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¿Qué tan cerca estamos del fin de la guerra en Ucrania?

En la interna de Washington parece prevalecer el bando que aboga por terminar el conflicto. Se ponderan razones y propuestas. Y en medio de todo, se conoce una de espías que ni a Netflix se le hubiera ocurrido
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10 de febrero de 2023 a las 05:03

En ajedrez –el juego de estrategia por excelencia– se le conoce como el “principio de las dos debilidades”. Nadie quiere tener dos frentes abiertos dado que un ataque sobre ambos al mismo tiempo haría colapsar su posición.

En geoestrategia de las grandes potencias, que se parece mucho al ajedrez, a eso se le conoce como la “teoría del equilibrio”, o “diplomacia triangular”; algo sobre lo que Henry Kissinger dio cátedra en los setenta, con el acercamiento del gobierno de Richard Nixon a Beijing para explotar la rivalidad existente entre China y la Unión Soviética y cerrar así un frente de la Guerra Fría.

Por estos días en Washington, crecen las voces que señalan la necesidad de congelar el conflicto en Ucrania para concentrarse de lleno en China.

Hace unos días se filtró al Nuevo Diario de Zúrich (NZZ) una de espías de altísimo nivel: el director de la CIA, William Burns, habría viajado en misión secreta a Moscú y Kiev con una propuesta para negociar una salida a la guerra en Ucrania. La oferta de Washington: que Rusia se quedara con el 20% del territorio ucraniano a cambio de firmar la paz.

Tanto la Casa Blanca como el Kremlin han desmentido la especie; sin embargo, cada vez suena con más fuerza en Washington la idea de la negociación. La RAND Corporation, uno de los think tanks más influyentes de Washington, expone en un reciente informe el caso más convincente para acabar con las hostilidades en Ucrania. El informe advierte sobre los peligros de seguir escalando una guerra que podría acabar en un conflicto directo con Rusia y el uso de armas nucleares. Resalta, además, algo que ya había dicho en noviembre el jefe de Estado Mayor de Estados Unidos, General Mark Milley: las chances de una victoria de Ucrania y la expulsión de Rusia de todo su territorio son nulas, por lo que recomienda iniciar conversaciones de paz. Y por último la referencia ineludible a quien Washington ve como su principal contrincante: “Una guerra que se alargue y aumente la dependencia de Rusia podría brindarle a China una considerable ventaja competitiva frente a Estados Unidos”.

La revista The Economist, biblia del pensamiento liberal-conservador de la anglósfera, también publicó un artículo, firmado por Christopher Chivvis del Carnegie Endowment for International Peace, en el que sugiere poner fin al conflicto. Tanto la RAND como el artículo de The Economist esgrimen un argumento que en esta tribuna hemos expuesto más de una vez: Putin ya perdió, la suma de pérdidas en conflicto y el altísimo costo que Rusia ha debido pagar, y deberá seguir pagando, por el aislamiento de Occidente no tienen compensación; no al menos con las ganancias que hasta ahora ha logrado sobre el terreno. Por lo que es momento de sentarse a negociar.

La revista Newsweek, otra lectura obligada en la capital estadounidense, da por buena la versión del NZZ y le dedica un extenso artículo al “ofrecimiento de Biden a Vladimir Putin del 20% de Ucrania para terminar con la guerra”. David Ignatius, influyente columnista del Washington Post con mucha llegada al secretario de Estado, Antony Blinken, escribía ya a fines de enero que “la guerra se aproxima a un final de partida”, en nota titulada “Blinken pondera cómo será el orden de posguerra en Ucrania”.  

Presumiblemente Ignatius le estaba asegurando a su aliado un aterrizaje suave. Desde diciembre se sabe que –como en su momento informamos en este espacio– en Washington hay dos bandos enfrentados en torno a Ucrania –y el reportaje del NZZ no hace más que confirmarlo–: uno que estaría a favor de congelar el conflicto, encabezado por el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan y William Burns; y otro bando encabezado por Blinken que estarían por la idea de seguirse involucrando en Ucrania y seguirle entregando a Zelenski todo lo que pida para continuar la guerra.

Todo parece indicar que el grupo de Blinken está perdiendo esa interna; e Ignatius trata de atenuarle la derrota al secretario de Estado. Pero al mismo tiempo no deja dudas de que el final del conflicto está cerca. En Washington hay lealtades, pero tampoco nadie quiere quedar del lado perdedor del debate cuando la decisión del estado profundo resulta inexorable.

Hasta hace apenas un par de meses, del lado de quienes abogan por la negociación estaban solo varios generales del Pentágono; entre ellos, y de forma muy ostensible, Milley. En aquel momento estos perdieron la pulseada frente a los de la línea dura, que paradójicamente eran casi todos civiles.

Pero ahora son cada vez más los civiles e instituciones vinculadas al establishment de la política exterior de Washington que se pronuncian en ese sentido. Y el informe de la RAND, think tank fundado en 1948 por la poderosa compañía de defensa Douglas (la quinta esencia de eso que ya entonces Eisenhower llamaba el “complejo militar industrial” y su “puerta giratoria”), ha sido la frutilla sobre la torta. Ninguna otra opinión es más relevante que esa.

Por eso ahora vemos todo este reacomodo de fichas al interior de Beltway, con más voces de peso que sugieren un cambio de rumbo en Ucrania.

Es una pena que todo esto no lo hayan pensado antes. El ex primer ministro israelí Naftalí Bennett declaro en una reciente entrevista que Putin estaba dispuesto a negociar en marzo del año pasado, pero que Washington y Londres se negaron.

Es así que casi un año después en estas estamos de nuevo. Esperemos que esta vez se llegue al menos a la mesa de negociaciones. No para que EEUU pueda concentrarse en China y evitar el principio ajedrecístico de las dos debilidades, sino para que se termine de una vez por todas la guerra en Ucrania. Por algo se empieza, y siempre una guerra menos es algo que celebrar.

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