JUAN MABROMATA / AFP

Porteños versus provincias, la reedición de la histórica pelea fiscal en clave kirchnerista

Con la perspectiva de un 2021 electoral y escaso de recursos fiscales, el kirchnerismo apunta a la caja porteña y obliga a Rodríguez Larreta a una impopular suba de impuestos

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14 de diciembre de 2020 a las 05:00

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La pelea por el reparto de los impuestos ha sido una constante a lo largo de la historia argentina, y estuvo en el centro mismo de guerras civiles y en los debates sobre la forma de organización nacional.

Pasó en el siglo 19, al punto que todavía hoy se debate si un evento al que Cristina Kirchner convirtió en feriado con el nombre de Día de la Soberanía Nacional –la batalla de Vuelta de Obligado entre las fuerzas de Juan Manuel de Rosas y las flotas británica y francesa- fue en realidad una lucha por reafirmar derechos soberanos o si fue un intento de Buenos Aires por impedir que las provincias comerciaran con el resto del mundo sin pagar el peaje en la aduana porteña.

Esa discusión sobre cómo repartir los ingresos fiscales marcó en buena medida al sistema político, de forma que no hay negociación importante en el Congreso que no incluya a la “coparticipación” como moneda de cambio.

Y, ya en el siglo 21, al inicio del gobierno de Cristina Kirchner, la pelea por las retenciones a la exportación sojera marcó la última gran rebelión civil contra un impuesto considerado “confiscatorio”.

Con semejante bagaje histórico, a nadie extraña que el tema fiscal esté en el centro de la agenda nacional. El gobierno intenta mejorar sus ingresos con un nuevo impuesto extraordinario a la riqueza, mientras promete una reforma impositiva de corte “progresivo”. Y las empresas se quejan de que sufren una de las mayores presiones tributarias del planeta.

Hasta Diego Maradona expresó esa contradicción argentina, dado que por un lado argumentó en favor de que los ricos paguen más, de manera de ayudar en la emergencia de la pandemia pero, por otra parte, estableció la mayor parte de sus activos offshore, protegidos por legislación extranjera y lejos del alcance de los recaudadores argentinos.

El kirchnerismo le apunta a la caja porteña

Con una recaudación impositiva que creció por debajo de la inflación (es decir, cayó en términos reales) en el marco de la recesión por la pandemia, esa pelea eterna por los recursos fiscales llegó a su grado máximo.

Sobre todo, porque la clase política está bien consciente de que el resultado de las elecciones legislativas 2021 dependerá en buena medida de la capacidad que cada gobierno regional tenga para reactivar la economía mediante obras públicas y generación de empleo en el sector estatal.

Pero claro, cuando la recaudación no crece por la vía de una mayor actividad, la única forma de hacer que el ingreso de una provincia crezca es sacarle recursos a otra. Y quien tiene comprados todos los boletos para interpretar el rol de perdedor es el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

El año pasado le había pasado lo contrario: gracias al buen trato dispensado por el gobierno de Mauricio Macri pudo cortar cintas inaugurales de grandes obras viales, como la flamante autopista del bajo, una vía subterránea para el tránsito pesado que corre por debajo de Puerto Madero.

El kirchnerismo venía tomando nota de esa situación y ya hacía tiempo que insinuaba que había una injusticia en ese reparto que beneficiaba a una ciudad a la que el resto del país ve como privilegiada.

JUAN MABROMATA / AFP

La propia Cristina Kirchner, en un acto en La Matanza, una de las zonas más postergadas del conurbano, donde las inundaciones son frecuentes cada vez que hay una lluvia intensa, lo planteaba de forma clara.

“Hay una asignación de recursos muy desigual, profundamente injusta e inequitativa. Desde hace tiempo, la Capital concentró riquezas postergando al resto de la periferia”, había dicho la vicepresidenta, dejando en claro la línea discursiva: si hay problemas en el conurbano es porque alguien se queda con los recursos que le corresponderían si hubiese justicia en el reparto.

Así, apuntó claramente contra el gobierno porteño, porque en la Ciudad, “hasta los árboles tienen luz y agua, te rompen la vereda y ponen baldosas más brillantes; mientras, en el conurbano tenemos a los bonaerenses chapateando en agua y barro”.

Su mensaje apuntaba a que había que reforzar con recursos públicos a la provincia de Buenos Aires, ahora bajo la gestión de su protegido Axel Kicillof. Claro que lo que Cristina no decía es que mientras ella fue presidente y el gobernador bonaerense fue Daniel Scioli, la provincia fue sometida a una dura asfixia financiera, ya que no se le actualizaba por inflación el ingreso de un fondo especial, que terminó licuándose.

Suba de impuestos y críticas cruzadas

Lo cierto es que, en la nueva pulseada por los recursos fiscales escasos, el kirchnerismo apuntó todos los cañones hacia los porteños. Tanto desde lo discursivo y simbólico como desde lo económico.

El presidente Alberto Fernández dijo que, como porteño, se sentía avergonzado de vivir en una ciudad opulenta mientras otras zonas del país eran relegadas. Al poco tiempo, anunció que la Ciudad perdería un punto de la coparticipación de impuestos, y que ese dinero (equivalente a un 7% del ingreso porteño) iría a reforzar a la provincia, que en ese momento enfrentaba una protesta policial por salarios.

Luego en el Congreso, bajo el liderazgo de Máximo Kirchner, se estableció otra exacción a la Ciudad, con el argumento de que había recibido una ayuda presupuestaria no justificada durante la gestión macrista.

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Rodríguez Larreta alega que la mejora que recibió en su momento estaba bien dada, porque le acababan de traspasar la gestión de la policía. Y recurrió ante la Corte Suprema de justicia para revertir el recorte de fondos.

Pero lo cierto es que, en el mientras tanto, la administración porteña debe programar su ejercicio 2021 con una sensible merma en los ingresos. El agujero se estima en 65.000 millones pesos argentinos (unos US$ 800 millones, al tipo de cambio oficial).

Y ahí es donde se da la paradoja que vive Argentina en estos días. Para compensar su baja, Rodríguez Larreta se embarcó en una fuerte suba de impuestos, ante lo cual los peronistas lo critican con los mismos argumentos con el que la derecha liberal les recrimina a ellos cuando aumentan la presión a nivel nacional.

El jefe porteño ya anunció subas de impuestos que le han valido críticas de propios y extraños. Acaba de anunciar una suba en el impuesto a ingresos brutos para el sector financiero, con el argumento de que fueron poco perjudicados durante la pandemia.

Antes, había aplicado un impuesto del 1,2% a los consumos con tarjeta de crédito. Y había gravado a los intereses que los bancos cobren por sus colocaciones en letras del Banco Central, una medida que también fue recurrida ante la justicia.

Buscando el costo político para un candidato popular

La pelea tiene, además otro trasfondo. Porque el peronismo es consciente de que, además de tener una caja fiscal apetecible, Rodríguez Larreta es un político popular. Tanto que muchos hablan de él como potencial candidato presidenciable en 2023.

De hecho, las encuestas de opinión no han dejado de marcar una suba en la estimación a su figura, tanto en la Ciudad como en otras jurisdicciones del país. Por caso, el reciente sondeo de Management & Fit indica que si las elecciones fueran hoy mismo, una mayoría de 48% dice tener intención de votar por alguna corriente opositora, mientras una minoría de 38,5% apoyaría al oficialismo y un 13,5% no responde. Esto revela, en principio, que desde hace un año el Gobierno perdió diez puntos de apoyo en su propia base electoral.

Pero el detalle más llamativo es que mientras Alberto Fernández tiene un nivel de desaprobación de 50,4%, Rodríguez Larreta ostenta una contundente aprobación del 67,1%, e incluso se ha registrado un descenso de cinco puntos en las opiniones negativas desde septiembre cuando se produjo la polémica por el reparto del presupuesto.

Esto ha llevado a que los politólogos debatan sobre si el intendente porteño se beneficiará por su condición de “víctima” del gobierno o si, por el contrario, su obligada voracidad fiscal le ganará la antipatía de los votantes.

Rodríguez Larreta quiere evitar que la situación sea vista por el público como una pelea entre porteños y provincianos. Y, de hecho, está advirtiendo que esto es el inicio de un proceso que seguirá con otras cajas provinciales. Su intención es presentar al gobierno central como en una situación de abuso de poder frente a las provincias.

En tanto, el peronismo ha dado una pauta clara en el sentido de que quiere hacerle pagar un costo político: el propio Alberto Fernández había dicho una frase sugestiva: “La Ciudad tiene muchos lugares donde puede corregir gastos que pueden esperar. Puede llevar este problema sin ningún inconveniente”. Y otros fueron más explícitos: quieren que el jefe porteño reduzca su rubro de reparaciones en la Ciudad y que achique su presupuesto de publicidad de gestión.

En otras palabras, la pelea por la caja porteña está una vez más en disputa, y esta vez con el marco de la recesión y las elecciones legislativas a la vista.

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