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Por el aislamiento "forzoso" de una villa debaten en Argentina límites de la cuarentena

Protestas, declaraciones y análisis de medios advierten de riesgos a las libertades individuales
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27 de mayo de 2020 a las 18:58

Un pequeño barrio de 3.000 habitantes en la periferia de Buenos Aires —Villa Azul se llama—, cercado con vallas, lleno de policías y de funcionarios de salud, "con vecinos caminando las calles o subidos a los techos, pidiendo comida, agua y testeos", como relata La Nación este miércoles, ilustra con toda la crudeza la lucha contra el coronavirus, sus fragilidades y sus límites.

"La Argentina vive en un virtual estado de sitio —escribe Joaquín Morales Solá, periodista de larga trayectoria, columnista político de La Nación desde 1993— que nadie quiere llamar por su nombre".

Analiza el comentarista el conflicto entre pandemia, cuarentena y libertad. Cuestiona la deserción de los poderes Legislativo y Judicial y advierte su contraparte, que el Ejecutivo se posesione "con la suma del poder público".

En Clarín, su editor, Eduardo Van Der Kooy, aborda también el caso de Villa Azul con una mirada similar. Habla de la "exclusión forzosa" de sus habitantes, que no pueden entrar ni salir, y cuestiona que el presidente Alberto Fernández ofrezca la intervención estatal "como mágica solución".

Del otro lado de Villa Azul, donde se han detectado 145 casos, está Itatí, una zona de más densidad poblacional donde el virus, si entra, puede causar mayores estragos.

De repente, en cuestión de días, todas las grandes ciudades latinoamericanas que se parecen, se hacen más iguales en sus carencias.

Un artículo de AFP apunta que el coronavirus penetró en los barrios marginales de América Latina con sus cientos de miles de habitantes, millones en verdad, que padecen la inexistencia de servicios básicos y para quienes resulta imposible cumplir el confinamiento porque tienen que procurarse el sustento. Puede llamarse Santiago de Chile, Lima, San Pablo, aunque en este caso se llame Buenos Aires.

Van Der Kooy consigna que un habitante de Villa Azul le hizo llegar un mensaje: "Hago changas todos los días para mantener a mi familia. Ahora no puedo. Estoy como en una cárcel”, le escribió.

Aunque en la Villa Azul  las autoridades planean distribuir alimentos, medicamentos y productos de desinfección e higiene personal, allí como en otros barrios marginales la desconfianza y el sentimiento de abandono campean.

"Hasta la semana pasada trabajé, pero ahora no somos dueños de salir, me da una sensación de que estamos presos", le dijo José Sequeira a la AFP, un vecino del barrio de 63 años, chapista de autos. "Tengo un poco de plata ahorrada pero si no puedo salir a comprar no sé qué voy a comer", sostuvo.

Villa Azul es uno de los 1.800 barrios vulnerables que albergan a más de 3 millones de personas en la periferia de Buenos Aires. En la propia ciudad, otras 350.000 habitan en las "villas miseria", con Villa 31, muy cerca del exclusivo Puerto Madero, a la cabeza tristemente del mayor contagio en las zonas populares: 

El 40% del contagio de Buenos Aires —2.993 sobre 7.474 hasta este martes— se concentran en las villas y más del 60% en Villa 31. La única estadística que, comparativamente, es menos desfavorable es que en las zonas populares se registra 11,8% de las muertes. Especialistas han detectado que hay muchos casos sin síntomas o con síntomas leves o que son asentamientos poblados por gente más joven, como recuerda Clarín en esta otra nota.

Al acercarse a los 80 días de aislamiento social preventivo y obligatorio, Argentina vive así su momento más delicado, cuando lo peor de la pandemia —su pico aún no identificado— , puede estar por llegar, con una tensión política entre el Ejecutivo y la provincia y el gobierno de la ciudad, solo solapado,  y el hastío de la gente que se ha expresado en protestas en los últimos días.

 Van Der Kooy registra en su columna una pequeña marcha hacia Plaza de Mayo que "mostró componentes de anarquismo"; los comerciantes en Mar del Plata que pidieron volver a trabajar; una caravana en Córdoba en favor de los médicos y una protesta en Tigre  que "reclamó de trabajo con defensa de las libertades individuales".

Tanto el editor de Clarín, como Morales Solá, citan al juez presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, quien señaló que "la cuarentena debe tener límites temporales" que "los gobiernos no pueden avanzar sobre las libertades individuales.

En ese contexto —virus aún incontenible y gestión política— cada palabra y gestó del presidente Alberto Fernández resulta escrutado. Como su petición a la justicia, al margen de la crisis sanitaria, para que resuelvan "rápido" los juicios orales por los casos de la venta de dolar a futuro y por el memorándum con Irán.

"En ambos casos está procesada su socia política, Cristina Kirchner", precisa Morales Solá, que recuerda que Fernández, como profesor de derecho, "sabe de sobra que el presidente no puede interferir en asuntos propios del Poder Judicial, aunque esté en desacuerdo con sus decisiones (o con su falta de decisiones)". 

 

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