Diego Battiste

Pilar Sordo: "El movimiento feminista radical tiene que bajar la rabia"

La reconocida psicóloga chilena opinó de los movimientos feministas actuales

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08 de noviembre de 2019 a las 05:02

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Pilar Sordo (53) dice que no sabe si es feminista. Prefiere definirse como una “analista de lo femenino”. Muchas veces, sus declaraciones públicas son blanco de críticas en redes sociales y muchas personas la ubican del lado de la vereda del machismo. Aún así, ella admite que desde hace varios años viene deconstruyéndose. La psicóloga, escritora, y conferencista chilena –que desde hace más de tres décadas es una de las voces más escuchadas y reproducidas en América Latina– prefiere poner su foco de estudio sobre el desarrollo personal, para luego sí, pararse desde lo colectivo.

En ese sentido, propone charlas como Mujeres de hoy donde invita a pensar y desarrollar ciertos conceptos que, según ella, son herramientas para que cada mujer se dirija hacia su mejor versión. Y son el autoconocimiento y el amor propio, de los principales objetivos que persigue la psicóloga para vencer los desafíos que vuelca modelo patriarcal.

En su paso por Montevideo, donde vino a desarrollar su charla en el Teatro Metro, Sordo habló con El Observador.

En la promoción de su charla indica: “Tú decides que tus sueños se hagan realidad”. De cierto modo, eso implica que para acercarse a la felicidad, basta con el esfuerzo personal de cada uno. ¿Cree en este tipo de meritocracia?

Sí. Creo en el esfuerzo, en el trabajo personal, en las terapias, en todo lo que se haga para ser la mejor persona posible. El pensamiento positivo y la vibración alta te van abriendo caminos. Uno co-crea el mundo en el que vive y me encantaría que todo el mundo tuviera la capacidad de ver eso.

También se cuestiona: “Cada vez que veo una marcha de mujeres (…) me pregunto cómo llegará ese mensaje a una mujer común y corriente que está lejos de esa realidad”. ¿A qué se refiere?

Cuando veía las marchas donde aparecíamos las mujeres –de torso desnudo, incluso– me preguntaba, qué de eso que una señora ve en Treinta y Tres en Uruguay le llega. Cuánto logra asimilar de esa pelea, que es por todas, y cuánto logra cambiar en su relación con el marido y sus hijos. Dentro de lo que averigüé, en varios países de América Latina lo que le llega es poco. Llega una sensación de decir: “Wow, qué entretenido como las generaciones jóvenes van a ser distintas”. Pero la mujer que es mayor, se ve fuera de ese cambio.

¿Qué propone, entonces, para las mujeres?

Lo primero es cambiar la relación con el cuerpo, entendiendo que el cuerpo es un aliado y un envase de lo que soy. Por lo tanto, mi relación tiene que ser amorosa. Después hay que desarrollar el concepto de la pareja interna, que tiene que ver con aprender a relacionarme conmigo. Desde ahí, empezar a completarme y amarme. Hay una frase popular que dice que si las mujeres salimos a buscar con hambre, comemos cualquier cosa. Y todas nos hemos indigestado de comer hombres que no valían la pena porque no estábamos satisfechas nosotras. Incluso si estás satisfecha, podés elegir no comer. Después que ya está trabajado, viene otro concepto grande que es el enemigo interno, con el cual uno pelea todo el tiempo.  Para algunos es la ansiedad, para otros el egoísmo, la paciencia, la soberbia, el orgullo. Lo primero es identificar a ese enemigo y, a veces, permitir que aparezca. Porque si lo combato se agranda y no me sirve. Desde ahí empiezo a trabajar el amor propio, que es más que el autoestima. Incluye el respeto y autocuidado. Ahí, empiezo a desarrollar mi mejor versión. Lo importante es tener una foto de cuál puede ser tu mejor versión. Cuando preguntaba en los talleres, el 99% de las mujeres me decían que no estaban siendo su mejor versión. Y no importa que me digan que no, siempre y cuando sepan cuál es esa foto y estén todos los días trabajando para llegar ahí.

Más allá de lo que una mujer pueda trabajar internamente, también hay toda una realidad puertas afuera a la que se tiene que enfrentar diariamente, ¿qué pasa ahí?

Una vez que sales a la calle, te encuentras con varios desafíos. El espacio público siempre fue masculino, entonces los hombres podían mear, cagar y escupir en la calle, porque era de ellos. Por lo tanto, un hombre tenía todo el derecho de  manosearme en un colectivo o de decirme algo. El primer cambio de paradigma tiene que ver con entender que el espacio público es compartido y que el gran desafío es desexualizar el contacto hombre-mujer en los espacios donde no hay consenso.

Por otro lado hay que ir contra algo que el modelo patriarcal nos recontra convenció, que es eso de que el deseo sexual de los hombres es incontrolable. Entonces, si es incontrolable, no puedo despertar al monstruo e importa cómo me visto y la hora en que como mujer ando en la calle, por ejemplo. El machismo asociado a eso tiene que ver muchas veces con una concepción, que es mucho más profunda en las mujeres. Y siempre digo que es mucho más peligrosa una mujer machista que un hombre. En paralelo a eso, nos convencieron de que nosotras no tenemos deseo sexual.

Considerando la premisa desde la que parte, ¿dónde considera que están las fallas del movimiento feminista para que ciertos mensajes no lleguen a todas las mujeres?

Tengo la impresión de que hay dos. El movimiento feminista extremo es binario. Hay un polo que funciona en contra de los hombres. Y el movimiento debería ser con los hombres. Porque feminista no es antónimo de machista, es algo que pretende una equidad real. Ese movimiento feminista tan radical tiene que bajar la rabia. Tiene que ser un espacio de conversación y entendimiento.  Nosotras somos las protagonistas del cambio, pero eso no significa que no participen hombres. Porque el modelo patriarcal de alguna manera también los cagó a ellos en no poder ser padres durante siglos, en no poder expresar lo que sentían, en competir entre ellos permanentemente entre lo sexual y lo económico para probar su masculinidad. Para que ganemos todos, todos tenemos que deconstruir el modelo que nos formó, que no es fácil.

¿Se considera feminista?

No sé. Me considero una analista de lo femenino. Vivo ejerciendo un derecho femenino importante, pago costos grandes por mi trabajo femenino en esto también. No hace mucho una periodista colombiana me decía: “¿Te das cuenta de que si fueses hombre tendrías pareja?” y yo le dije que sí. Pero el costo que uno paga por ser mujer, por estar afuera de tu casa 15 días y tener “éxito”, muy entrecomillas, es la soledad. Me fui encontrando con los costos de ser mamá sola de dos hijos, me tuve hacer cargo sola y ser jefa de hogar como la mayoría de las mujeres de América Latina, al mismo tiempo trabajar, hacer las investigaciones y escribir los libros. He ido encontrando mi propio desarrollo femenino, autónomo, independiente hace no más de 3 años y tengo 53.

Las mujeres tienen ahora otras libertades que generaciones anteriores no tuvieron. Sin embargo, actualmente cargan con muchas presiones en torno a su imagen o a exigencias que tienen que ver con la maternidad, por ejemplo. ¿Cómo lo ve?

Son secuelas del mismo modelo. Y no avanzan dentro de nosotras. Por eso la charla parte del cambio de la relación con el cuerpo, porque de ahí se derivan todas las presiones en los temas alimenticios, el ejercicio, las cirugías estéticas. Si eso no mejora, la relación contigo y con el otro va a estar alterada por todos esos paradigmas que uno tiene que cumplir. Claramente, hoy tengo más exigencias que las que mi abuela tuvo en su vida. Lo que siempre me pregunto es si yo estoy disfrutando más por estos de espacios de libertad que tengo. Y no sé si hay mayor disfrute. Pero creo que soy más consciente de lo que mi abuela lo fue con su historia, y eso me da espacios de libertad y goce más profundos.

 

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