Sed de agua y sed de justicia

Las conciencias están alteradas porque nos parece inadmisible que no tengamos agua para todo lo que deseamos hacer. 

Recordemos noticias de los últimos años: ciudades sin agua potable que tienen que regular la cantidad que las personas pueden usar y que ordenan a sus vecinos: no lave el auto, báñese rápido, no deje abierta la canilla, ni se le ocurra llenar la piscina de su casa y las construcciones nuevas deben ajustarse a nuevos requerimientos para evitar el mal uso. Empresas navieras en crisis porque no pueden navegar por los ríos. Economías sin dólares porque la producción agraria falló debido a las sequias. El turismo en crisis porque Venecia sin ti, pasó a ser Venecia sin agua. 

Lo cierto es que nuestros abuelos utilizaron el agua gratuitamente y sin restricciones, pero nosotros debemos pagar y respetar límites cada vez más estrictos. ¿Por qué vivimos esta situación? 

Los hechos son los siguientes:

El agua es un recurso escaso, porque aumentó la demanda y disminuyó la oferta. Por un lado, el consumo humano, la utilización del líquido en el campo, en la industria, en la minería, en la economía digital se incrementaron notablemente. Por el otro, hay más áreas desiertas debido a la deforestación; los ríos y napas se contaminaron; los glaciares retrocedieron; el cambio climático calentó el planeta y provocó una disminución de la cantidad de agua disponible.

Aumentó la desigualdad. Hay zonas donde se usa el agua sin restricciones y otras donde hay que caminar varios kilómetros para llenar un balde, o directamente se consume agua contaminada.

Está cambiando el equilibrio del ecosistema. La masiva extracción de agua subterránea está cambiando el eje de rotación de la Tierra, lo que provoca el desplazamiento de grandes masas de agua y la inestabilidad. Hay regiones donde hay sequía y otras donde hay inundaciones.

Un recurso escaso, mal distribuido y en desequilibrio sistémico, genera grandes conflictos, y por eso se habla de “guerras del agua” (Declaración ONU) y el futuro es dramático, excepto que se adopten medidas urgentes. Hay consenso en que la escasez de agua es consecuencia de la acción humana sobre el Planeta, y que, en consecuencia, la solución consiste en una acción humana diferente. La pregunta es entonces: ¿porqué no se adoptan medidas?. 

La gobernabilidad actual está paralizada y por eso no se habla de estos temas. Los problemas importantes no se solucionan, sino que se trasladan, de año en año o desde un partido político al otro, con lo cual se agrava cada vez más la grieta entre las instituciones y la sociedad. Estos problemas deben ser afrontados con cambios profundos, ya que es absurdo pretender obtener resultados distintos si modificar las causas. 

El tema es central en el mundo actual, y son numerosos y complejos los diferentes aspectos que no podemos tratar en un breve artículo. Pero es interesante señalar algunas cuestiones básicas:

Crear instituciones enfocadas en los problemas: En el caso del “Riachuelo” que es un río industrial que estuvo altamente contaminado por cien años, el problema es que las medidas dependían de muchas jurisdicciones, porque el río pasaba por varias intendencias y gobernaciones. La Corte Suprema Argentina ordenó crear una institución enfocada en el Riachuelo. Es decir, no dividir el problema para ajustarlo a las instituciones, sino crear instituciones enfocadas en el problema. Lo mismo se decidió en otros casos que resolvió la Corte (La Picasa, Rio Atuel). Gran parte de los problemas son globales mientras que las instituciones son locales. 

Enfocar el mediano plazo: las soluciones requieren varios años, pero esto no coincide con los ciclos políticos basados en las elecciones; nadie gana una elección prometiendo costos, pero también pierden elecciones cuando las personas reclaman por los cambios no realizados. Por eso hay que crear instituciones separadas del régimen electoral. Agencias independientes, profesionales, estables, con participación de oficialismo y de la oposición.

Regular la globalidad de los procesos: nada se soluciona haciendo una obra o esperando que llueva. Se requieren acciones sistémicas, que apunten a varias causas al mismo tiempo. Por esta razón surgieron legislaciones que tutelan los ciclos de aguas, y en particular los océanos, mares, lagos, ríos, humedales, aguas subterráneas. Estas leyes tienen por objeto un subsistema ambiental, y se diferencian claramente de las anteriores, que mencionaban el líquido sólo porque se quería proteger la salud pública. Este cambio es fundamental porque es un modelo sistémico, geocéntrico y no antropocéntrico, como lo sostuvo la Corte Suprema argentina. 

El aumento de la oferta se puede lograr con inversiones dentro de un plan nacional de agua, como ha hecho Israel, que es un ejemplo en la materia. La tecnología está evolucionando rápidamente y es necesario utilizarla.

La demanda de agua puede ser orientada hacia usos más eficientes. Los precios de mercado pueden ser un indicador en el sector industrial y sobre todo minero, para que internalicen los costos de su utilización. Es urgente terminar con la contaminación de los ríos, napas y frenar el desmonte irracional que altera los ciclos de lluvias.

Hay que reconocer un derecho humano al agua potable porque hay muchas personas que no pueden pagar, combinado con regulaciones para un uso más eficiente del recurso. Estos problemas están en la agenda de varios organismos internacionales. El Objetivo sexto del Desarrollo Sostenible (ODS) se denomina “Agua limpia y saneamiento”, y se dirige a garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. En el jurídico existen los principios de justicia del agua, que se firmaron hace unos años en la conferencia de Brasilia. 

Es un cambio en la dirección económica, social, y en la gobernabilidad que es urgente para poder evitar el colapso ambiental que está cada vez más cerca. La ceguera no es la solución.