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Plasma hiperinmune: la apuesta contra el coronavirus que necesita de la donación de pacientes recuperados

El tratamiento ya se utilizó en tres personas pero su efectividad aún no está comprobada; uno de los donantes fue el exsenador Pedro Bordaberry
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09 de agosto de 2020 a las 09:55

37 minutos. Eso es lo que demora una máquina de aféresis en separar 750 mililitros de plasma y devolver el resto de los hemocomponentes al donante. En poco más de media hora se recolectan tres dosis de plasma rico en anticuerpos contra el covid-19 que podrá ser transfundido a pacientes que cursen la enfermedad en estado crítico como tratamiento de uso compasivo.

El 13 de abril el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, firmó una ordenanza (nº314/2020) que posiciona a Uruguay entre los países que investigan la transfusión de plasma de personas que se recuperaron del coronavirus como tratamiento para pacientes hospitalizados. Según el documento al que accedió El Observador, se conformó una comisión especial compuesta por médicos y científicos del Instituto Pasteur que trabajan de forma honoraria “con el objetivo de organización del acopio y distribución de plasma hiperinmune covid-19, definir la indicación y evaluar la efectividad del mismo, así como la seguridad del tratamiento”.

El plasma es el componente de la sangre que se obtiene al remover las células: los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. Esta sustancia es la que contiene los anticuerpos que el organismo generó al transitar una enfermedad como el covid-19. La terapia de transfusión de plasma convaleciente consiste en transferir esos anticuerpos al paciente en vez de esperar a que el organismo los genere. 

“Al que mucho se le da...”

El 15 de marzo el exlíder colorado Pedro Bordaberry anunció en un video que publicó en redes sociales que tenía coronavirus, 17 días después fue dado de alta. Según relata fue un período de incertidumbre, sobre todo al tratarse de los primeros casos de la enfermedad en el país. 

Varios meses después Bordaberry llega al banco de sangre del Servicio Nacional de Sangre (SNS) para donar su plasma con la esperanza de ayudar a otros a superar el coronavirus. “Creo que es la cosa mínima que uno puede hacer si uno tiene la suerte de haber pasado (por la enfermedad) y haber salido bien. Hoy somos 1.200 uruguayos que lo tuvimos creo que es casi que un deber de todos venir a donar plasma para ayudar a los que se contagian para salir adelante”, dice Bordaberry y asegura que es un procedimiento “muy sencillo” que tolera sin dolor. 

 

"Cuando me dijeron que mi plasma podía servir para ayudar a otros ni lo dudé. Al que mucho se le da mucho se le va a pedir y a mi se me dio pasar la enfermedad, entonces lo que menos puede hacer uno es decir 'si con esto puedo ayudar a otros a pasar la enfermedad vamos a hacerlo'. Todo lo que uno pueda hacer es poco". 
 

El SNS es el lugar designado bajo la ordenanza ministerial para hacer el acopio y la distribución del plasma convaleciente, lo que implica contactar a los donantes, la obtención del plasma, el almacenamiento y su distribución.



A cada donante se le extraen muestras para diferentes estudios. Algunos son realizados en el laboratorio del SNS, ya que son los mismos análisis que se realizan en cualquier donación de hemocomponentes como grupo sanguíneo, hemograma y un estudio de todas las enfermedades que se pueden transmitir a través de la sangre. También hay una muestra que se envía al Instituto Pasteur, donde se mide la titulación de anticuerpos contra el virus del covid-19 específicamente, ya que para poder ingresar al programa de plasma tiene que tener un nivel mínimo aceptable para poder ser utilizado como tratamiento. 

La doctora Lilia López, jefa del banco de sangre, explica que solo alrededor del 30% o 40% de las personas termina pudiendo donar plasma. “Hasta ahora estamos manejándonos con alrededor de 20 personas, de las cuales varias han vuelto a donar”, explica López. 

Bordaberry cuenta que cuando le dijeron que su plasma podía servir para ayudar a otros ni lo dudó. “Al que mucho se le da mucho se le va a pedir y a mi se me dio pasar la enfermedad, entonces lo que menos puede hacer uno es decir ‘si con esto puedo ayudar a otros a pasar la enfermedad vamos a hacerlo’. Todo lo que uno pueda hacer es poco”. 

Necesidad de evidencia

El infectólogo y hemoterapeuta Edgar Lima, quien fue designado como el coordinador de la comisión de expertos, entiende que hay una “gran limitación” en la aplicación del tratamiento. “Hay consenso en que debería usarse en pacientes preferentemente en el margen de las dos semanas de la infección y que son levemente sintomáticos planteando la hipótesis de que no evolucionen a una mayor gravedad, pero en este momento no podemos hacerlo, necesitamos que haya evidencia para eso”, explica. 

Al ser una terapia que se encuentra en una etapa experimental está comprendida bajo el decreto nº158/019 que regula la investigación en seres humanos. 



Actualmente el procedimiento sólo puede utilizarse como terapia de uso compasivo en pacientes que se encuentran en cuidados intensivos bajo la indicación de su médico tratante. 

Eduardo Henderson, gerente general de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), lo ilustra con la metáfora de un semáforo: “Dividimos los pacientes en verdes, amarillos y rojos. Los verdes son aquellos que están en sus casas que tienen síntomas leves de la enfermedad, los amarillos son aquellos que están internados en cuidados moderados y no están críticos, y luego los críticos serían los rojos”. 

Según Henderson “lo bioéticamente correcto” es usarlo en los pacientes con luces rojas. “Quiere decir que como el enfermo está tan grave se le hace este tratamiento porque se ha probado que no tiene riesgos para la vida de los pacientes, pero lo que no se pudo comprobar desde el punto de vista médico en cuanto a evidencia científica es que realmente sea beneficioso”, afirma. 

Hasta el momento tres pacientes recibieron el tratamiento, uno de ellos en el Hospital Regional de Salto y dos en Médica Uruguaya. 



Sobre el resultado del tratamiento, Lima señala: “Mucho más allá de decir que no tuvimos reacciones adversas no vamos a poder decir”. Agrega que para sacar conclusiones deberían aplicar el tratamiento a unos cien pacientes, y a su vez se deberían compararlos con otros cien pacientes que hayan recibido un tratamiento sin plasma en una circunstancia clínica similar.

“Hay una expectativa a nivel mundial con este tratamiento y esa expectativa hace decir ‘bueno, seguramente sea un camino que hay que transitar’. No podemos tener una conclusión a priori, no podemos decir por si o por no antes de transitarlo”, sostiene.

De acuerdo a las cifras que maneja el gerente general de ASSE el costo de cada extracción de plasma y su almacenamiento a una temperatura de menos 70 grados para luego ser trasladado al paciente tiene un costo de $ 10 mil. “Si da resultados salvamos una vida humana”, agrega Henderson y se reconoce “muy conforme” con esta línea de investigación que “permite a Uruguay estar al primer nivel en el mundo con lo que se esta haciendo para tratar de salvar vidas”. 

 

 

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