El 22 de agosto de 2006 un
avión Tupolev Tu-154 de la aerolínea rusa Pulkovo Aviation Enterprise, que viajaba de Anapa a San Petersburgo, se vino abajo cuando se encontraba a 10 mil metros de altura atravesando una tormenta. Cuando se conoció la noticia, más de uno debe haber pensado, "era un avión de fabricación rusa, no un Boeing o un Airbus". Sin embargo, ese tipo de nave es robusta y supuestamente está preparada para cruzar sin demasiados riesgos zonas de turbulencia, incluso si estas se encuentran en medio de una tormenta con rayos.
Las 170 personas que iban a bordo, 160 de ellas pasajeros, murieron pulverizadas cuando el aparato impactó en tierra, a donde fue a caer en forma vertical. Para los ocupantes de la nave fue una eternidad que duró instantes de horror puro. Fue la muerte en cámara lenta y a la velocidad del sonido. El resto de la historia individual de cada pasajero durante esa cruel agonía nunca llegará a conocerse. El informe final dejó abierta la posibilidad de que los pilotos perdieran control de la nave durante la feroz tormenta, sin descartar la posibilidad de que la estructura de la nave se partiera en pleno vuelo mientras atravesaba la zona marcada por la fuerte turbulencia.
Antes de ayer, otro avión ruso, un Antonov-148 de la aerolínea rusa Saratov Airlines, se estrelló a pocos minutos de despegar de
Moscú, provocando la muerte de los 71 ocupantes. Se desconocen las causas, aunque un testigo dijo haber visto fuego en la nave segundos antes de estrellarse. A pocos minutos de conocido el siniestro, las agencias noticiosas situaron en la lista de posibles causas a la gran tormenta de nieve que azota a Rusia desde hace varios días. Habrá todavía que verlo, pero por anticipado parece difícil que esa haya sido la razón principal, pues el
aeropuerto moscovita de Domodedovo, el segundo en tamaño de la capital rusa, estaba abierto y los vuelos se realizaban con normalidad. El avión tenía solo siete años de uso.
El accidente agrega otra página negra a la historia de la aeronavegación rusa y en cierta manera devuelve la vulnerabilidad a esa forma de transporte, considerando que en 2017 no hubo ningún accidente con muertos que involucrara a un avión comercial. (Continuará mañana)