AFP

Populistas y cleptócratas son una pareja perfecta

Los demócratas liberales en Europa y en EEUU no están haciendo lo suficiente para frenar el lavado de dinero

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25 de septiembre de 2020 a las 16:18

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Martin Sanbu

Los demócratas liberales han estado fortaleciendo sus defensas, y en ningún lugar más que en la Unión Europea (UE). El bloque se considera a sí mismo como el baluarte del Estado de derecho, de la democracia y de las reglas internacionales en contra del populismo autocrático.
Luchar por el Estado de derecho y por los valores liberales es una causa noble. Pero conlleva el riesgo de inadvertidamente ennoblecer a sus oponentes. Los defensores del liberalismo a menudo tratan a los líderes antiliberales como formidables defensores de una perspectiva ideológica rival cuando sus motivos suelen ser mucho más sórdidos.

Consideremos los problemas recientes de Stephen Bannon. El primer mentor controlador del presidente de EEUU, Donald Trump, fue el autor del discurso de inauguración que prometía detener la “masacre estadounidense”, y es un autoproclamado deconstructor del Estado administrativo. A Bannon una vez se le trató con el asombro digno de un Fausto populista luchando por sí solo contra la Ilustración.
Pero el mes pasado lo sacaron de un yate de lujo y lo acusaron de defraudar una campaña de recaudación de fondos. Y no cualquier campaña: el dinero que Bannon supuestamente desvió estaba supuesto a financiar el muro fronterizo con México de Trump.

Bannon se declaró inocente. Pero la autocracia y la cleptocracia –la toma del poder político para robar y malversar– a menudo van juntas. Ellas avanzan por medio de métodos similares: el secretismo a través de la desinformación y de la confusión; una desmantelada rendición de cuentas; una legislación y un gobierno manipulados; y la captura de las fuerzas del orden público. Es un error tratar a las dos como peligros separados, y mucho menos como si una fuera menos dañina que la otra. La autocracia es, a menudo, simplemente un medio; la cleptocracia es el fin principal.

En Rusia, en Ucrania y en varios países possoviéticos de Asia central, las redes oligárquicas han privatizado al Estado para su propio beneficio. En EEUU, hay una larga lista de exasociados de Trump que han sido acusados de delitos vinculados con personas que, en su mayoría, son de esos mismos países. En mi opinión, esto deja pocas dudas en cuanto al impulso cleptocrático detrás de los ataques de Trump dirigidos a las instituciones independientes.

También en Europa deberían estar disparándose las alarmas de advertencia cleptocrática. El uso de fondos públicos para beneficio privado abunda en toda la región. Los lucrativos contratos estatales se les otorgan a los socios personales de los líderes, desde en Hungría hasta en el Reino Unido. Los periodistas Daphne Caruana-Galizia y Jan Kuciak fueron presuntamente asesinados debido a sus esfuerzos por exponer los tratos en provecho propio de políticos malteses y eslovacos.

Luego se encuentra el problema opuesto: el uso del dinero sucio para manipular la política democrática. El Parlamento del Reino Unido ha enfatizado cómo los oligarcas rusos compran influencia entre la clase dirigente británica. El dinero ruso también ha venido al rescate de la extrema derecha de Francia y, supuestamente, de la Liga de Italia.

Las divulgaciones recientemente filtradas de informes de actividades sospechosas de los bancos a los reguladores estadounidenses han reforzado las preocupaciones de que los bancos europeos no han hecho lo suficiente para evitar el lavado del “botín” de la cleptocracia en otros lugares; también, de que los líderes democráticos de Europa no han hecho lo suficiente para detenerlo.

La posible complicidad con el lavado de dinero no se limita a unos pocos países. Mientras que los centros monetarios como Londres y Chipre han sido acusados de albergar “lavanderías”, los bancos provenientes de Alemania y de Dinamarca han sido acusados de usarlas ampliamente. Eso ya es suficientemente malo.

Pero la irresponsabilidad política ocasiona el peor daño. No tomar enérgicas medidas en su contra no solo condona las irregularidades, sino que también políticamente indica que esto no representa una gran prioridad. Eso, a su vez, invita a los cleptócratas de otros países a aprovecharse del sistema financiero europeo para su propio beneficio.

Si Europa acepta su dinero sin vacilar, ningún dictador real o potencial se impresionará con las declaraciones políticas de condena. Y, si es fácil lavar dinero en Europa, también se puede utilizar para corromper a sus líderes.
En resumen, los liberales de Europa solo pueden tener esperanzas de mantener a raya a la autocracia si se comprometen a luchar en contra de la cleptocracia dentro y fuera de sus fronteras.

Esto requiere voluntad política. Las medidas estadounidenses para combatir el dinero sucio dejan mucho que desear, pero están muy por delante de las de Europa. En general, nos enteramos de las infracciones más atroces de los bancos europeos a través de las autoridades estadounidenses. Se necesitan más recursos de investigación, un castigo penal más severo y una mayor determinación para tomar medidas enérgicas.La UE también necesita otorgarles más poder a los reguladores pannacionales. En el mercado único, el regulador nacional más débil puede socavar los esfuerzos de otros. Eso fue cierto cuando se trató de hacer que los bancos estuvieran seguros antes de la crisis financiera de 2008; y es igualmente cierto cuando se trata de hacerlos honestos.

La UE debe condicionar el acceso a sus bancos con la colaboración en sus esfuerzos para prevenir el lavado de capitales. Londres también abandonará el mercado único el 1° de enero. Pero, como parte de cualquier acuerdo del brexit, la UE no debería dudar en exigir que el Reino Unido implemente reformas en la City de Londres en relación con los evasores de impuestos y con los lavadores de dinero.

De manera más general, la UE debería proteger el acceso a las finanzas denominadas en euros con tanto celo como lo hace EEUU con el dólar.
Por último, es hora de acabar con el secreto de las cuentas bancarias, no solo formalmente, sino eficazmente: a todo el dinero de la UE se le debe poder rastrear hasta las personas físicas, con identificadores legales uniformes para que esto sea logísticamente sencillo.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo la semana pasada que “los valores europeos no están a la venta”. Es hora, entonces, de dejar de venderlos.

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