Referéndum contra LUC: ¿tablas o jaque mate?

Para el “bloque social y político de los cambios”, o sea la coordinación de sindicatos y Frente Amplio, juntar las 700 mil firmas y derrotar al gobierno en las urnas, haciéndole caer su primera ley, sería una victoria fantástica. Algo similar al golpe que el Frente (junto a otros) dio en 1992 al gobierno de Lacalle de Herrera.

Para el presidente Luis Lacalle Pou vencer a la oposición en las urnas por tercera vez seguida, sería una victoria fantástica. Les ganó en 2019 con elección nacional, en 2020 con las departamentales y podría hacerlo en 2021 o 2022 en un referéndum (según tiempo usado para juntar firmas, chequearlas y convocar a consulta).

Si el voto popular fuera para ratificar la LUC (Ley de Urgente Consideración N° 19.889), el presidente tendría un respaldo que lo dejaría muy fuerte para seguir implementando sus reformas, y le aumentaría el prestigio. Y la izquierda volvería a embarcarse en la dañina autocrítica.

Si el voto popular fuera para derogar la ley, el Frente Amplio sentiría haber llegado a la cúspide de nuevo, y que se encamina a una victoria en 2024.  La coalición oficialista sufriría un desbarajuste tremendo, porque le demostraría que se le habría dado vuelta la gente, y deberían derogar cambios implementados.

Todo eso, así tan dramático, es solo hipótesis.

En el gobierno consideran que los que se movilizan contra la LUC no pueden tener suerte en juntar las firmas, y en el Frente Amplio, la mayoría no quiere nada con este referéndum y cayeron en él por una inercia militante y no por decisión estratégica. Pero está resuelto; acordado por sindicatos obreros (PIT-CNT), gremios de estudiantes (FEUU), cooperativistas de vivienda (FUCVCAM), y feministas (Intersocial Feminista) y apoyado este viernes por el Frente Amplio.

Para el principal partido político del Uruguay se trata de un desafío complejo, porque esta vez no eligió los artículos para recurrir, sino que terminó apoyando lo decidido por otros, lo que lo lleva a ir contra partes del proyecto que votó en ambas cámaras. Eso le deja en falsa escuadra. ¿Cómo firmar un recurso contra artículos que votó?

Para eso habrá un argumento que ya se usó por izquierda o por derecha, fuera contra privatizaciones o contra aborto, contra amnistía a militares o contra ley trans: se apelará a la famosa consigna de “firme para que el pueblo decida”, como si se tratara de adherir a una papeleta más allá de la opinión personal de ley en cuestión, solo para habilitar el pronunciamiento en las urnas. Eso es un manejo incorrecto de la institución referéndum, porque uno no firma para “que el pueblo decida”, sino que se lo hace para “interponer recurso contra una ley”; o sea que no es indiferente ante la norma, sino que está en contra.

Pero el mayor problema para recolectar firmas será otro, y está en el contenido de la campaña, que objeta artículos que endurecen el tratamiento a narcotraficantes, rapiñeros y otros delincuentes, reformas que cuentan con respaldo popular significativo. No será fácil convencer a gente que sí quiere que eso se aplique.

El referéndum puede ser un boomerang para los opositores a la LUC y puede darle protagonismo a elenco de gobierno, como el ministro Jorge Larrañaga, que podrá volver a defender esas normas sobre seguridad, en sintonía con una mayoría de la opinión pública.

Algo similar pasa con el intento de derogar los dos artículos de la LUC que refieren a explorar una baja del precio de combustibles, porque aunque el sindicato (Fancap) lo sienta como afrenta contra la empresa pública, no es fácil pedir la firma para evitar el estudio de la baja del precio de gasoil y nafta.

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Por todo eso que complica al Frente Amplio, el oficialismo puede estar tentado en ir a buscar la victoria, en provocar el debate, en aprovechar la oportunidad. Pero siempre hay riesgos.

Aunque no parece probable que haya éxito para la izquierda, todo puede cambiar, y una enorme gimnasia militante puede llegar a juntar las firmas, sin calcular hoy cuál será el clima político y social al momento de la eventual votación.

Si la gente vota por Sí o por No a la ley recurrida, lo más probable es que la norma sea ratificada, pero si el referéndum se convierte en un plebiscito sobre el gobierno y el clima de opinión cambió radicalmente respecto al actual, nadie sabe qué puede pasar.

En el fondo, tanto el Frente Amplio como el gobierno podrían considerarse satisfechos en una especie de “tablas”, que se daría sin firmas suficientes para convocar a consulta.

En ese caso, el gobierno podrá proclamarse victorioso: “¡Ni llegaron al 25% del padrón!”. La ley queda aprobada, y … a sus cosas.

Y la izquierda podrá decir que por la pandemia no se pudo hacer actos, que se prefirió cuidar a la gente, y que así, no había condiciones para una tarea titánica. Consuelo ... y a otra cosa.

No sería necesariamente “tablas”, porque el gobierno ganaría, pero para el FA no es lo mismo no llegar al referéndum, que hacerlo y perderlo: al Frente le dolería mucho más una derrota en urnas.

Para el gobierno, es mejor ganar los puntos sin jugar el partido, que arriesgarse a un camino incierto. ¡Claro que sería mejor en las urnas! Pero, qué necesidad de arriesgar si puede celebrar antes y sin susto.

El Frente asumió riesgo político alto y una derrota por walk-over es mejor que una goleada en contra.

Las piezas están en el tablero y mueven los primeros peones