BARBARA GINDL / APA / AFP

Se cierne amenaza de un Covid económico prolongado

Los gobiernos deben centrarse en el costo de la inacción, no en el costo de apoyar las economías

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22 de octubre de 2020 a las 05:03

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Por Martin Wolf

El Covid-19 ha dejado a numerosos pacientes con síntomas debilitantes después de que la infección inicial ha desaparecido. Esto es el “Covid prolongado”. Lo que es cierto de los riesgos para la salud también es cierto para la economía. Es probable que la pandemia le ocasione al mundo no sólo una profunda recesión, sino también años de debilidad. Para hacerle frente a la amenaza de un “Covid económico prolongado”, los legisladores deben evitar repetir el error de retirar el apoyo demasiado pronto, tal como lo hicieron después de la crisis financiera de 2008.

Este peligro es real, incluso si sigue habiendo mucha incertidumbre acerca de cómo se desarrollará la crisis. Y, no menos importante, es el hecho de que no sabemos qué tan pronto, o por completo, se controlará al Covid-19.

Sin embargo, ya sabemos un sinnúmero de cosas acerca del impacto económico de la pandemia. Sabemos que ha provocado una enorme recesión mundial; que los costos económicos han sido mayores para los jóvenes, para los trabajadores no especializados, para las minorías y para las madres trabajadoras; y que ha gravemente trastocado la educación. También sabemos que “este año, cerca de 90 millones de personas pudieran caer por debajo del umbral de ingresos de US$1.90 al día de privación extrema”, según lo indicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Sabemos que numerosas empresas se han visto perjudicadas, debido a que la demanda de su producción colapsó o porque fueron cerradas. Las segundas oleadas de la enfermedad que actualmente están afectando a muchas economías empeorarán la situación. Tal como lo muestra el Informe sobre la estabilidad financiera mundial (GFSR, por sus siglas en inglés) del FMI, la fragilidad financiera está aumentando en los sectores ya enormemente endeudados de las economías de altos ingresos, así como en los países emergentes y en desarrollo.

Pero también sabemos que las cosas pudieran haber sido mucho peores. La economía mundial se ha beneficiado del extraordinario apoyo de los bancos centrales y de los gobiernos. Según el informe Monitor Fiscal del FMI, el apoyo fiscal ha ascendido a “US$11.7 billones, o cerca del 12 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, al 11 de septiembre de 2020”. Esto es inmensamente más que el apoyo ofrecido después de la crisis financiera mundial.

Sabemos, sin embargo, que lo que ya pasó va a dejar profundas cicatrices. Cuanto más dure la pandemia, mayores serán esas cicatrices. El FMI ya está pronosticando un enorme déficit en la actividad económica en relación con el potencial en 2022-23. Eso seguramente mantendrá la inversión privada baja. No es sorprendente que el FMI ahora también esté pronosticando un crecimiento del PIB real per cápita significativamente menor entre 2019 y 2025 del que había pronosticado en enero.

En una crisis de esta envergadura, sólo existe una entidad capaz de actuar como aseguradora y como defensora de la demanda. Desafortunadamente, la capacidad de acción de los gobiernos varía enormemente. Pero aquellos con monedas aceptadas a nivel mundial tienen un enorme margen para maniobrar. Ya lo han usado y tendrán que seguir haciéndolo.

La política fiscal debe desempeñar un papel central, ya que es la única que puede proporcionar el apoyo focalizado necesario. Los banqueros centrales han sido claros al respecto. El Monitor Fiscal útilmente ha dividido el apoyo necesario en tres fases: el confinamiento; la reapertura gradual; y la recuperación después de Covid-19.

Durante el confinamiento, el énfasis debe recaer sobre las transferencias de efectivo; sobre las prestaciones por desempleo; sobre el apoyo al trabajo de jornada y salario reducidos; sobre el aplazamiento temporal de los impuestos y de los pagos de seguro social; y sobre el apoyo a la liquidez de las empresas.

Durante la reapertura, el apoyo debe ser más focalizado, con incentivos centrados en lograr que las personas vuelvan al trabajo. Debieran elaborarse planes para que haya una mayor inversión pública. Mientras tanto, el apoyo a las compañías debe centrarse en aquellas con perspectivas decentes, pero con controles sobre los dividendos y sobre la remuneración de los ejecutivos.

Durante el período después de Covid-19, los sistemas de protección social — cuyas imperfecciones han sido destacadas por la pandemia — necesitarán reformas. Mientras tanto, la atención debe dirigirse hacia políticas activas del mercado laboral y hacia grandes impulsos a la inversión pública. Esto, ha argumentado el Monitor Fiscal, estimulará fuertemente la inversión privada. También se necesitarán mecanismos para la reestructuración acelerada de la deuda.

Hacer todo esto de manera correcta — particularmente porque el momento de las transiciones entre las diversas fases de la enfermedad es incierto y puede que no sea en una sola dirección — será difícil. Los legisladores deben ser flexibles, pero no frugales.

Todo este gasto va a elevar sustancialmente los déficits públicos y la deuda. Se pronostica que el déficit fiscal del gobierno general a nivel mundial alcanzará el 12.7 por ciento del PIB este año; en las economías de altos ingresos, alcanzará el 14.4 por ciento. Se pronostica que la relación global entre la deuda del gobierno general y el PIB pasará del 83 al 100 por ciento entre 2019 y 2022, con la de los países de altos ingresos pasando del 105 al 126 por ciento.

No importa. Para los países de altos ingresos, las tasas de interés reales sobre los préstamos a largo plazo son cero, o menos. Los bancos centrales también están comprometidos creíblemente con mantener políticas monetarias muy flexibles. Los gobiernos pueden permitirse gastar. Lo que no pueden permitirse es no hacerlo, dejando que las economías se tambaleen; que la gente se sienta abandonada; que las cicatrices económicas empeoren; y que las economías se vean atrapadas en un crecimiento permanentemente más bajo.

Los gobiernos tienen que gastar. Pero, con el tiempo, deben cambiar su enfoque del rescate al crecimiento sostenible. Si, en última instancia, los impuestos tienen que subir, los incrementos deben caer sobre los ganadores. Ésta es una necesidad política. También es lo correcto.

Todavía estamos en el comienzo. No podemos saber cómo terminará esto, sobre todo porque no sabemos qué harán las personas en el poder. Pero sí sabemos que la historia juzgará severamente a los legisladores si aquellos que tienen la capacidad para ponerse a la altura de las circunstancias no lo hacen.

Debe evitarse un Covid económico prolongado. Esto no significa abandonar los esfuerzos por controlar la enfermedad, sino todo lo contrario. También requerirá una política económica activa, imaginativa y audaz durante los próximos años. No hay que preocuparse por lo que costará hacer esto. Hay que preocuparse mucho más por lo que costará no hacerlo.

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