Por qué vino Einstein y cómo fue su histórico paso por Montevideo

Una investigación del escritor salteño Diego Moraes es una crónica de la vez que el famoso genio alemán visitó Uruguay en 1925

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06 de noviembre de 2019 a las 05:04

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La llegada de Albert Einstein al puerto de Montevideo fue un caos. El barco, que había partido de Brasil, atracó el martes 24 de marzo de 1925 pasado el mediodía. Iba de camino a Buenos Aires. Esa mañana el puerto estaba repleto de gente. Había periodistas, curiosos, académicos, personalidades del gobierno, de la academia, de la cultura. Llegaron de todas partes, incluso de Argentina.

Los primeros que subieron al buque Cap Polonio en donde estaba el genio fueron los operarios del puerto. Luego fue el turno del equipo de sanidad. Una hora y media de controles después, se desató el desorden. Empujones, insultos, pisotones, gritos. Desde la cubierta del barco un grupo de europeos observaba aquella escena. “Así que esto es Sudamérica”, debió pensar alguno.

Einstein seguía refugiado en su camarote. Lentamente, la eminencia fue recibiendo a los periodistas, que le sacaron fotos y lo entrevistaron. Lujitos que tiene el oficio.

“Es un hombre más bien bajo, de estructura regular, cabeza grande, frente amplia, tez muy blanca y cabello negro, corto y ensortijado”, lo describió un reportero del diario La Tribuna Popular en su edición del 25 de marzo. “Este hombre ríe, es afable, tiene ojos que aunque expresivos son dulces, está en buen estado físico, acusa buen paso, rebosa salud, respira vida”, escribió otro periodista en El Bien Público. Einstein dio las entrevistas a los medios uruguayos en francés.

Getty Images

Todos estos detalles los cuenta Diego Moraes –salteño, escritor, gestor cultural– en su libro Einstein en Uruguay, crónica de un viaje histórico. En sus páginas, Moraes reconstruye una de las visitas más importantes de la década de 1920 a Montevideo.

En aquel entonces, Einstein ya había alcanzado la cima de su éxito científico. Vivía en Berlín, trabajaba en el renombrado Instituto Kaiser Wilhelm y era miembro de la Academia Prusiana de las Ciencias. Tres años antes de su visita a Montevideo, había recibido el premio Nobel de Física y terminó de consagrarse frente al mundo entero como el científico más relevante del siglo XX. Era una leyenda viviente, un ícono del potencial del mundo moderno.

Pero no todo eran laureles para Einstein. El ambiente estaba empezando a caldearse en Europa y más que nada en Alemania, donde el nacionalismo radical tomaba cada vez más fuerza en la antesala de la segunda guerra mundial. Moraes cuenta que desde el momento en el que el científico se instaló en Berlín, le empezaron a llover críticas cada vez más violentas y antisemitas. Era judío.

Con este contexto de fondo, Einstein debió escapar. Pero tenía que ser discreto. Entonces tuvo la idea: largos viajes intercontinentales. En sus periplos se ocupó de democratizar la ciencia, una disciplina que se mantenía en márgenes elitistas. En la órbita popular, la ciencia solo curaba enfermedades y ayudaba a construir armas para la guerra. El genio creía, sabía, lo opuesto y tenía que darlo a conocer. Entonces utilizó su fama para dar conferencias y predicar un mensaje de paz en medio de la turbulencia mundial.

Fue a Estados Unidos, Asia y Medio Oriente. Dos años después de aquellas primeras travesías le tocó al Río de la Plata. Y en un confuso episodio, frenó dos veces en Uruguay.

Una serie de jornada intensas

En la investigación de Moraes se detalla que la historia no termina de explicar del todo de qué forma Uruguay se convirtió en un destino para el científico más famoso de aquel tiempo. La fuerte comunidad judía instalada en Buenos Aires hizo gran parte de las gestiones para que Argentina y Brasil estuvieran incluidos en su gira latinoamericana. Pero ¿y Uruguay? ¿Qué podía haber de interesante en esta penillanura levemente ondulada?

Moraes recoge el trabajo de un investigador brasileño que aventura una hipótesis. Se cree que Einstein desembarcó en Montevideo gracias a una iniciativa de la Asociación Hebraica Argentina en conjunto con la Universidad de la República. No queda claro en qué momento Uruguay se convirtió en un destino, de hecho, en su primera parada ni siquiera pisó territorio nacional. Se quedó apenas un par de horas hablando con la prensa y luego siguió su viaje a Buenos Aires.

Unos días después, la noticia se imprimió masivamente en las páginas de La Razón. “Pasado mañana será huésped de Montevideo el filósofo matemático más grande y más discutido del momento actual”, decía el artículo.

A las ocho de la mañana del viernes 24 de abril de 1925 Einstein regresó al puerto montevideano y la excitación fue enorme. El físico se quedó en la casa de un amigo suyo que vivía en un amplio y lujoso apartamento sobre 18 de Julio. “Toda la ciudad, su atmósfera brillante, su sol tibio y su cielo clarísimo, tiene el aspecto amable de todas las bienvenidas”, le dijo Einstein a un cronista de El Día cuando le preguntó sobre sus primeras impresiones de la capital.

Durante su gira por la ciudad, Einstein se reunió con Carlos Vaz Ferreira, que ya en ese entonces era un referente de la filosofía en Uruguay. También dio varias conferencias, visitó facultades, habló infinidad de veces con los periodistas y las autoridades de gobierno y, por supuesto, se hizo un tiempo para conocer a la colectividad judía y alemana.  

Se fue en la mañana del 1° de mayo de 1925.

Einstein escribió en su diario: “En Uruguay me encontré con genuina cordialidad como pocas veces en mi vida. Allí encontré amor por su tierra sin ningún tipo de megalomanía”.    

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