas de juego, es un espaldarazo de confianza. Y en definitiva al sistema político uruguayo en su conjunto.

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Sudamérica vivió una “ola progresista” desde fines de los años noventa hasta 2015, con extensión en algunos países por unos años más, pero no todos los casos fueron similares, ni del mismo enfoque ideológico, ni con iguales prácticas políticas.

Algunos casos fueron de desembarco refundacional, como Venezuela con Chaves y luego Maduro, Ecuador con Rafael Correa, y Bolivia con Evo Morales, lo que podía tener lugar no sólo por voluntad e intención política, sino también por una popularidad lograda que aseguraba mayorías. Eso se dio con avance sobre el sector privado, expropiaciones o medidas de esa característica.

Otros casos fueron de izquierda que combinó enfoque social con cuidado de equilibrios económicos y garantías a inversiones privadas, como Lula y Dilma en Brasil, Vázquez y Mujica en Uruguay, o los de la Concertación, de centro izquierda de Chile, con Ricardo Lagos del PPD y Michelle Bachelet del PS.

Y aparte estuvo Argentina, que no es fácil de calificar como izquierda, con un peronismo que reivindica banderas revolucionarias de los ´70, que tuvo un poco de todo, pero poco de republicanismo. No hubo cambio de nombre del país, no hubo Constitución nueva, pero sí hubo corrupción, destrucción de inversiones y limitación a la capacidad de crecimiento.

En ese esquema, Uruguay aparece como espejo para muchos que quieren ver izquierda responsable. Puede generar polémica en lo local, pero en el exterior hubo una visión positiva de lo hecho por Vázquez y Mujica, que no solo dieron continuidad a proyectos heredados, como el de Botnia o Ence, sino que promovieron otros y abrieron la puerta a nuevos, de peso, como el de UPM2.

Brasil no da poner como ejemplo, porque el Partido de los Trabajadores cayó en la tentación de la corrupción y terminó en un barro infame, con muchos de sus referentes en prisión. Casos de corrupción hay en todos los países, pero lo del PT en Brasil fue diferente, no fueron casos aislados sino un esquema diseñado por el propio partido.

Chile ha tenido otro derrotero, y aunque la centro izquierda se vio como ejemplo de conducción responsable, la dispersión de sus sectores y la cadena de episodios de violencia, alentados por algunos grupos políticos, terminó empañando la imagen del país, que genera dudas sobre cómo será la nueva Constitución que se hará en asamblea de integración muy diversa.

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Ahora, en Perú, la izquierda celebra la victoria, pero por otro lado, el presidente electo aclara que no esperen sacudón fuerte. “No somos chavistas. No somos comunistas. Somos trabajadores. Somos emprendedores y garantizaremos una economía estable, respetando la propiedad privada, respetando la inversión privada y por encima de todo respetando los derechos fundamentales, como el derecho a la educación y la salud”, dijo Castillo esta semana.

Eso, mientras su referente económico, que aparece como posible ministro, decía que el espejo era el del gobierno frentista en Uruguay. ¿Es por convicción o por realismo? Lo cierto es que Castillo no tiene la mayoría que tuvieron Chávez, Morales o Correa para dominar el Parlamento, y tampoco aparece con chance de convocar a una asamblea Constituyente que pueda controlar, para hacer la Constitución que antes dijo que quería.

El Frente Amplio aspira a volver al gobierno en 2025, pero ahora sin los líderes que condujeron a la victoria en 2004 y con una composición interna diferente a la de otrora. ¿Ese espejo que genera valor en la región, es el que quiere mirar el nuevo Frente Amplio? La respuesta a esa pregunta es clave para determinar la suerte política de los dos bloques políticos que están en competencia en Uruguay

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