Muy de vez en cuando, a la vuelta de la escuela, escuchaba desde el patio la voz de mi madre: “Leeoooo, está Raphaeeel…”. Y nos quedábamos los dos frente a la vacilante televisión en blanco y negro viendo al por entonces treintañero Niño de Linares. Y sonreíamos. Era la década del 70’ y por entonces a Joan Manuel Serrat había que escucharlo clandestinamente en el tocadiscos de algún vecino, y Joaquín Sabina era un Martínez cualquiera. Por entonces, en Iberoamérica señoreaba Raphael, con un repertorio escrito por Manuel Alejandro por el que más de un cantautor vendería el alma. Lo mirábamos y sonreíamos porque era alegría lo que provocaba más allá de sus letras desgarradas. Porque a Raphael hay que mirarlo además de escuchar su voz portentosa. Amanerado hasta la duda, “mariconazo” para muchos, melodramático comediante de exagerados ademanes, un kitsch repelente a las críticas.
Exacto, el director del cine Alex de la Iglesia definió así las razones del éxito de Raphael, de sus millones de discos vendidos, de las centenas de estadios y teatros abarrotados: “Raphael es una especie de Dios dialéctico. Hay un momento en el que dices: ‘él lo sabe, él sabe lo que está haciendo’. Lo que lo hace único y lo ha convertido en un monstruo, en un dios iracundo imposible de vencer, es su autoconciencia. Se ríe de sí mismo. Es inasumible. Él mismo es su propia crítica y, por lo tanto, no puedes atacarle”.
“Raphael es una especie de Dios dialéctico imposible de vencer. Se ríe de sí mismo. Es inasumible. Él mismo es su propia crítica y, por lo tanto, no puedes atacarle”.
Por entonces, se iba caminando a un teatro que quedaba a considerable distancia de su casa, pedía para entrar gratis, cantaba en la puerta por unas monedas y, con lo que ganaba, volvía en taxi. Mirando obras de Shakespeare o de Lope de Vega aprendió los rudimentos de la actuación. La voz que lo sacó de la pobreza ya la traía desde la cuna. Después, se llevó el mundo por delante. A los 16 años empezó su carrera profesional y se autobautizó como Raphael imitando la “Ph” del sello Philips. A los 19 años se ganó todos los premios en el festival de Benidorm, y en 1970 ya se estaba presentando en Estados Unidos en el show de Ed Sullivan. Cantó Aleluya en donde poco antes Los Beatles habían cantado All my loving. Su fama se derramó a la Unión Soviética en plena Guerra Fría y una generación de rusos aprendió sus primeras palabras en español escuchando Digan lo que digan. Multitudes recibieron al Niño en las calles de Moscú mientras que en Latinoamérica esperaban turno para escucharlo cantar.
Durante la década de los 70’, Raphael se convirtió en uno de los primeros artistas hispanohablantes globalizados cuando la globalización era dificultosa. Siempre vestido de negro –porque ese color una vez lo dio suerte en un concierto en México- e imitado hasta el hartazgo, el linarense fue mutando de persona en personaje.
Un escritor anónimo que quiso simplificar al Raphael de entonces lo catalogó así: “Su puesta en escena está perfectamente estudiada, mecanizada hasta el último gesto. Se quita la chaqueta, la corbata, se pasa la mano por el pelo, produce el desmadre. Reproduce en su cara las emociones de las letras de las canciones, quiere expresar cansancio, boquea, un círculo de sudor aparece en sus axilas. La palpitación crece en la sala, da vueltas y medias vueltas sobre sí mismo, se echa el pelo para atrás, se pasa el micro de una mano a la otra. Hace mohines, desplantes, le lanzan claveles desde el patio de butacas: ‘¡eres el mejor, el único!’. Saluda de medio lado, utiliza el micrófono como si fuera un látigo, se coloca la mano a medio meter en el bolsillo…”. Y es verdad. Tan cierto como decir que Los Beatles tenían cerquillo y se meneaban al ritmo de la música.
“¡Hijo de puta, maricón de mierda… pero qué bueno eres!”. Raphael dice que es uno de los mejores piropos que le han dedicado.
Una universitaria de aquellos años 70’, estudiante de filosofía, respondió de esta manera cuando le preguntaron si le gustaba Raphael: “No lo aceptamos porque el tipo de música que hace Raphael no conecta con la sensibilidad de los universitarios. Es interesante como fenómeno sociológico para ser estudiado por una persona especializada en estos temas. El éxito de Raphael está conectado con el éxito del kischt. El kischt aparece en el romanticismo cuando el acceso a la cultura se hace multitudinario por la educación obligatoria. Entonces los productores de cultura fabrican una cultura que en apariencia es genuina pero la manipulan y la adulteran y es una cultura degenerada. Raphael ha triunfado más que otros cantantes kischt porque tal vez tiene unas mayores facultades, tiene una voz muy particular y un efectismo muy útil que los adapta a su manierismo particular…”. En fin.
En la segunda mitad de la década de los 80’ la convocatoria de muchos cantantes y cantautores españoles comenzó a menguar, y Raphael no escapó a la marea que trajo modas y otros modismos. Además, con el regreso a la democracia en España, al Niño de Linares le empezaron a cobrar su pasada cercanía con el dictador Francisco Franco. “¿Cómo voy a ser cercano (al franquismo)? Lo que pasa es que yo le gustaba mucho a la señora (de Franco) que iba mucho al teatro”, se defendió el cantante sin demasiada pasión y argumentos en la defensa.
En realidad, Raphael nunca estuvo ni lejos ni cerca de ninguna ideología. Lo suyo era cantar y, al parecer, no le importaba nada de lo que sucedía a su alrededor. Pero su paso por los escenarios no resultó vano más allá de sus canciones. “Gracias a Raphael, los artistas que vinimos después pudimos tener un camarín decente”, dijo el cantante Víctor Manuel, quien recordó que, en los años bravos, el Niño colaboró con muchas pesetas para ayudar a más de un artista de izquierda en la mala.
Amanerado hasta la duda, “mariconazo” para muchos, melodramático comediante de exagerados ademanes, un kitsch repelente a las críticas.
A finales de 2002, mientras interpretaba en el teatro El doctor Jekyll y Mister Hyde, la vida le mostró su peor cara. Las botellitas de whisky de los minibares de los hoteles, que había empezado a consumir para conciliar el sueño, agravaron una hepatitis que culminó en un riesgoso trasplante de hígado.
Pero seis meses después de su operación, en una especie de resurrección humana y artística, Raphael se levantó y volvió al ruedo con un vigor inesperado.
Se juntó con artistas jóvenes de otros palos, actuó en nuevas películas, fue protagonista de documentales; millenials, hispters e indies de todo pelo lo descubrieron repentinamente y empezaron a aclamarlo como un ícono pop.
La comunidad homosexual española recordó los amaneramientos y los ojos pintados de Raphael para reclamarlo como uno de los suyos. Cuando cumplió 50 años de carrera, la imagen del Niño fue portada de la revista gay Zero en donde habló de su sexualidad. “Cada uno es lo que tenga que ser, y bien hecho está. No hay por qué avergonzarse de nada. Pero vamos, yo no estoy en ese caso”, aclaró el cantante por si hacía falta, aunque siempre le gustó cultivar la ambigüedad.
Al comienzo de su carrera, en el teatro San Fernando de Sevilla, un espectador se paró en medio de la función y le gritó sonoramente: “¡Hijo de puta, maricón de mierda… pero qué bueno eres!”. Raphael dice que es uno de los mejores piropos que le han dedicado.
Un invierno, creo del 2007, la voz de mi madre volvió a convocarme desde el comedor de casa: “Leooo, está Raphaeeel…”. Y ahí estaba. A todo color, sobre un escenario, con tremendo biabazo en el pelo, aflojando imaginarias bombillas de luz con su mano, con la piel ajada, insultando a un espejo de pie al que terminó rompiendo de una patada. Y, por un rato, volvimos a sonreír con el niño.
Ahora, a sus 78 años, el artista español emprendió una nueva serie de recitales por Latinoamérica y el martes 22 se presentará en el Antel Arena.
Ya no da vueltas como una peonza, canta a pura carpeta y oído, y las muchachas ya no chillan desde la primera fila. Pero queda avisado: está Raphael y, digan lo que digan, sigue siendo aquel.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá